Con un trago
de aire desesperado, la chica de cabellos rizados sacó su cabeza del agua,
perdida por unos segundos observó hacia la infinita nada, la música había
parado de sonar, el silencio era tan grande que incluso lastimaba sus oídos,
por unos segundos todo alrededor se detuvo y entonces ella supo que se acercaba
el final de todo.
Sonrió
torpemente y buscó con la mirada aquel cuchillo que finiquitaría su presencia,
encontrándolo al instante, estiró un poco su brazo y ahí estaba otra vez el
instrumento sobre sus blancas y huesudas manos. Acarició su rostro con el
utensilio, casi con malicia. Observó sus muñecas que parecían adquirir vida
propia, queriéndose alejar con miedo de la muerte
-¿No olvidas un detalle? – resurgió la
voz risueña y complacida.
-¿No es suficiente con acabar el dolor?
– contestó la chica, enfadada.
-Debes decir adiós…
La chica de
cabellos rizados se levantó con rapidez, pescó su teléfono celular:
menú>aplicaciones> notas. Redactó:
Ayer era una niña que coleccionaba muñecas
de porcelana, todo el tiempo me habían parecido perfectas…y tan frágiles a la
vez. Sentía la necesidad de protegerlas, de amarlas y escucharlas, como siempre
quise que alguien lo hiciera por mí. Sé que suena tan loco e ilusorio, pero era
una niña llena de temores pero también atestada de sueños por vivir. Es
gracioso, hoy soy una adolescente más, escribiendo una carta de despedida, qué
decepción es terminar así, pero resulta que no hay nada para que yo pueda
cambiar las cosas, todo se acabó para mí, no necesito absolutamente…nada. Ni
deseos de respirar, de reír, de luchar. No les pido que me lloren, porque en su
momento nunca estuvieron para mí, ni les pedí auxilio, no hubo nadie, no seamos
hipócritas. Tampoco quiero que sientan culpabilidad en sus corazones; Mi muerte
es la liberación de otros. Por favor no finjan extrañarme mientras observan mi
ataúd, no es necesario, pues yo ya no estaré allí, ni en ningún otro lugar. Si
alguien alguna vez me amó de verdad, sepa usted que siento mucho abandonarle, y
le suplico no se culpe de mis actos, y viva en mi honor.
Llanamente, me cansé de ser destruida, lo
intenté pero tristemente perdí mi canción. Abandoné mi poema, solté la cuerda,
bajé de la montaña, dejé el borde del pozo. Caí.
Extrañaré el calor del sol en las mañanas,
la compañía de la luna en mis desvelos, el olor a tierra mojada, el contacto de
mis pies al suelo, la pieza musical que aminoraba mis penas, la delicia de cada
sabor. Pero nada de eso vale el nudo en mi garganta, ni el frío de mi piel
entera, el gris de todo lo que tocasen mis manos.
Ya he retrasado en demasía lo inevitable,
únicamente quería despedirme de todos los que trataron de salvarme, y de los
que provocaron mi fin, también.
Arre, Silver, Adelante!
Arre, Silver, Adelante!
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