martes, 18 de junio de 2013

Tu voz

Emboscado en mi escritura
cantas en mi poema.
Rehén de tu dulce voz
petrificada en mi memoria.
Pájaro asido a su fuga.
Aire tatuado por un ausente.
Reloj que late conmigo
para que nunca despierte.

Alejandra Pizarnik

Complemento

Hay algo de lo que aún no les he hablado, y ahora que empezó a sonar Fix You pensé que era el momento adecuado para expresar lo siguiente. Esa canción es perfecta para lo que él me hace sentir, para el modo en el que me arregla el corazón aún cuando el suyo está hecho pedazos. Y quería decirles libremente que su compañía es una de las cosas que más aprecio de los desastres de mi vida. Muchas personas se han ido, sin embargo, él como un protector extraño que a veces se esconde; se ha quedado.

domingo, 16 de junio de 2013

Cartas

Te escribí el sábado, te escribí el domingo, te escribí ayer. No he hecho nada más, no he salido, no he ido a ninguna parte, no he visto a nadie. (De veras estoy loco. Ahorita me estoy dando cuenta. Esto es anormal.)

Jaime Sabines, Cartas a Chepita (octubre 9, 1951)

Confesión

Fue a conciencia pura que perdí tu amor, nada más que por salvarte. Hoy me odias, y yo feliz; me arrincono para llorarte. El recuerdo que tendrás de mí, será horroroso; me verás golpeándote como un malvado. Y si supieras bien, qué generoso fue pagarte así, tu buen amor.

Sol de mi vida, fui un fracasado y en mi caída busqué echarte a un lado, porque te quise tanto que en mi rodar, para salvarte solo supe hacerme odiar. Y hoy después de un año atroz, te vi pasar. Me mordí para no llamarte, ibas linda como un sol, si se paraban para mirarte.

Y yo no sé si el que te tiene, así se lo merece. Solo sé que la miseria cruel que te ofrecí, me justifica el verte hecha una reina. Pues vivirás mejor lejos de mí.

Para salvarte solo supe hacerme odiar.

Un mensaje

Después de tanto tiempo, ¿te decides a abrir esa maldita boca? Y aún por todas las lágrimas que derramé, hasta este momento te empieza a importar, ¿por qué acercarte cuando finalmente soy feliz? Te juro que no termino de comprenderte, y la verdad es que ya no tengo interés en hacerlo. Esa necesidad por ti, desapareció. Ahora descubrí que merecía más que los pedazos de amor que me ofrecías. Tener que soportar tus ausencias, ahogarme en mis enojos y fingir que todo estaba bien, perdonándote sin que me lo pidieras.

Porque ahora tengo el amor completo de una persona maravillosa, que ha soportado tanto de todo lo que tú no pudiste ni siquiera conocer, porque no puedo sentirme más enamorada y más amada. Él reconoce mis sentimientos, si se equivoca lo remedia, y si lo hago yo; también. No vengas a colocar esa sonrisa cínica frente a mí, hoy ya no te servirá de nada; no me importa qué tanto te acerques, nunca más voy a volver a caer. Lo que sentía por ti no es absolutamente nada si lo comparo con lo que siento por él. Y si te dedico mi tiempo escribiéndolo, es para que comprendas por fin todo lo que perdiste por las dudas y el miedo.

Así que no me hables con esa mirada nostálgica, ni me amargues con tus canciones de amor, no me digas qué tan grande es tu amor, ni tu miseria por perderme. Ya en el pasado me heriste lo suficiente, no vas a arruinar mi presente, eso te lo prometo.

http://youtu.be/aLbI20CO30M

Ausencia de Dios

Digamos que te alejas definitivamente
hacia el pozo de olvido que prefieres,
pero la mejor parte de tu espacio,
en realidad la única constante de tu espacio,
quedará para siempre en mí, doliente,
persuadida, frustrada, silenciosa,
quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,
tu corazón de una promesa única
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

Después de ese dolor redondo y eficaz,
pacientemente agrio, de invencible ternura,
ya no importa que use tu insoportable ausencia
ni que me atreva a preguntar si cabes
como siempre en una palabra.

Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche
desgarradoramente idéntica a las otras
que repetí buscándote, rodeándote.
Hay solamente un eco irremediable
de mi voz como niño, esa que no sabía.

