Josefina era una muchacha soñadora, infantil y con cambios de humor extraños. Siempre se dedicó a tomar malas decisiones que arrastraban a la gente que quería o decía querer. Ni ella misma lo sabía.
Mientras más amaba a una persona, mientras con más intensidad la quería en su vida, más la hería y alejaba. Era una situación que la pobre Jose no podía controlar, era como si todo lo que tocara lo convirtiera en piedra. De alguna manera, Josefina estaba condenada a vivir sola, a llenar su vacío con pequeñeces que tan rápido como venían se iban. La chica era mala sin querer serlo, atacaba y siempre estaba a la defensiva, siendo que el peligro estaba dentro de ella. Escapaba de monstruos, siendo que ella era la representación de algo maligno. Ella era una persona muy triste, en los rincones se le encontraba y se le veía con lástima.
Una vez intentó ser un payaso, pero más que risas, provocaba lágrimas a quien tuviera la mala fortuna de toparse con ella. En cada letra que escribía se tatuaba el dolor que sentía, cada marca era ocasionada por ella misma. Sola se autodestruía con el tiempo, hasta despedazarse el alma. ¿Qué ser puede actuar así? ¿Qué persona aleja corazones que quieren ayudarla a ser feliz? Josefina fue tan estúpida porque creyó que aquel ser bello era su ángel guardián, y tarde se dio cuenta de que eso no era más que el principio de una larga y agónica fila de pérdidas. Jose se hacía la mártir sin en realidad serlo, le agradaba aunque no lo aceptara, producir una profunda pena. Ella era muy oscura por dentro y muy pálida de la piel, sus manos escondían cuchillos que en el fondo deseaba nunca utilizar. Dentro de su cabeza surgía una guerra entre sus demonios y lo poco de bondad que poseía. Jose era muy ingenua e inocente, pero al caer la noche se volvía una bruja.
miércoles, 29 de agosto de 2012
lunes, 27 de agosto de 2012
El dolor te impulsará
Alguna vez leí que espiritualmente cuando una persona llega al final del pozo de la depresión, se encuentra con un trampolín que le regresa a la luz, a la felicidad. Que a veces debemos tocar fondo para darnos cuenta de lo que realmente somos, de lo que valemos en el mundo y para nosotros mismos, de lo que nos identifica.
Sin tormenta no habría un arcoíris, sin tristezas no apreciaríamos las alegrías. Aunque sea difícil aceptarlo al inicio, toda acción conlleva a una reacción, todo suceso contiene un por qué. Si algo se nos es arrebatado, es porque quizá se nos dejará a merced cosas mejores e inimaginables, entonces nos reiremos al haber sufrido tanto por algo que en realidad era muy poco para nosotros. Te puedo asegurar que así será.
Podemos pensar que la vida es injusta, que nos ha maltratado, pero también nos ha enseñado a ser fuertes; si seguimos aquí definitivamente es porque lo somos. Cada cicatriz es un trofeo a nuestra vitalidad, a las barreras que hemos superado, al dolor que hemos resistido, a las lágrimas que hemos derramado. Cada esfuerzo, tiene su recompensa.
Recuerda que si la existencia no tuviese sus dificultades, no valdría la pena. La vida sería monótona y fría. Cáete amigo mío, pero por favor levántate, te juro que te queda tanto por sufrir y por disfrutar, tanto por reír y llorar, tanto por vivir. No te rindas, porque no es grato llegar al día de tu muerte sin haber sido una persona vital. Haz que ese día sea diferente, que mueras con una sonrisa en los labios; porque nunca abandonaste la lucha, porque actuaste y jamás te conformaste, porque entonces, merecerás descansar en una paz infinita.
El más profundo dolor siempre terminará por impulsarte a la felicidad.
domingo, 26 de agosto de 2012
Estaba enamorada...
Exactamente así me sentía, mas nunca quise aceptarlo abiertamente. Pero inconscientemente, el amor, ahí estaba acechándome, robándome suspiros. Lo único que hice fue reírme y continuar con mi vida, no permití que las cosas se salieran de mi control, o bueno, al menos eso intenté. Hasta ahora me vengo dando cuenta de que, esencialmente, estaba enamorada, profundamente enamorada. Ni siquiera el alcohol me ha ayudado a olvidar al triste muchacho de ojos intensos, mi mente enloqueció desde el día que partió, únicamente me muestra su distorsionada imagen. ¿Qué me pasa?
Confundí las mariposas con malestar físico, fingí que mi poesía no se basaba en experiencias propias cuando en realidad, al escribir, una voz desconocida me susurraba su nombre tan perfecto y me hacía sonreír. Y a esa parte he querido llegar con todo, a pesar de todos mis problemas, yo me sentía sinceramente feliz. Nada de disfraces, ni lágrimas por las noches, ni música triste, ni nada que no fuera una tranquilidad inmensa, un "¿Cómo te va?" que ha sido reemplazado ahora por unos cuantos "¿Cómo le irá? ¿Estará bien? ¿Pensará en mí?". Es cierto, el mayor y más estúpido error del ser humano es caer en el mismo error más de dos veces, eso me sucedió a mí. Lo peor de todo, es que pasó sin que yo me diera cuenta, supe entonces que estaba enamorada cuando añoraba su presencia, cuando lloraba a su ausencia, cuando me quebraba mil veces la cabeza y me estrujaba los sesos tratando de olvidarme de él. Me enteré que estaba enamorada cuando a cachetadas el corazón me hizo ver todos los recuerdos que forjé sin notar el paso del tiempo a su lado, cuando perdí por completo la razón, cuando no hallaba historias para escribir, cuando regresó la música triste, los disfraces, las lágrimas por las noches, la marea. Qué tonta he sido para no darme cuenta de que realmente le quería, yo lo hacía.
Confundí las mariposas con malestar físico, fingí que mi poesía no se basaba en experiencias propias cuando en realidad, al escribir, una voz desconocida me susurraba su nombre tan perfecto y me hacía sonreír. Y a esa parte he querido llegar con todo, a pesar de todos mis problemas, yo me sentía sinceramente feliz. Nada de disfraces, ni lágrimas por las noches, ni música triste, ni nada que no fuera una tranquilidad inmensa, un "¿Cómo te va?" que ha sido reemplazado ahora por unos cuantos "¿Cómo le irá? ¿Estará bien? ¿Pensará en mí?". Es cierto, el mayor y más estúpido error del ser humano es caer en el mismo error más de dos veces, eso me sucedió a mí. Lo peor de todo, es que pasó sin que yo me diera cuenta, supe entonces que estaba enamorada cuando añoraba su presencia, cuando lloraba a su ausencia, cuando me quebraba mil veces la cabeza y me estrujaba los sesos tratando de olvidarme de él. Me enteré que estaba enamorada cuando a cachetadas el corazón me hizo ver todos los recuerdos que forjé sin notar el paso del tiempo a su lado, cuando perdí por completo la razón, cuando no hallaba historias para escribir, cuando regresó la música triste, los disfraces, las lágrimas por las noches, la marea. Qué tonta he sido para no darme cuenta de que realmente le quería, yo lo hacía.
sábado, 25 de agosto de 2012
Cuatro años hacia delante VI
Pasaron
algunos días y finalmente Cecilia decidió hablar con Eduardo. Aparentemente el
chico se lo tomó bien, y digo aparentemente puesto que su cara se contrajo un
poco y falló en el intento de mostrarnos una sonrisa de aceptación. Mas no
decidí hondear en el tema, ya que egoístamente no deseaba que al final Ceci se
arrepintiera de realizar los viajes por “culpa” de Eduardo.
-Entonces,
¿de verdad no hay ningún problema? – insistió Ceci a Eduardo.
-Ya te
dije que no – sonrió él – ve y diviértete con las chicas. Yo estaré bien.
-Te
prometo que volveremos.
-No tienes
que prometerlo, sé que lo harán chaparra – rió tiernamente y yo me enternecí.
-Deberías
venir con nosotras…
-Sabes que
no puedo – se puso serio – mi trabajo, no me lo permite, simplemente no. Aquí
las voy a esperar.
-De
acuerdo – bufó Ceci con resignación – Voy a extrañarte muchísimo.
-Yo
también – respondió Eddie – a las tres las extrañaré como no tienen una idea.
Ángela,
Ceci y yo nos acercamos a Eduardo y lo abrazamos con algunas lágrimas en los
ojos.
-Pero ya
tranquilicémonos – dije – Aún no nos vamos, todavía tenemos muchos lugares en
donde convivir por aquí – reí – además, reitero, volveremos.
-Ella
tiene razón – dijo Ángela – animémonos.
