viernes, 11 de enero de 2019

Por los que se ahogaron en sangre y pólvora

Sólo eres una cáscara vacía, demonio mil veces maldecido, tu corazón no vale ni para transmitir un agonizante latido.

Me pregunto muchas veces ¿Qué idea retorcida pasaba por tu mente? ¿Dónde quedó el amor que en ti pudo aflorar una gota de compasión? Si acaso en tu cerebro circulaba algo más que no fuese la inconsciencia de cumplir una misión suicida egoísta. Te hubieras muerto tú, solo, ahí en tu mohosa habitación, después de masturbarte con revistas viejas y envuelto en tu vida miserable de la que los demás no fueron culpables, tan sólo víctimas de tu anhelo del infierno en la tierra. Te hubieras ido tú, en una lluvia llegada de la tapa de tus sesos.

Lo peor de todo es que te creíste todo el tiempo con el derecho de destruir, aplastar, denigrar y escupir sobre todas esas vidas. Dejaste a quien todavía respira con las ganas inmensas de morir, sólo para estar junto a las almas a las que les arrebataste el cuerpo.

Maldito ciego, un millón de veces te deseo sofocado en un nuevo infierno, uno que no controles tú. El infierno que merece cubrir con llamas cada esquina de tu cuerpo sin espíritu. Ojalá que pagues por cada persona ahogada en sangre y pólvora.

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