jueves, 3 de enero de 2019

El libro sin terminar

Que no te parezca extraño que entremezcle mis palabras, el dulce sabor de la nostalgia es perpetuo en mí. A veces me siento amante del silencio y de su abrazo frío, pero de pronto no puedo parar de escuchar la sangre escurrir del muérdago.

Somos bucle de añoranzas jamás cumplidas, de metas estancadas en una tristeza que se ríe a carcajadas.

Lago de lágrimas de los grises girasoles. ¿Hace cuánto tiempo se ha ido el sol? ¿A dónde tendré que mirar? Se congelan mis extremidades y no puedo escuchar nada bajo el agua.

¡Cuán hermoso puede ser el caos de esta búsqueda siniestra! Entre los valles dormiré sin sueños, escaparé del asfalto; y bajo las estrellas silenciaré los gritos.

Aún ruego el refugio de los seres misteriosos. En este río no caben más almas, injusto, imparable.

Déjame contarte lo que vi, déjame encender velas como espíritus. Déjame acercarme a ti, donde las aves surcan los bosques, donde el horizonte vive eterno en mí.

Quiero caminar con tus pies sobre el sendero, y soñar tus sueños para lograr adelante seguir.

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