Desfilaron
aún más días, visitamos todo tipo de lugares, tomamos fotografías, volvimos a
revivir viejos recuerdos de la adolescencia, nos alcoholizamos. En fin, debo
decir que no hubo lugar en aquella ciudad que no tocáramos. Un día cualquiera,
me encontraba en la casa de Eduardo. Cecilia y Ángela se habían ido a ver una
película mientras que Eddie y yo optamos por no ir. Era una tarde lluviosa y
fríamente veíamos la televisión.
-¡Qué
programa tan estúpido! – murmuré entre risas mientras veía a un montón de
personas gritando y saltando en medio de confeti del cual pensé que terminaría
en sus gargantas, asfixiándolos.
-Ya sé –
rió Eduardo también – me sorprende que haya gente a la que le guste ver esto –
tomó el control remoto y apagó la televisión.
-Tal vez
debimos acompañar a las chicas – dije estirándome un poco en el sillón.
-Tal vez –
repitió Eduardo.
-¿Qué me
miras?
-Nada –
rió – cambiaste tanto.
-Sí, pasé
de fea a re fea – me eché a reír.
-No seas
tonta – acompañó mis risas – es sólo que…no sé, estás diferente y a la vez
sigues siendo la misma chamaquita berrinchuda.
-¡Tarado! –
reí arrojándole con fuerza un cojín.
-No colmes
mi paciencia, ni me retes mocosa – repitió en una gran sonrisa.
-Estúpido –
le saqué la lengua sintiéndome regresar cuatro años atrás.
Eduardo
tomó un montón de cojines y me los empezó a arrojar sin piedad, entre risas lo
imité iniciando una guerra por demás divertida y bizarra. Le dije que me rendía
y le pedí que se detuviera, en cuanto lo hizo me arrojé sobre él y arremetí contra
su rostro con una almohada, dos, tres, cuatro veces. Eddie me arrebató la
almohada y la lanzó, tomó de mi cintura y ahora era él el que estaba sobre mí.
Todo se
tornó incómodamente diferente, me enrojecí al notar el cambio.
Eduardo no
dejaba de mirarme mientras relamía sus labios casi inconscientemente. Sabía lo
que venía, pero en lugar de moverme sólo cerré los ojos.
Mi mejor
amigo iba a besarme.
Flashback
No hice nada por detener el beso, al
contrario, coloqué mis brazos alrededor de su cuello y él comenzó a acariciar
mi espalda de manera que hizo resucitar cada una de mis terminaciones. Esa
forma de besarme, no había cambiado demasiado, lo único era la urgencia con que
lo hacía, como si fuera la única oportunidad, como si yo pudiera escaparme de
sus labios. El sentir su dulce lengua dentro de mi boca me volvió loca, fue
como si de pronto mi cuerpo descubriera que estaba vivo, que podía moverme, que
podía reír, amar, llorar, sentir. Con Ian, sentía, realmente SENTÍA.
El sueño tuvo que terminar, Carlo carraspeó
incómodo y yo inmediatamente reaccioné separándome de Ian. Limpié tontamente mi
boca y dirigí mi mirada al vaso que tenía en frente. Nadie hizo ningún otro
comentario durante el tiempo que estuvimos ahí. Después de unos cuantos cantantes más,
decidimos regresarnos, ya era de noche y honestamente Ángela y yo estábamos
cansadísimas. Todos subimos al auto de Carlo, al deslizarme en el asiento me acomodé
perezosamente y sin darme cuenta caí dormida.
-Pequeña, ya llegamos a casa – oí una voz que inmediatamente quise ignorar. Pero al final, abrí los ojos. Me encontraba recostada sobre Ian, obviamente me quité con rapidez tambaleándome un poco, él se rió de mí y yo le lancé una mirada fulminante.
Entramos a la casa después de despedirnos de
Carlo y Natalia.
-Ian, ¿seguro dormirás bien en el sillón? –
preguntó Ángela maternalmente.
-Seguro – sonrió soberbio el aludido – a menos
que ella – me señaló – me regale un espacio en mi cama.
-¡Que tengas dulces sueños en el sillón! –
Grité colérica, alejándome y dirigiéndome a su recámara, oyendo las risas de
Ian y Ángela desde lejos.
Azoté la puerta del cuarto teatralmente, para
darle énfasis a mi enfado. Pero en cuanto estuve sola, me dejé caer
completamente ruborizada. Toqué mis labios y cerré los ojos, recordando el
momento vivido horas atrás, deseando que aquel beso no hubiera terminado jamás.
Volví a la realidad, me puse mi pijama y me arropé en las sábanas de la suave
cama.
Qué ironía.
Imaginé estúpidamente a Ian durmiendo junto a
mí. Golpeé mi cabeza mentalmente varias veces, odiándome un poco. Traté de
olvidar que él estaba afuera. Cerré los ojos y me obligué a dormir.
Fin del flashback.
Fin del flashback.
Promesas/Decepciones
Que equivocados estábamos
Al pensar que la eternidad iba a ser “para siempre estaré”.
Me prometiste y me mentiste, te prometí nunca mentir.
Fíjate, un castigo haz de merecer
Al pensar que la eternidad iba a ser “para siempre estaré”.
Me prometiste y me mentiste, te prometí nunca mentir.
Fíjate, un castigo haz de merecer
Decepción es algo que no hubo entre los dos
y al final tú lo hiciste algo real
tacha todas las veces que te dije algo desde el corazón
retiro lo dicho
Recuerda que siempre tú fuiste
quien me daba ganas de ser un hombre de bien
no tienes mas corazón lo diste a beneficencia de él
pobre de él
Agradece y pide
que todo lo que te deseo
nunca jamás se haga realidad
destrozaste mi sueño con tu orgullo
te arrepentirás ya verás
Decepción es algo que no hubo entre los dos
y al final tú lo hiciste algo real
tacha todas las veces que te dije algo desde el corazón
retiro lo dicho
Recuerda que siempre tú fuiste
quien me daba ganas de ser un hombre de bien
encaja esta espada en tu yugular
experiencia tendrás
muchas veces me encajaste tus promesas
Llévame colgado en tu garganta como una medalla
te estiraré mucho me encanta verte ahogándote
tu piel se hace azul y no te ves tan mal
No nací para amar
ya aprendí que sólo causa el mal
no nací para amar
batallé pero te deje en paz
y al final tú lo hiciste algo real
tacha todas las veces que te dije algo desde el corazón
retiro lo dicho
Recuerda que siempre tú fuiste
quien me daba ganas de ser un hombre de bien
no tienes mas corazón lo diste a beneficencia de él
pobre de él
Agradece y pide
que todo lo que te deseo
nunca jamás se haga realidad
destrozaste mi sueño con tu orgullo
te arrepentirás ya verás
Decepción es algo que no hubo entre los dos
y al final tú lo hiciste algo real
tacha todas las veces que te dije algo desde el corazón
retiro lo dicho
Recuerda que siempre tú fuiste
quien me daba ganas de ser un hombre de bien
encaja esta espada en tu yugular
experiencia tendrás
muchas veces me encajaste tus promesas
Llévame colgado en tu garganta como una medalla
te estiraré mucho me encanta verte ahogándote
tu piel se hace azul y no te ves tan mal
No nací para amar
ya aprendí que sólo causa el mal
no nací para amar
batallé pero te deje en paz
Retiro lo dicho
recuerda que siempre tú fuiste
quien me daba ganas de ser un hombre de bien
no tienes mas corazón lo diste a beneficencia de él
pobre de él.
recuerda que siempre tú fuiste
quien me daba ganas de ser un hombre de bien
no tienes mas corazón lo diste a beneficencia de él
pobre de él.
viernes, 24 de agosto de 2012
Marea
En estos precisos momentos, ni siquiera yo entiendo qué mierda pasa por mi cabeza. Tantas actitudes que nunca comprendí, tantas cosas que me quedaron por descubrir, estancándose en una clase de terrible maldición. No existe actividad que más deteste que el llorar, eso de derramar lágrimas por quien no te quiere, es infantil, inútil, masoquista. Y sin embargo, lo hago sin poder evitarlo. Siento un vacío, un hueco en el pecho que no logro llenar con nada, tan sólo unos cuantos acontecimientos adornan el dolor, mas cuando se entrega la noche, los fantasmas de mi mente amenazan con matarme el alma, con acabar de destruirme. ¿Por qué? honestamente no lo sé, el miedo me persigue todos los días. Ni las putas pastillas que trago a diario lograr curarme por completo, ni el alcohol mostrándome imágenes borrosas, ni los cigarrillos que al final de cuentas terminan siendo un mal placebo. Verdaderamente estoy hastiada de estas vivencias, una incertidumbre nace en mi garganta, sofocándome, y lo peor de todo es que no acaba con mis existencia. Disfruta mi agonía, si se le puede llamar de esa forma. Mis amigos son tristes vendas alrededor de mis brazos y piernas, que yo misma en mi desesperación he arrancado, agravando aún más las heridas. Patéticamente, ni escribir tranquiliza mi espíritu, nada me proporciona paz.
