miércoles, 5 de junio de 2013

Cuatro años hacia delante XVIII

Estaba en el hotel y me preparaba para volver a Guadalajara. Mi teléfono celular comenzó a sonar y sin ganas me dispuse a responder.

— Hola Phany



— Cuéntame todo, ¿lo lograste? ¡Dime que sí! — respondió agitada Phany del otro lado del teléfono.
— Phany… — suspiré.
— ¡Habla, carajo!
— Ella, ella no me creyó — lloré por primera vez.
— Pero Ian… ¿Le explicaste? ¿Le dijiste todo tal y como era? ¿Incluyendo el hecho de que yo era una maldita piruja? — se molestó.
— Le dije todo y además, ella me dijo que ama a Eduardo.
— ¿Eduardo? — ¿de qué Eduardo hablamos?
— ¡Su mejor amigo, Phany!
— ¿Eduardo está viviendo allí? — dijo por completo sorprendida.
— Sí. Phany, ella me dijo que lo ama y yo — se me quebró la voz por un instante — yo no puedo luchar contra eso.
— Yo no puedo creer lo que me estás diciendo, yo la conozco. Estoy segura de que lo dijo por tonta y orgullosa. O por razones totalmente erradas. Pero ella, dios, ella debe amarte a ti.
— ¿Qué parte del “Me mandó al demonio, no quiere saber nada de mí; prefirió a Eduardo” no entiendes, Phany?
— Ojalá un día puedas perdonarme.
— Phany, no te tortures más con eso, yo ya te perdoné hace mucho tiempo.
— Es que fui una maldita perra, no sé cómo pude hacerle eso a mi mejor amiga — lloriqueó — todo por un capricho adolescente.
— Tú lo has dicho — comenté — un capricho adolescente. A esa edad todos cometemos muchos errores. Lo importante es que ahora sabes que estuvo mal, y eres mi mejor amiga. Te quiero, Phany. No te tortures más con el pasado.
— Pero por mi culpa perdiste al amor de tu vida…
— Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos. Ya no podemos intentar nada más. Y yo me recuperaré de todo esto, te lo prometo. Tal vez algún día pueda querer a alguien una mínima parte de lo que amo a ella ¿sabes? Quizás dentro de lo posible, pueda hasta olvidarla.
— Te quiero mucho, Ian. Yo estaré contigo.
— Gracias Phany. Ahora, de regreso a Guadalajara.
— ¿Tan pronto?
— Ya no tengo nada que hacer aquí.
— Cuídate mucho, te esperaré.
— Adiós.

Era gracioso. Justamente la persona que me separó de mi novia, era la que ahora me brindaría su apoyo para recuperarme. ¿Cuántas cosas extrañas pueden suceder en tan solo cuatro años? Ahora había que dejar la lucha, tenía que regresar. Me hubiera gustado verla por última vez, pero le había prometido no volver a molestarla jamás.

Vamos Ian, no hay nada por hacer.

Versión de Ella*

Llegué agitada a la casa de Eduardo, sentía que me rompería en mil pedazos si no lo veía, si no escuchaba su voz para que me reconfortara. Necesitaba esa paz que podía transmitirme, rogaba que me demostrara que había tomado la decisión correcta y que ahora todo marcharía bien. ¿Todo estaría bien, correcto?
Toqué con impaciencia y él inmediatamente abrió. Sus ojos oscuros me miraron con curiosidad, me dejé llevar por los sentimientos y exploté. Me arrojé a sus brazos y comencé a llorar de verdad.

— Chiquita, no me asustes así ¿qué pasó? — me separó de él para mirarme. — vamos pequeña, entra a la casa.
Abrazados nos dirigimos hacia la cocina, sirvió un vaso con agua y me lo ofreció, lo bebí con rapidez.

— Gracias — dije respirando entrecortadamente — tú eres muy bueno, sí, muy bueno. Eres muy bueno… — dije somnolienta y, por segunda ocasión, todo se volvió oscuro. Apenas si escuché a Eduardo gritando mi nombre repetidas veces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario