jueves, 13 de diciembre de 2012

Fernando

Fui lo suficientemente valiente o idiota para decirle que estaba enamorada de él, para confesarle que los días me parecían inútilmente largos cuando no los pasaba en su compañía, para añorar sus besos. Fui lo suficientemente soñadora para creer que al pasar de los años, él me amaría como yo lo amaba. No notó por su propia cuenta el amor que le tenía, de qué forma miraba embelesada el movimiento de sus finos labios cuando pronunciaba mi nombre, como guardaba esos detalles en mi memoria para siempre, y como repasaba sus gestos más bellos; no supo hasta que yo se lo dije, entonces todo se vino abajo.
¿Por qué caí en los brazos hipócritas de la ilusión, y confundí palabras que de significado no tenían nada? ¿Por qué alguien como él iba siquiera a amar a alguien como yo? Yo que soy: dolor, miedo, angustia, poesía, depresión. Siendo él tanta alegría, tanta confianza, plena luz. 
Cuando estoy sin él, nada existe; se lo confesé. Pero solo me llevó al cielo para dejarme caer, convenciéndome de que me amaba de la misma manera; me embriagó de su esencia para después dejarme. Nada dijo, renunció a las promesas realizadas, a las fantasías que creamos, al sueño de no separarnos jamás. No pude escuchar jamás otra vez su dulce voz; no lo volví a ver.
Aunque después quise odiarlo, no pude. ¿Cómo aborrecer esas pestañas preciosas que custodiaban aquellos ojos verdes tan dominantes? ¿Cómo quitar la vista de ese cuerpo protector? ¿Cómo negarse a esos labios formando una sonrisa utópica? ¿Cómo diablos no quererlo cuando se transformó en lo único estable y bueno en mi vida? Me parece imposible, me suena absurdo, a pesar de todo. 
Me arrepiento de haberle dicho mi sentir; si tan solo me hubiese guardado tanto romance para los libros que leo, para la poesía que escribo, para las historias que invento: entonces probablemente él seguiría a mi lado como antes del caos. No sé si fue mi culpa, o la suya. Fui egoísta o él fue cruel, me amó con menor intensidad o no. 
Ahora él, que tanto juró, está con ella. Mientras me mantengo en este encierro planeado, con mi insomnio, el reloj marcando las tres, un café que no se acaba nunca y el desastre de mi espíritu hecho palabras torpes; desesperadas. No quería más que hacerlo feliz y al realizar aquello sentirme completa también, no pedía más que ver las estrellas sintiendo su mano sobre la mía, no anhelaba más que el sentir sus labios amando los míos. Solo quería sus brazos sosteniendo mi aflicción, su alma entrelazada con la mía; creando paraísos ante cada caricia. Invitarlo a recorrer mi galaxia, mis letras ansiosas, los caminos de mi cuerpo, el secreto de mis ojos, el ruido que llevo dentro, lejos del silencio de mis sonrisas fingidas. 
No te equivoques.

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