¿Qué hacer? Ya no se trata de una dama triste, sino de una dama que se extingue a cada paso que da, quebrándose ante cada jodido parpadeo. Una mujer que duerme demasiado para huir aunque sea, de un pedazo de la realidad, que sonríe estúpidamente pero que por dentro, sufre algo que nadie podría entender nunca. Casi un objeto inanimado. Pasan las horas, los días, las semanas, los meses, nada cambia mi estado de ánimo. Me preocupa terminar por desaparecer de verdad, para siempre. Aunque pensándolo mejor, eso estaría bien, sería mejor que el dolor, morfina.
Eso es bueno,
eso es bueno...
¿Qué hacer? Ya no se trata de una dama triste, sino de una dama que se extingue a cada paso que da, quebrándose ante cada jodido parpadeo. Una mujer que duerme demasiado para huir aunque sea, de un pedazo de la realidad, que sonríe estúpidamente pero que por dentro, sufre algo que nadie podría entender nunca. Casi un objeto inanimado. Pasan las horas, los días, las semanas, los meses, nada cambia mi estado de ánimo. Me preocupa terminar por desaparecer de verdad, para siempre. Aunque pensándolo mejor, eso estaría bien, sería mejor que el dolor, morfina.
Eso es bueno,
eso es bueno...
jueves, 23 de agosto de 2012
miércoles, 22 de agosto de 2012
Sólo somos amigos
Confidencias,
abrazos inesperados, besos tronados. Sólo amigos. Aventuras estúpidas, gestos
tontos, risas incontrolables, ¿Fraternidad?
Nos hemos
conocido hace un buen tiempo, te he visto sonreír pero también te he visto
llorar. Somos amigos en medio de tanta adversidad, nos hacemos ver nuestros
errores y nos regalamos críticas constructivas mutuamente. Te he querido y me
has querido inmensamente. Yo, especialmente desde que te vi por primera vez.
Amo cada caricia tuya, cada beso y cada abrazo; me recorre un escalofrío cuando
me miras, cuando me haces ver lo importante y especial que yo soy para ti.
Adoro descomunalmente la emoción de que alguien tape mis ojos con sus manos e inmediatamente saber
que ese alguien eres tú. Despeinarte, tomar tu mano, comenzando y terminando el día,
siempre contigo. Siempre mi amigo. Cuanto te quiero. Me reconforta saber que
estarás todo el tiempo que te necesite, que serás mi paño de lágrimas, mi salvación,
mi escape, mi catarsis. De igual manera me tranquiliza saber que eso soy yo
para ti también, y sé desde lo más profundo de mi alma que bajo cualquier circunstancia
te protegeré. Eres mi mejor amigo. Somos tan diferentes y tan parecidos al
mismo tiempo, tú escuchas rock y yo me inclino a la música clásica, tus colores
favoritos son el esmeralda y el negro, el mío es el rosa, te encanta la pizza, a
mí el espagueti. Nos complementamos infinitamente, hasta el punto de
transformarnos en una sola persona. Somos todo y nada, somos amigos.
Yo te amo,
pero jamás lo sabrás.
martes, 21 de agosto de 2012
Andar conmigo
Hay tanto que quiero contarte
hay tanto que quiero saber de ti
ya podemos empezar poco a poco
cuéntame, qué te trae por aquí
No te asustes de decirme la verdad
eso nunca puede estar así tan mal
yo también tengo secretos para darte
y que sepas que ya no me sirven más
Hay tantos caminos por andar...
dime si tú quisieras andar conmigo
cuéntame si quisieras andar conmigo
Estoy ansiosa por soltarlo todo
desde el principio hasta llegar al día de hoy
una historia tengo en mi para entregarte
una historia todavía sin final
Podríamos decirnos cualquier cosa
incluso darnos para siempre un siempre no
pero ahora frente a frente, aquí sentados
festejemos que la vida nos cruzó
Hay tantos caminos por andar...
dime si tú quisieras andar conmigo
cuéntame si quisieras andar conmigo.
Julieta Venegas.
lunes, 13 de agosto de 2012
Hemos sido amigos
Hemos sido amigos juntos,
Bajo el sol y la sombra;
Desde que los castaños cobijaron
Los primeros juegos de la infancia.
Pero la frialdad habita tu corazón,
Una nube flota sobre tu frente;
-Hemos sido amigos juntos-
¿Es una palabra la que nos separa?
Hemos sido alegres juntos;
Hemos reído como pequeños duendes;
Pues la esperanza brotaba como una fuente
Cálida y jubilosa en nuestros pechos.
Pero ahora la risa huye de tus labios,
Y una hosca oscuridad brilla en tu frente;
-Hemos sido alegres juntos-
¿Es una palabra la que nos separa?
Hemos sido tristeza juntos,
Hemos llorado con lágrimas amargas,
Sobre el pasto que cubre las tumbas,
Donde yacen las primeras esperanzas.
Allí duermen las voces silenciosas
Que limpiarán la penumbra de tu frente;
-Hemos sido tristeza juntos-
¿Qué podría separarnos ahora?
Bajo el sol y la sombra;
Desde que los castaños cobijaron
Los primeros juegos de la infancia.
Pero la frialdad habita tu corazón,
Una nube flota sobre tu frente;
-Hemos sido amigos juntos-
¿Es una palabra la que nos separa?
Hemos sido alegres juntos;
Hemos reído como pequeños duendes;
Pues la esperanza brotaba como una fuente
Cálida y jubilosa en nuestros pechos.
Pero ahora la risa huye de tus labios,
Y una hosca oscuridad brilla en tu frente;
-Hemos sido alegres juntos-
¿Es una palabra la que nos separa?
Hemos sido tristeza juntos,
Hemos llorado con lágrimas amargas,
Sobre el pasto que cubre las tumbas,
Donde yacen las primeras esperanzas.
Allí duermen las voces silenciosas
Que limpiarán la penumbra de tu frente;
-Hemos sido tristeza juntos-
¿Qué podría separarnos ahora?
Caroline Elizabeth Sarah Norton
domingo, 12 de agosto de 2012
"Puede creer todo lo que quiera; en espíritus, en la otra vida, en el cielo y el infierno, pero cuando se trata de este mundo, no se haga la idiota, porque usted puede decirme que pone su fe en Dios para llegar al final del día, mas cuando se trata de cruzar la calle, estoy seguro de que mira a ambos lados"
-Dr. House
Locura
¿Ves esas paredes desgastadas rodeándote? ¿Y esos trazos extraños que te persiguen hasta en sueños? Todo se torna de color gris, entonces comienzas a reír. Te burlas del dolor, del sentimiento de vacío que te rodea, las lágrimas encharcan tu rostro, sigues riéndote con amargura. ¿De qué? No sabes, ni tienes la mínima idea.
Y el tiempo transcurre sin que nada cambie...
Ya no soy capaz ni siquiera de llorar. El vacío insiste en tragarme poco a poco, el dolor se a tornado insoportable, y siento miedo, mucho miedo. Mi cerebro no deja de arrojarme pensamientos siniestros, tortuosos, y oscuros, que inclusive dificultan mi respiración. No puedo manejar tanto sufrimiento, de verdad no puedo. A veces quisiera quedarme dormida para no volver a abrir los ojos. Me encuentro estúpidamente sola y ninguna nueva historia se presentará en mi vida para arreglarme el corazón.
Son tantas cosas que no sé por dónde comenzar, ya no tengo nada. Me extingo sin encontrar algo de que aferrarme. ¿Sería demasiado decir que no me apetece vivir?
Son tantas cosas que no sé por dónde comenzar, ya no tengo nada. Me extingo sin encontrar algo de que aferrarme. ¿Sería demasiado decir que no me apetece vivir?
