viernes, 20 de mayo de 2022

El límite

Me han dicho que sanar dolía, entonces he creído que he avanzada por lo menos lentamente. Pero hay una vocesita siniestra en mi cabeza que me dice: No mereces amar ni ser amada, no estás sanando, te estás dejando morir. Y le creo, porque mis espacios cada vez son más reducidos, cada día siento más miedo, prefiero la compañía de los animales que de la gente. Todavía me hacen llorar los traumas de la infancia y adolescencia, todavía estoy llena de recentimientos, de inseguridad, de oscuridad, de demonios. ¿Qué estoy sanando? ¿Qué aprendí de todo lo que he vivido? 27 años que no han servido para nada, sólo cicatrices nuevas, ideas de muerte. Como el tic tac de un reloj: muerte, muerte, muerte, alcánzame. 

No tengo idea de a quién creerle, a las voces, a mi madre, a la soledad, al amor propio que no he podido ni siquiera rozar. Me estoy cansando, no soy una estrella, no soy una galaxia, sólo me siento un náufrago que todavía se debate en ahogarse en la marea o morir de inanición. Si me lo preguntas, creo que sigo prefiriendo la marea como una manera romántica de dejar la vida en paz. Tal vez eso es lo que quiere de mí, soltar a veces también significa morir. Al carajo, creador si existes quita estos pensamientos de mí; ella me necesita, no la puedo dejar. No me importa sufrir, sólo borra mi mente y aclara mis ojos. Ya no quiero llorar por nadie nunca más.

Y no, no soy victima, hay cosas que sí me merezco, soy consciente... Pero hasta qué punto, cielo cruel, luna burlona, ¿hasta qué punto? No merezco ser feliz. Ya ganaste, no me destroces, sol atroz, no soy tu girasol, soy las tierras baldías. Entendí, no vuelvo a bailar. Pero no me quites la vida hasta que ella se vaya. Lo prometo, hasta que ella se vaya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario