martes, 12 de junio de 2012

Elisa



La chica de cabellos rizados y mirada perdida, la mujercita de corta edad con lágrimas en los ojos se dirigía sin siquiera mirar a sus padres, a su guarida a la que todos llamaban habitación. Azotando la puerta y poniéndole el seguro, arrojó su mochila con una mueca de tormento y se lanzó a la cama. Sus sollozos eran amargos, demasiado depresivos y sofocantes. Ella no comprendía el por qué de su existencia, no anhelaba más ver el brillo del sol, ni despertar, su único escape era el dormir, era como estar muerta, eso le gustaba.  La chica de cabellos rizados detuvo su llanto tan repentinamente como lo comenzó, se levantó y dirigió a la ventana, la luna ya iluminaba a la ciudad, que seguía su curso, sin detenerse por nada ni por nadie. Así era la vida misma, seguía y seguía dejando atrás a los más débiles.

-¿Qué pasa? – preguntó una voz en su interior causándole una sensación de calor en el pecho.

-Ya no quiero estar en este lugar, las inseguridades me ganan la batalla día con día, tengo miedo de lo que pueda suceder conmigo en el futuro, todas las personas que quiero terminan por dejarme, nadie comprende lo que siento en el alma, nada me causa alegría, siempre parezco estar en un estado zombi, no tengo nada que perder puesto que ya lo he perdido todo, no encuentro mi lugar. Siento que mi cuerpo es una prisión que me encadena a mí.

Adiós.

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