La diferencia entre tú y yo
La diferencia entre tú y yo
Nunca he llegado a comprenderla realmente, porque tú y yo
Sabemos como hacernos daño sin quererlo, porque tú y yo
Somos polos opuestos
Yo soy desordenado soy un niño encarcelado,
Le temo a mi pasado y a tu pasado y tú no,
Tú y yo, elemental
Pero que difícil es
Nunca he llegado a comprenderla realmente, porque tú y yo
Sabemos como hacernos daño sin quererlo, porque tú y yo
Somos polos opuestos
Yo soy desordenado soy un niño encarcelado,
Le temo a mi pasado y a tu pasado y tú no,
Tú y yo, elemental
Pero que difícil es
Es mi vida y volveré a perder el sueño
No encontraré el enigma eterno
La diferencia entre tú y yo
Si me preguntas cómo estoy
Tu risa apagará mi lucha interna
Consumirá la duda, la tortura
Me darás respuesta a todos mis porqués
La diferencia entre tú y yo
¿Tú cómo estás? Bien, yo ¿Cómo estoy? ¡bah!, Tú y yo
Uno se ríe de sí mismo, el otro llora lo que no es
Que sólo es un error
Yo no tengo más que dos o tres amigos y la vida
Tú crees que todo el mundo va curarte las heridas
Tú y yo, tan absurdo
Que quiero desaparecer
Es mi vida y volveré a perder el sueño
No encontraré el enigma eterno
La diferencia entre tú y yo
Si me preguntas como estoy
Tu risa apagará mi lucha interna
Consumirá la duda, la tortura
Y darás respuesta a todos mis porqués
Y sé que en mi mente hay un desorden de preguntas
La inseguridad inútil y absurda, tú lo sabes bien
Y si algún día asomándome a la vida
Me diera cuenta que no hay más melancolía, volvería por ti
Si me preguntas como estoy
Tu risa apagará mi lucha interna
Consumirá la duda, la tortura
Me darás respuesta a todos mis porqués
La diferencia entre tú y yo
¿Tú cómo estás? Bien, yo ¿Cómo estoy? ¡bah!, Tú y yo
Uno se ríe de sí mismo, el otro llora lo que no es
Y pienso es hermosísimo.
No encontraré el enigma eterno
La diferencia entre tú y yo
Si me preguntas cómo estoy
Tu risa apagará mi lucha interna
Consumirá la duda, la tortura
Me darás respuesta a todos mis porqués
La diferencia entre tú y yo
¿Tú cómo estás? Bien, yo ¿Cómo estoy? ¡bah!, Tú y yo
Uno se ríe de sí mismo, el otro llora lo que no es
Que sólo es un error
Yo no tengo más que dos o tres amigos y la vida
Tú crees que todo el mundo va curarte las heridas
Tú y yo, tan absurdo
Que quiero desaparecer
Es mi vida y volveré a perder el sueño
No encontraré el enigma eterno
La diferencia entre tú y yo
Si me preguntas como estoy
Tu risa apagará mi lucha interna
Consumirá la duda, la tortura
Y darás respuesta a todos mis porqués
Y sé que en mi mente hay un desorden de preguntas
La inseguridad inútil y absurda, tú lo sabes bien
Y si algún día asomándome a la vida
Me diera cuenta que no hay más melancolía, volvería por ti
Si me preguntas como estoy
Tu risa apagará mi lucha interna
Consumirá la duda, la tortura
Me darás respuesta a todos mis porqués
La diferencia entre tú y yo
¿Tú cómo estás? Bien, yo ¿Cómo estoy? ¡bah!, Tú y yo
Uno se ríe de sí mismo, el otro llora lo que no es
Y pienso es hermosísimo.
Darien el payaso.
Erin era una
niña pecosa de nueve años, bastante solitaria, amante de las historietas y
sumamente inteligente. Ella vivía en un pueblo pequeño junto con su abuelo, con
el que rara vez podía convivir. Las únicas ocasiones en que podía hablar con
él, eran a la hora del desayuno y la cena, cada intento de Erin por acercarse con
más profundidad a su abuelo, ya fuera para pedirle un consejo o simplemente
para charlar, fracasaba ante la indiferencia y gran cansancio de él. La razón
por la que Erin viviese únicamente con su abuelo, era que sus padres habían
fallecido en un trágico accidente de auto después de haber acudido a una
fiesta, entonces a partir de ese día, el anciano era la única familia que la
chica poseía.
Erin acudía
a una pequeña escuela, la única del pueblo. Y a pesar de que ella era por demás
amable y cariñosa con las personas, nunca consiguió hacerse de un amigo, debido
a su inteligencia era la alumna favorita de la maestra Nora, pero la más
rechazada por sus compañeros. La pobre
niña realizaba intentos vanos por conseguir alguna compañía que no fuera la de
sus historietas o peluches, alguien con quien compartiera sus vivencias, sus
alegrías y también sus penas, alguien para hacer pijamadas, jugar con las
muñecas y todo eso que las niñas de su edad normalmente hacían. Y nada más
entablaba conversación con una niña o niño, éstos se alejaban aburridos de la
actitud demasiado madura para su edad.
Al regresar
de la escuela, la podías reconocer inmediatamente, con su largo cabello rojo
cayendo en su espalda, su vestido floreado, su tierna carita llena de pecas, y siempre
con un libro grueso bajo el brazo, dirigiéndose completamente sola a casa. Al
entrar a su hogar, lo primero que hacía era colocar su mochila rosa sobre un
sillón y encender la radio, posteriormente se dirigía a la cocina a prepararse
un par de sándwiches.
Después de
comer, Erin se acomodaba en su escritorio y animada se disponía a hacer su
tarea. Ese día, la niña estaba sumergida en la resolución de un problema de
matemáticas, cuando escucho unas risillas afuera. Curiosa, abandonó lo que
estaba haciendo y se dirigió a la ventana. Frente a su casa había un modesto
parque donde los niños acudían sin falta, todos menos ella por supuesto. Erin
se sintió repentinamente triste, quería salir y divertirse junto con los demás
niños. Rápidamente se quitó su vestidito reemplazándolo por unos pantalones de
mezclilla, una camiseta blanca y unos tenis rosa. Tímidamente salió de su casa,
cruzó la calle y se acercó a sus compañeros.
-¡Hablando
de la reina de Roma! – Bufó una niña dientona y de ojos verdes. Erin bajó la
cabeza.
-¡Erin salió
de su cueva! – Gritó otro niño y todos los demás empezaron a reír.
-¿Qué no
tienes un libro qué leer? – dijo la niña dientona de manera venenosa.
-Am –
tartamudeó Erin – No, yo…quería saber si podía jugar con ustedes.
Todos los
niños empezaron a reír con saña, mirándola con horror.
-Estás loca –
murmuró un niño lindo de ojos azules y rostro angelical – eres la niña rara,
quién sabe qué podrías hacernos – fingió un escalofrío.
-Juega con
tus peluches – rió una niña más que para variar era vecina de Erin – ¡Bye bye!
La inocente
Erin miró a todos por unos segundos, ninguno de ellos la apoyó, ni mucho menos
la defendió. Chilló algo ininteligible y salió corriendo directo a su hogar.
Al ingresar
a la casa, azotó la puerta y se dejó caer tras de ella. Buscó a tientas su oso
de peluche favorito y se aferró a él como un bebé, llorando amargamente.
-No llores –
se escuchó una voz con algo de eco y sinceramente algo siniestra – no llores –
repitió a modo de consuelo. Erin sintió un escalofrío recorrerle la espalda,
esa voz no trasmitía ni paz, ni confianza.
-¿Quién
eres? – preguntó irguiéndose y buscando al propietario de aquella fantasmal
voz.
-Yo sólo
quiero ser tu amigo – respondió.
Erin
retrocedió con temor cuando distinguió en una esquina, cerca del televisor a
una sombra de gran altura. Para el horror de la niña, la sombra empezó a
acercársele hasta verse iluminada. Erin frunció el seño ante lo que sus ojos
estaban viendo, estaba casi segura de que se trataba de un sueño de mal gusto.
Frente a
Erin no había otra cosa que un payaso de ojos profundamente negros, sonrisa
blanca y perfecta, enormes zapatos y todo lo que cualquier payaso común y
corriente posee.
-Hola –
saludó el payaso con un movimiento de mano – Soy el payaso Darien. Y vengo de
un mundo mágico para llevarte conmigo, ya no tienes que sufrir más pequeña, ya
no más.
jueves, 9 de agosto de 2012
Cuatro años hacia delante V
En cuanto me alejé, comencé a correr
atormentada. Me dirigí a los baños, me encerré en un cubículo y lloré
amargamente. Me odiaba por seguir sintiéndome afectada por sus palabras.
Indirectamente él estaba reclamándome y a la vez agradeciéndome por mi partida,
¿quién se creía que él era? Pues él me había fallado primero a mí, haciéndome
pedazos. ¿Qué derecho tenía de quejarse si una y mil veces con acciones me
había dejado en claro que no me amaba como yo lo hacía?
Fin del flashback
Aquel
silencio comenzaba a molestarme, si Cecilia planeaba darnos una respuesta,
esperaba que fuera para hoy y no dentro de otros cuatro años.
-¿Entonces? –
Insistí - ¿Vendrás con nosotros?
-Yo –
tartamudeó la aludida – no, no puedo irme.
-¿Por qué
no? – soltó Ángela con decepción en la voz.
-Pues, mi
trabajo, mi vida está hecha aquí, ya eché raíces en esta ciudad.
