La voz en su
interior desapareció tan pronto como había llegado, la chica de cabellos rizados
sentía endurecerse los restos de lágrimas en sus mejillas. Se quitó los
zapatos, bajó a la cocina ya solitaria, y se preparó un tazón de amargo café,
la melancolía apareció sin perturbar su soledad, bebió firme esperando de
alguna manera desarmar el frío que emanaba su herido cuerpo. Al terminar, el
vacío cruel, seguía en ella, y parecía que se había abierto más camino. Volvió
a llorar en un canto doloroso para quien lo escuchase. Tomó algo de un cajón
abierto, lo apretó firmemente contra su pecho, para después observarlo
detenidamente, dibujando una sonrisa en el reflejo de aquel cuchillo. Subió las
escaleras, dejando el tazón de café con
el olor del sufrimiento.
Tomó una
toalla y se dirigió al baño, abrió el grifo dejando que el agua caliente
llenara la fría tina, cerró la puerta con seguro, sacó su celular colocándolo
en el piso antes de iniciar una canción oscura y al mismo tiempo alegre de
piano.
-No te
detengas, solo hazlo – la voz en su corazón volvió a hacer acto de presencia
mientras ahora un frío todavía más extremo recorría su espalda, como si le
hubiesen pasado un trozo de hielo – Ya no te quedan razones, ¿no es así?
La chica
golpeó su cabeza contra el lavabo, intentando dispersar sus pensamientos y
borrar a esa voz. Se miró en el espejo de cuerpo completo y poco a poco comenzó
a deshacerse de sus prendas, tan lentamente que parecía que un movimiento en
falso podría destruirla. Volvió a verse en el espejo, ahora desnuda, las marcas
en su piel eran una clase de arte abstracto, recorriendo desde sus blancas
piernas, hasta sus brazos, su vientre y su garganta. Se deshizo de los torpes
brazaletes que portaba y palpó con nostalgia las cicatrices de sus muñecas,
frías y aún adoloridas. Sintió náuseas, pero no dejó de torturarse con la
terrorífica visión que le devolvía impiadoso el espejo.
El agua
comenzaba a derramarse de la tina, rápidamente ella cerró el grifo. Sus pies
desnudos sintieron el ardor del agua caliente derramada en el suelo,
impávidamente la chica de cabellos rizados se sumergió por completo en la tina,
y su cuerpo helado tomó calor casi de inmediato.
Todo sigue avanzando hacia una vaporosa
soledad, mi corazón siente tanto hielo dentro de sí, y aún después de tanta
tristeza, no puedo culpar a nadie de mis propios errores, de mi insana forma de
ver la existencia, de vivir de los sueños y de las fantasías. ¿Qué hacer?
No me salves…
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