-¡Por favor!
Te lo creería si ya estuvieras casada y con mil hijos – bufé – pero no es así,
eres libre de conocer el mundo – dije con ensoñación.
-No es tan
fácil, no tengo tanto dinero para malgastarlo como ustedes – se enojó.
-Cecilia –
empezó Ángela con su voz maternal – Bien sabes que no necesitas dinero para ir
con nosotros, hasta nos ofendes, el “tesoro” que acumulamos durante todos estos
años es suficiente para las tres, incluso hasta nos sobra – se burló arrogante –
conoceremos algunos lugares fuera del país y después regresaremos, te lo
prometo.
-¿Volveremos
aquí? – se calmó Cecilia.
-Claro,
hemos estado pensándolo – dije mirando a Ángela – y esta ciudad es muy hermosa
para “echar raíces” – me reí – regresaremos después de nuestros viajes. ¡Por
favor ven con nosotros! – rogué juntando las manos.
-No sé –
volvió a decir Cecilia moviéndose de un lado a otro mientras que Ángela y yo la
seguíamos con la mirada – No quiero dejar solo aquí a Eduardo, él es como
familia para mí y su vida es muy solitaria.
-Familia –
dije irónica - ¿aún estás enamorada de él?
Silencio.
Recordé esas
épocas, y regresé algunos años atrás, más exactamente cuatro. Cecilia se sentía
profundamente atraída hacia Eduardo, yo siempre noté que formaban una pareja
preciosa, puesto que se llevaban muy bien. Pero cada vez que intentaba indagar
con Eduardo, me daba largas o ingeniosamente me cambiaba el tema. En mis
pláticas con Cecilia, ella me decía que intentaba llamar su atención, lanzándole
indirectas, coqueteándole e incluso sugiriéndole que lo amaba. A veces parecía
que en cualquier momento Eduardo se le declararía y que sentía lo mismo por
ella, pero en otros momentos se portaba distante, frío, o simplemente la
trataba como una amiga más. Mi pobre amiga se frustró mucho, lloraba en mi
hombro contándome sus penas, mi mejor amigo ni se inmutaba. Fue hasta un día
que mi enojo hacia la actitud de Eduardo
fue muy grande, me planté ante él y le exigí de mala manera que fuera claro con
Cecilia. Todavía recuerdo la forma en la que me miró, se notaba sinceramente
sorprendido, se rascó la cabeza con duda y soltó un suspiro; entonces me dijo
que estaba enamorado de alguien más (nunca quiso decirme de quién) y que por
Cecilia no sentía más que un enorme cariño fraternal. Esa vez me sentí muy triste,
me refugié en los brazos de Ian y lloriqueando le pedí un consejo, él me dijo
que le hablara a mi amiga con la verdad, para que no se siguiera ilusionando.
Así lo hice, mi amiga prometió olvidarlo, entonces yo me fui de Guadalajara y
no supe más.
-Claro que
no – rió Cecilia. Ángela y yo suspiramos aliviadas – te repito que es como mi
familia, en estos años y que por mera casualidad terminamos en la misma ciudad,
nos acercamos más. Entonces me di cuenta de que era un muchacho increíble,
encontré en él al hermano mayor que nunca tuve. Lo quiero y no me gustaría
abandonarlo.
-No nos
iremos para siempre – dije sonriente – regresaremos aquí y comenzaremos una
nueva vida. No lo abandonarás amiga, de verdad no.
Ángela y yo
miramos a Cecilia excitadas, esperando una respuesta afirmativa.
-Cómo joden –
rió Ceci – Hablaré con Eduardo del asunto, seguro no tendrá problemas. Acepto
ir con ustedes.
Ángela
empezó a dar saltitos emocionada abrazando a Cecilia, yo la imité. Las cosas
estaban saliendo tal y como yo quería. Mi felicidad casi estaba completa, digo
casi, porque algo me faltaba y estaba segura de que ese algo tenía nombre y
apellido.
Flashback
Me limpié los últimos restos de lágrimas que
me quedaban. Hice uso de la magia del maquillaje para ocultar el desastre en mi
rostro, deseé entonces que existiera un maquillaje para disimular el desastre
de mi alma.
Me observé por última vez en el espejo,
sonreí sin alegría y regresé a la mesa, encontrándome a todos desconcertados.
Bajé la cabeza avergonzada.
-¿Todo bien? – se dirigió Ian hacía mí.
-Mejor que nunca – respondí regalándole una
enorme sonrisa - ¿de qué me perdí? – volteé a ver a los demás.
-No mucho, ya va a salir el primer cantante
de la noche – se entusiasmó Carlo.
-Excelente – exclamé bebiendo una cerveza
que estaba frente a mí y metiéndome un puñado de cacahuates a la boca. Escuché
risas por parte de Ian a mi lado. Estuve a punto de borrarle la sonrisa del
rostro de un golpe, pero los aplausos de la gente y el sonido de una guitarra
me hicieron detenerme.
-Qué triste es no tenerte junto a mi lado,
besar tus labios. Qué triste es no poder tocar tu piel, acariciarte y abrazarte
pero muy fuerte. Vivir a plenitud este romance…
El cantante que teníamos enfrente había
comenzado su balada e instintivamente miré a Ian, éste se acercó a mi oído y yo
no hice nada por detenerlo, besó mi mejilla.
-Y otra vez escuchar tu voz gritarme te amo. –
Me cantó Ian. Las lágrimas pugnaban por salir de mis ojos, empujé un poco al
chico y me concentré en el artista.
-Yo sólo sé que esta noche te extraño tanto y
no sabes lo que yo sufro por tu querer. He tratado de enterrar mis emociones y
no logro continuar engañándome. Es inútil el seguir negando que te amo. – el maldito
cantante me estaba matando con cada una de sus palabras, yo cerré los ojos para
evitar llorar por milésima vez, entonces unas manos se posaron en mi cintura,
apretándome al cuerpo de ese alguien que no era nadie más que Ian, me dejé
abrazar. – Es inútil el seguir negando que te amo. Dentro crece cada día más la
pasión que siento por ti, ninguna se puede igualar al bello recuerdo que vive
en mí. No sabes lo que yo sufro por no tener tu amor – Finalizó el artista ante
los aplausos efusivos de la gente.
Entonces caí en la cuenta de mi incómoda
posición y me separé de Ian, con un bufido él me soltó y dio un trago a su
bebida. Pasados unos minutos, yo comencé a platicar con Natalia sobre historias
viejas, Ángela estaba sumergida en una discusión con Carlo e Ian. Después
volvió a aparecer un cantante diferente al anterior, saludó a la gente en medio
de tímidos saludos y prosiguió a cantar.
-Me gustaría poderle decir que representa la
desdicha en mí, pero no puedo, no me atrevo a mentir, enséñame, ¿me enseñas? –
reconocí la canción de inmediato y di un pequeño salto, mi corazón amenazaba
por salírseme del pecho.
-Gran canción – me dijo Ian adivinando mi
pensamiento –Lástima que no pueda dedicártela.
-Sí, qué lástima – susurré apartándome. El
cantante continuó mi tortura.
-Sólo el pasado podría competir con la belleza
de una foto de ti, la fantasía duraría y no tendría fin, ¿me enseñas? Me quiero
informar si piensa en mí, si acaso ese pensamiento es útil, pero no servirá de
nada…Feliz ocupo ser, no quiero aprender, es doloroso el proceso aquel, pero si
tú no estás, nada podré yo hacer. – Otra vez sentí que el mundo se me venía
encima con tan directa lírica, reflejaba todo lo que sentí cuatro años atrás
cuando dejé a Ian, escapando dolorosamente lejos.
– ¿Qué tal si lo mejor está por venir?, que la
distancia deje ya de existir, pero eso nunca pasará es mucho pedir. – Finalizó y
los aplausos no se hicieron esperar.
-Y aunque fuera mucho pedir, se cumplió mi
deseo – me habló por milésima vez Ian.
-¿De qué hablas?
-Aunque sea temporalmente, pude volverte a
ver, y más que nada, la distancia dejó de existir – entonces tomó mi barbilla y
me besó.
Fin del flashback.
Fragmento de "Amor inesperado, lugar inimaginable"
Cerré
la puerta y me dejé caer contra la pared, intentaba olvidar sus palabras,
intentaba hacer que no me afectaran, pero resultó en vano, en mi cabeza sólo se
repetía una y otra vez “¿Realmente sé quién
es el hombre que vive conmigo? ¿Por qué me ha ocultado tantas cosas?” y era
realmente doloroso contestar a ambas interrogantes, “No, porque no me tiene la
suficiente confianza ni me ama lo suficiente”
Me
quedé un buen rato en la misma posición y luego subí y me senté en el sillón sólo
para seguir en la misma condición. Estaba tan perdida en mis pensamientos que ni
siquiera me di cuenta que mi novio había llegado hasta que éste hizo presión
con sus labios sobre mi cuello, logrando que pegara un brinquito.
-Lo
siento-dijo sonriendo tiernamente-te asusté.
-Sí…me
asustaste-dije sin mirarlo realmente y tocando la parte en que me había besado
-Mira
lo que traje-anunció y escuché el sonido de unas bolsas-el otra me dijiste que
querías sushi, pasé por el restaurant ese que tanto te gusta a ti y a Pau y me
acordé que querías…así que te traje un poco para que no estés con el antojo
¿Qué tal si al rato resulta que mi hijo sale con cara de Sushi?-bromeó y a mí
me invadieron unos escalofríos que traté de reprimir apretándome las piernas
contra el pecho “¿Te contó que incluso
estuvo ya por ser padre?”
-¿Corina?-preguntó, daba la
impresión que tenia rato llamándome.
-¿Sí?-respondí
sacudiendo la cabeza pero sin dejar de mirar a la nada.
-Te
pregunté si querías que te sirviera de una vez.
-Yo…no,
gracias.
-¿Segura?
-Sí.
-Ok,
¡Yo muero de hambre!-se metió a la cocina-Pau me trajo de un lado a otro, me
hacía mover los muebles a un lado y luego a otro y al final terminaban quedando
donde estaban en un principio, esa mujer es tan extraña…antes de venirme llegó
Arturo y me dijo que la ha notado extraña y que además se la pasa mareada y vomita
muy seguido, que se ha empeñado a llevarla a un hospital y ella no quiere…está
preocupado, pero yo le dije que no se preocupara, que lo más seguro es que
estuviera embarazada-de nuevo me oprimí las piernas al pecho-¿Sería genial no
crees?
-
¿me amas?-dije casi sin pensar cuando entró a la sala de nuevo.
-¿Qué?
¿No me estás prestando atención a lo que te estoy diciendo verdad?
-¿Me
amas?-insistí sin mirarlo.
-Sí,
ya lo sabes que sí-sentí que se sentó a un lado de mí-¿Por qué me lo preguntas?
-¿De
verdad?
-Corina
¿No me estas escuchando? Sí, te amo, te lo juro-sentí que algo escurría por mi
rostro-¿Estás llorando? ¿Corina qué sucede?-escuché que dejó el plato sobre la
mesa, luego me tomó por los hombros y me volteó hacia él-Corina…mírame ¿Qué
pasa?-pero en lugar de contestarle me limité a arrojarme sobre su pecho y
soltarme a llorar-Amor ¿Qué tienes? ¿Pasó algo en mi ausencia?-preguntó
angustiado y mirando a todos lados como buscando algo que no estuviera en su
lugar-Contéstame Corina-suplicó, yo alcé mi rostro y clave mis ojos en los
suyos.
-Prométeme
que no me harás daño-dije entre sollozos y él me miro casi ofendido, dolido.
-¿De
qué hablas? Corina yo jamás te pondría un dedo encima.
-¡No
de eso! De aquí-tome una de sus manos y la llevé a mi pecho-Promete que jamás
me harás daño-repetí.
-Amor
lo prometo, pero dime qué pasa-dijo desesperado.
-Prométemelo
bien-gimoteé
-¿Dudas
de mi amor? Cariño ya habíamos hablado de esto, jamás te hare daño…te amo y
eres todo para mí y por lo mismo me duele verte así y me está volviendo loco
que no me digas porque estas así-lo abracé.
-No
pasa nada, sólo…déjalo así, no quiero hablar, te lo suplico, solo déjalo así-dudó
un rato en corresponderme, pero finalmente me abrazó y me apretó con fuerza a su
cuerpo y después ya no dijo más nada.
No
supe en qué momento pasé a quedarme dormida, pero cuando desperté ya estaba en
la cama y mi novio estaba sentado en el borde de la misma mirando hacia la nada
y mordiéndose las uñas, volteo hacia mí y al verme despierta casi se arrojo
sobre mí, gateo con desesperación por la cama hasta estar a mi lado.
No es tan fácil decir te amo
En mi intento de quererlo, lo perdí todo. Su silencio marcó la diferencia, entre un final feliz y éste.
Entonces me eché a llorar por lo que alguna vez me hizo feliz. No es tan fácil como la gente alega, llegar, decir las palabras correctas para expresar el hecatombe en tu alma y ganar una medicina de amor. A veces, no es recíproco. Tanto sufrimiento por un te amo, no lo vale, definitivamente no. Son demasiadas dudas en mi mente, no le llamaré; no contestará, no le buscaré; no le encontraré. Se olvidará de mí. No me enterraré aún más diciendo esas malditas palabras que no solucionan nada, que al contrario, aumentan el dolor. Jamás lo sabrá. Se olvidará de mí, lo hará.
Entonces me eché a llorar por lo que alguna vez me hizo feliz. No es tan fácil como la gente alega, llegar, decir las palabras correctas para expresar el hecatombe en tu alma y ganar una medicina de amor. A veces, no es recíproco. Tanto sufrimiento por un te amo, no lo vale, definitivamente no. Son demasiadas dudas en mi mente, no le llamaré; no contestará, no le buscaré; no le encontraré. Se olvidará de mí. No me enterraré aún más diciendo esas malditas palabras que no solucionan nada, que al contrario, aumentan el dolor. Jamás lo sabrá. Se olvidará de mí, lo hará.
martes, 7 de agosto de 2012
Todo me recuerda a ti
Las nubes que forman tu nombre
Las canciones de Coldplay
o las composiciones de Brian Crain
La noche profunda y estrellada
Los dibujos en mis paredes
Los poemas de Benedetti
Cada madrugada
Un filme y un café
Las pastillas y la tormenta,
la lluvia, algunos discos rayados.
Los documentales en la televisión,
los libros sobre mi cama,
la mala poesía.
Los clichés baratos,
el cigarrillo consumiéndose,
cadáveres de recuerdos,
Libretos y páginas web,
Ciudades, mapas, colores,
Eso y más.
lunes, 6 de agosto de 2012
Cuatro años hacia delante IV
-¿Ian? – preguntó Ángela buscando al
muchacho y yo puse los ojos en blanco.
-Voy a cambiarme rápido – dijo saliendo de
la cocina y subiendo las escaleras.
Esperamos en la sala por unos momentos,
hablando de cualquier cosa. Hasta que escuchamos las pisadas de Ian
dirigiéndose a nosotras. Diablos, no podía entender cómo podía verse aún mejor,
siempre fue un chico atractivo pero con los años, mejoró de manera casi
imposible. Ian caminaba cual estrella, su chaqueta negra hacía brillar más su
mirada.
-Guau, ambas se ven preciosas – dijo al fin.
-Gracias – respondimos Ángela y yo al mismo
tiempo.
El sonido de un claxon interrumpió nuestra
semi conversación, y sin más subimos al auto de Carlo.
Fin del flashback
…
Con toda la
tranquilidad del mundo, Ángela y yo
decidimos quedarnos un par de semanas más con Eduardo y Cecilia, después de
todo nada nos apuraba a salirnos rápidamente del país. Queríamos disfrutar cada
momento, incluso alargando un poco la despedida (más que nada para convencer a
Ceci de que se aventurara con nosotros).
Después de
mi discusión y acuerdo con Eduardo, las cosas salieron perfectas. Eran
incontables los buenos momentos en los que no parábamos de carcajearnos por
cualquier tontería, íbamos a bares, restaurantes, fiestas, cines, albercas, de
todo un poco. Me disculpo por insistir en el tema, pero en estos días de
convivencia descubrí un lado de Eduardo que no había notado antes, tal vez era
nuevo, o desde que éramos adolescentes él era así y yo no me había dado cuenta
por un Ian revoloteando alrededor mío, distrayéndome por completo de lo que
podía tener fuera de él.
La segunda
semana nos sorprendió en casa de Eddy. Decidimos asar carne y divertirnos un
rato en su hermoso patio trasero. Después de comer, nos acomodamos en el pasto
a platicar de cualquier cosa.
-Creí que no
volvería a estar así como ahora, con ustedes – hablé después de que nos
quedáramos sin tema de conversación.
-¿A qué te
refieres amiga? – dijo Cecilia con una media sonrisa.
-No sé,
siento que tengo dieciocho años otra vez – reí – libre de divertirme como
cuando éramos unos chamacos.
-Ay sí –
terció una Ángela soñadora – recuerdo cuando vivíamos todos en Guadalajara.
-Claro – rió
Eduardo – aunque Carlo me odiaba un poco – ahora todos reímos.
-Sí –
suspiré – Cuando Ángela llegó a mi vida a mí me costaba mucho entablar
conversación con las personas, de hecho, era muy difícil para mí hacer amigos.
Luego ella me abrió las puertas a nuevas experiencias, y me llevó a ustedes, a
Carlo, Natalia e Ian.
-O cuando
Ian y Eduardo se agarraron a madrazos – dijo Ángela partiéndose de risa.
-Bueno –
carraspeó Eduardo – bien merecido que se lo tenía.
-Pero si te
dejó casi en coma – chilló Cecilia de risa.
-No podían
pasar ni cinco minutos sin pelearse- agregué.
-Yo recuerdo
cuando los siete fuimos a cobrar una venganza al matón de Nicolás, entramos a
su casa sin permiso a destruirle un par de cosas – torció la boca Eduardo – nos
atrapó la policía y todo fue un desastre.
-Uy, mis
padres casi me matan – recordé riéndome - ¿Qué pasó con Nicolás?
-Creo que
ahora está en la cárcel – dijo Cecilia metiéndose una fritura a la boca.
-Merecidísimo
– dijimos Ángela y yo al mismo tiempo.
-¿Qué
hicieron ahí al rincón al que se fueron a vivir? –Preguntó Cecilia dirigiéndose
a Ángela y a mí.
-Mucho de lo
cual no vale la pena contar – respondí yo – Es decir, la escuela nos exprimió
demasiado. Como he dicho en reiteradas ocasiones, creo que me hubiera colgado
si Ángela no me hubiese acompañado. La gente allá es muy distante, cada uno
está en su mundo. Parecía un embrujo pues con el tiempo Ángela y yo nos
estábamos volviendo igual y por eso decidimos huir – Ángela asintió recordando.
-Me imagino –
gruñó Eduardo – pudieron habernos esperado y todos nos hubiéramos quedado aquí,
este es un lugar maravilloso.
-Lo sé –
aseguré – pero ya saben de memoria lo que pasó.
Un teléfono
celular comenzó a sonar, era el de Eduardo. Lo respondió de inmediato, gritó en
un par de ocasiones y colgó.
-¡Chingado! Odio
mi trabajo – comenzó a decirnos con amargura – Chicas, tengo que irme; mi casa
es su casa.
-Gracias –
dijimos todas en tono triste. La convivencia no era lo mismo sin él y eso de su
trabajo comenzaba a irritarme, comenzaba a enfurecerme el hecho de que lo
separaran de mí. Bueno, de nosotras quiero decir.
-¿Y ahora
qué? – resoplé en tono triste, dejándome caer en el pasto.
-Tenemos que
hablar con Ceci – me susurró Ángela al oído y yo entendí perfectamente.
-Cecilia –
hablé a la chica que con distracción miraba hacia el horizonte.
-¿Qué pasó?
-Necesitamos
hablar contigo – tragué saliva – vamos a la sala – me paré.
-¿Confesarán
un asesinato? – Dijo Ceci – perfecto – se levantó y corrió a la sala. Ángela y
yo la seguimos.
Una vez
estando en la sala, me recosté en un sillón y abracé un cojín.
-Iremos al
grano – dijo Ángela al fin – Queremos que nos acompañes a nuestros viajes.
Cecilia
abrió los ojos de par en par, un silencio sepulcral hizo acto de presencia.
Flashback
Llegamos a un restaurante bastante bonito y
lujoso. Ian fue excesivamente atento conmigo, abriéndome la puerta, acercándome
la silla, y en cualquier oportunidad que tenía el idiota. Me estrujaba los
sesos tratando de no embelesarme ante cada gesto galante que hacía. Ángela se
sentó a mi lado derecho e Ian, mi tormento, a mi lado izquierdo. Me sentí
encarcelada. No supe si era una broma del destino, o el tipo me estaba
acosando. Mi corazón fue más proclive a la primera opción. La vida era cruel.
Pero este no era el momento para quejarme ni
lamentarme, así que me sonreí a mí misma y comencé a platicar con todos.
Contando mis propias historias y escuchando atentamente la de los demás.
-¿Y dónde quedó el Ian “todomevalemadre”? –
preguntó Ángela mirando a Ian. Yo interrumpí mi conversación con Carlo y lo
volteé a ver expectante.
-Lo envolví en una bolsa y lo tiré al río –
dijo él y yo ahogué una risilla tonta.
-Gracioso.
-No, la verdad es que la vida me obligó a
cambiar – me miró – unos cuantos acontecimientos me hicieron darme cuenta de
que si quería sobrevivir necesitaba madurar.
-¿Qué acontecimientos?
-Una chica me dio una gran lección al
romperme el corazón – sonrió sin alegría – y en el fondo se lo agradezco. Hice
lo que tanto me exigía cuando peleábamos “madura de una puta vez”.
En ese momento agaché la mirada, todos se
dejaron atrapar por un silencio incómodo.
-Con permiso – dije levantándome de la silla
– tengo que ir al baño.
-Adelante – respondieron todos. Sentí la
mirada de Ian clavada en mí.
En cuanto me alejé, comencé a correr
atormentada. Me dirigí a los baños, me encerré en un cubículo y lloré
amargamente. Me odiaba por seguir sintiéndome afectada por sus palabras.
Indirectamente él estaba reclamándome y a la vez agradeciéndome por mi partida,
¿quién se creía que él era? Pues él me había fallado primero a mí, haciéndome
pedazos. ¿Qué derecho tenía de quejarse si una y mil veces con acciones me
había dejado en claro que no me amaba como yo lo hacía?
domingo, 5 de agosto de 2012
El espectro
Ya empezaba a reconocer en donde me encontraba pero una parte de mí se negaba a aceptarlo, otra vez era esa maldita pesadilla. Me levanté de aquella cama color vino. Miré a mi alrededor y todo se encontraba demasiado oscuro, pero poco a poco mis ojos se fueron acostumbrando a la falta de luz. Toqué mi cuerpo ya sabiendo lo que encontraría; traía puesto un vestido demasiado elegante quizás para la época en la que yo realmente vivía. Me quité las zapatillas y caminé con extrema lentitud, tratando de provocar el menor ruido. En el fondo de mi corazón sabía que alguien me estaba asechando y vigilando, y si descubría mi intento de escape, me mataría. Ese alguien dormía plácidamente, no podía verlo, pero como he dicho antes, sabía que estaba peligrosamente cerca de mí.
Abrí la puerta de la habitación y una luz cegadora se coló en ella, sentí que mi pecho se congelaba del miedo que sentía, todo resultaba demasiado real. Corrí con todas mis fuerzas en un pasillo largo que parecía nunca terminar. Las paredes cada vez se volvían más angostas, y era más difícil caminar. Llegó un momento en el cual mi respiración se entrecortaba. Iba a fallecer. Mi cuerpo se iba a destrozar.
La sensación de que ese ser acosador me iba alcanzando me dominó entera, es inexplicable el horror que viví en ese fatídico momento, me moví con dificultad en ese interminable pasillo, tuve mareos y sabía que en cualquier momento me desmayaría.
El espectro estaba justo detrás mío, estrujándome el cuello. Mis lágrimas comenzaron a adornar mis mejillas, quise gritar pero de mi boca no salió sonido alguno. Me quise girar para verle el rostro, pero me era imposible, las paredes ya estaban por romperme los huesos. Tal vez ya lo habían hecho pues oí unos cuantos crujidos pero no sentí ningún dolor. El espectro gruñía corajudo, atrapándome en sus fauces, me iba a tragar completa.
Entonces abrí los ojos, estaba sudando envuelta en las sábanas de mi cama, suspiré aliviada.
sábado, 4 de agosto de 2012
Sin sentimiento alguno
¿Sabes qué es peor que sufrir y trasnocharte por un amor no correspondido o dedicarle suspiros a una persona amada?
No ser capaz ya de sentir nada; ni frío, ni calor, ni alegría, ni dolor. Quedarse en medio de la nada, después de haber dejado pasar una larga fila de malos tragos e ilusiones hechas pedazos. No recordar cómo crear un poema de amor o en su defecto, de desamor. Risas huecas, noches silenciosas y movimientos de un auténtico robot. Falta de pasión al realizar lo que solías amar, rodearte de sombras que al hablarte no te dicen nada. No añorar las fuerzas para hinchar los pulmones, nada. Vivir por el hecho de existir, al dejarte mover como muñeca de trapo de una niña mimada.
¿Qué es peor que rodearte de todo sentimiento existente al mismo tiempo? Ser abandonada por los mismos y codearte con meros instintos de supervivencia. Abres los ojos, pero al verte en el espejo no encuentras brillo en tu mirada, te levantas todas las mañanas, pero ni siquiera te asomas a comprobar que ahí está el sol asomado en tu ventana. La noche te sorprende con la mente forzada a estar en blanco, con el rostro apagado, sin espíritu quizás. Y te encuentras tan perdida en tu propio cuerpo, que no eres capaz de proferir una identidad. Hasta que la oscuridad te alcanza, volviéndote partícipe de sus sombras.
No ser capaz ya de sentir nada; ni frío, ni calor, ni alegría, ni dolor. Quedarse en medio de la nada, después de haber dejado pasar una larga fila de malos tragos e ilusiones hechas pedazos. No recordar cómo crear un poema de amor o en su defecto, de desamor. Risas huecas, noches silenciosas y movimientos de un auténtico robot. Falta de pasión al realizar lo que solías amar, rodearte de sombras que al hablarte no te dicen nada. No añorar las fuerzas para hinchar los pulmones, nada. Vivir por el hecho de existir, al dejarte mover como muñeca de trapo de una niña mimada.
¿Qué es peor que rodearte de todo sentimiento existente al mismo tiempo? Ser abandonada por los mismos y codearte con meros instintos de supervivencia. Abres los ojos, pero al verte en el espejo no encuentras brillo en tu mirada, te levantas todas las mañanas, pero ni siquiera te asomas a comprobar que ahí está el sol asomado en tu ventana. La noche te sorprende con la mente forzada a estar en blanco, con el rostro apagado, sin espíritu quizás. Y te encuentras tan perdida en tu propio cuerpo, que no eres capaz de proferir una identidad. Hasta que la oscuridad te alcanza, volviéndote partícipe de sus sombras.
Cuatro años hacia delante lll
Flashback
Decidimos que Carlo nos llevaría a la casa
de Ian para asearnos y arreglarnos, para después irnos a algún restaurante a
conversar para mantenernos al día de la vida de cada uno. Cuando subimos al
auto de Carlo, me deslicé silenciosamente en el asiento trasero, jalando a
Ángela y a Natalia conmigo, satisfecha de haber atrapado a Ian para que se
sentara en el asiento delantero, lejos de mí. Sin que nadie pudiera notarlo,
miré al chico analíticamente, mi fascinación se incrementaba al ver su cabello
alborotado que parecía tener vida propia. Ian ocultó sus violentos ojos en unos
lentes oscuros y dejaba caer ceniza de su cigarrillo por la ventana. Fue
excitante, tuve que limpiar mis babas mentalmente y dirigir mi mirada y
pensamientos hacia otra parte.
Carlo finalmente se detuvo ante una casa
pequeña y de aspecto cotidiano.
-Bien, sanos y salvos – anunció Carlo –
vendré con Natalia en unas dos horas para irnos al restaurante, así que
preparen sus historias – nos animó.
-Gracias por traernos Carlo, hasta entonces
– me despedí mientras Ian se encargaba de bajar mis maletas y las de Ángela.
Rápidamente el auto se alejó.
-Déjame ayudarte – pedí a Ian.
-No te preocupes – sonrió presuntuoso – yo
puedo llevarlas sin problema.
Me encogí de hombros, enganché mi brazo al
de Ángela y ambas entramos a la casa dando saltitos con entusiasmo.
En contexto la casa de Ian parecía bastante
acogedora y de un matiz rústico. La pequeña sala me pareció demasiado elegante,
y todo lo demás, como ya he dicho, bastante común para un hombre que vive solo.
Y todo estaba excesivamente ordenado. Me pareció extraño y me causó cierto
humor, Ian siempre había sido un chico muy rebelde y desordenado, no podía
imaginármelo lavando ropa o siquiera levantando un plato. Incluso, aunque mi
orgullo me lo impedía, me moría por preguntarle qué había hecho de su vida para
convertirse en lo que ahora era, ¿había cumplido su sueño de ser un dibujante
reconocido? ¿O un escritor que no se peina nunca? O quizás ambas. ¡Moría por
saber de él fuera de su nueva fachada con facciones maduras y perfectas! Tal
vez en el fondo podría encontrar al Ian de dieciocho años, egocéntrico, loco,
soñador, apasionado y alérgico a las normas.
-¿Piensas quedarte ahí todo el día? – rió
Ian.
Me despabilé y me di cuenta de que estaba
parada como idiota en la entrada mientras Ángela me miraba ahogando una risa.
Entré inmediatamente cerrando la puerta.
-Están en su casa – anunció el chico de ojos
negros – Síganme, las llevaré a sus habitaciones.
Ángela y yo lo seguimos tímidamente hacia
las escaleras. Ian se detuvo en la primera puerta que se le cruzó, se introdujo
en la habitación y colocó mis maletas.
-Este es mi cuarto, bienvenida – me miró –
aquí dormirás. Ya regreso, llevaré a Ángela al de huéspedes – finalizó
llevándose a mi amiga.
-De acuerdo – dije sin que nadie me
escuchara.
Suspiré melancólica, me dejé caer en el
colchón y acaricié el suave edredón. Me reí con ternura al sentir la magia recorrerme
el cuerpo, miré a mí alrededor, las paredes estaban decoradas con dibujos
fantásticos que aun me cuesta describir. Me recosté perdiéndome un rato en
aquellos trazos tan perfectos de mi Ian. Cerré los ojos por dos segundos,
después giré mi cuerpo a un lado y me encontré con algo que provocó un enorme
nudo en mi garganta, me levanté y tomé el objeto con las manos temblorosas. Mis
ojos ardían, era una fotografía de nosotros dos, ¿por qué carajo la conservaba?
Nos veíamos tan plenos, tan felices, tan enamorados uno del otro. Me sentí
miserable y feliz al mismo tiempo.
-Regresé – la voz de Ian a mis espaldas me
hizo gritar, él rió burlón.
-Me asustaste – dije dejando la fotografía y
volviéndome.
-Disculpe señorita – respondió noblemente –
no era mi intención molestarle – besó mi mano de manera exagerada.
-¿Intentas ser gracioso? – me irrité.
-Claro que no – dijo sereno - ¿te gusta tu
habitación?
-Habitación temporal. Y no está tan mal –
respondí indiferente – Al menos no es un desmadre como el que solías tener –
reí.
-No soy el mocoso que conocías – sonrió
apagado.
-Eso dices.
Ian clavó su mirada en mí por unos segundos,
después se acercó y acarició mi mejilla con suavidad.
-Ya había olvidado la sensación de tocar tu
piel – recorrió mi hombro – el calor que emanas – aferró mi cabello – el
perfume de tus rizos – paló mis labios – la forma de corazón de tu labios.
Cerré los ojos, aquello se estaba saliendo
de mis manos y por un segundo pensé en lanzarme sobre él y comérmelo a besos.
-Basta – susurré, pero él intensificó sus
caricias- ¡dije basta! – grité empujándolo contra la pared.
-Discúlpame por favor, yo…arréglate y
dúchate, la recámara de Ángela está al fondo. Yo las esperaré en la sala. –
huyó de la recámara.
Me quedé estática por unos instantes, clavando
mi mirada en el lugar donde antes había estado él, toqué mi rostro recordando
las caricias recibidas. Me sentí enojada, frustrada, ilusionada, estúpida,
débil, destrozada, decepcionada de mí misma y todo al mismo tiempo. Y sin más
me eché a llorar. Nuestra historia era pasado, debía de entenderlo y no volver
a caer en su juego, no de nuevo joder, no de nuevo.
Tomé una toalla que se encontraba en un
estante, después entré al diminuto baño y me duché lentamente, sin dejar de
pensar en lo ocurrido. Después salí, me coloqué un pantalón negro ceñido y una
blusa gris, proseguí a maquillarme sin exceso, peiné mi cabello como pude y
terminé cuando Ángela tocó a mi puerta.
-¡Qué guapa! – opinó entusiasta.
-Gracias amiga –sonreí – pero frente a ti
soy nada, ¡luces bellísima! ¿Será para Carlo? – reí.
-Claro que no, tonta – se sonrojó – pero
gracias.
Ambas salimos del cuarto con buen ánimo.
-¿Ian? – preguntó Ángela buscando al
muchacho y yo puse los ojos en blanco.
-Voy a cambiarme rápido – dijo saliendo de
la cocina y subiendo las escaleras.
Esperamos en la sala por unos momentos,
hablando de cualquier cosa. Hasta que escuchamos las pisadas de Ian
dirigiéndose a nosotras. Diablos, no podía entender cómo podía verse aún mejor,
siempre fue un chico atractivo pero con los años, mejoró de manera casi
imposible. Ian caminaba cual estrella, su chaqueta negra hacía brillar más su
mirada.
-Guau, ambas se ven preciosas – dijo al fin.
-Gracias – respondimos Ángela y yo al mismo
tiempo.
El sonido de un claxon interrumpió nuestra
semi conversación, y sin más subimos al auto de Carlo.
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