Ahora que miedo inútil, qué vergüenza
no tener oración para morder,
no tener fe para clavar las uñas,
no tener nada más que la noche,
saber que Dios se muere, se resbala,
que Dios retrocede con los brazos cerrados,
con los labios cerrados, con la niebla,
como un campanario atrozmente en ruinas
que desandara siglos de ceniza.

Es tarde. Sin embargo yo daría
todos los juramentos y las lluvias,
las paredes con insultos y mimos,
las ventanas de invierno, el mar a veces,
por no tener tu corazón en mí,
tu corazón inevitable y doloroso
en mí que estoy enteramente solo
sobreviviéndote.

- Mario Benedetti.

miércoles, 12 de junio de 2013

Lejanía



Mi ser henchido de barcos blancos.
Mi ser reventando sentires.
Toda yo bajo las reminiscencias de tus ojos.
Quiero destruir la picazón de tus pestañas.
Quiero rehuir la inquietud de tus labios.
¿Por qué tu visión fantasmagórica redondea los cálices de estas horas?

- Alejandra Pizarnik. 

Cuatro años hacia delante XX

Cuando reconocí a la persona que había llegado, reuní todas mis fuerzas con la única intención de asesinar.



— Chaparra, ¡suéltala! ¡La vas a matar! — Me dijo Eduardo preocupado, tratándome de sostener.

Mis puños cobraron vida y aunque mi cerebro me decía que me detuviera, no podía dejar de golpear a Phany. Me temblaban las manos debido a la adrenalina y el coraje incontrolable que sentía en esos momentos. Era la primera vez que mis sentimientos me dominaban así. Por fin Eduardo logró zafarme del cuello de Phany y reaccioné.

— ¿Estás bien, Phany? — preguntó Ángela inquietada.
— No pasa nada, Angie, lo tengo más que merecido — respondió la chica limpiándose la boca cubierta de sangre.
— Sígueme Phany, voy a curarte. Ángela, encárgate de ella — dijo Eduardo señalándome con la mirada, y sentí vergüenza. ¿Qué rayos pasaba conmigo?


— Ya tenemos que irnos — dije rompiendo el silencio.
— Creo que te pasaste un poquito — se rió Cecilia.
— ¿Tú crees? — sonreí aliviada de que mis amigas no me tuviesen miedo.
— Debo decir que lo disfruté, pero es un secreto — Terció Ángela acariciando mi cabello de forma maternal.

Eduardo salió seguido de Phany, quien seguía luciendo muy mal. Me acerqué a ella y retrocedió con miedo en la mirada, sentí una repentina lástima.

— ¿Puedes decirme a qué viniste? Estoy a punto de irme — dije tranquilamente.
— ¡Tú no puedes irte sin escucharme! — gritó de pronto y todos nos miramos angustiados — Si después de lo que te digo, decides irte, lo respetaré. Pero te ruego que me escuches. Sé que no lo merezco, sé que fui una completa zorra y no sabes cuánto me arrepiento. Solo escúchame — comenzó a llorar.
— Wow — dije venenosa — quién lo diría, Phany llorando.
— Por favor.
— Serán solo unos minutos, acompáñame a la cocina — le dije dándole la espalda. Comencé a caminar nerviosa, pero fingiendo cinismo y soberbia, ella no podía verme flaquear.

Me acerqué a una silla y me acomodé, le señalé a Phany que me imitara y así lo hizo sin mediar palabra. Empecé a golpear mis dedos en la mesa, esperando a que ella comenzara a hablar.

— Escucha, he sabido que Ian vino hasta aquí a buscarte. He sabido que lo dejaste ir, así que me decidí a dar la cara yo misma. — Suspiró — No juzgues a ese pobre chico de buen corazón por culpa de una cualquiera. Quiero que sepas que todas y cada una de las palabras que él te ha dicho son verdaderas. Antes de que Ian se fijara en ti, yo ya me había enamorado de él, y estaba muy molesta. No tienes idea de la envidia y el odio inmerecido que sentía por ti. Ideé un plan para que él te fallara. Pero de nada me servía, cada momento que lo seducía él me rechazaba, alegando una y otra vez cuánto te amaba y respetaba.

Sentí que mi corazón tartamudeó.

— Harta de sus negativas, planeé algo que definitivamente lo separaría de ti. Porque te conocía, sabía que no ibas a escucharlo. Ese fatídico día me metí a su cama, él estaba inconsciente. Y ante cada caricia no dejaba de pronunciar tu nombre. Cuando nos viste y te fuiste, reaccionó y al darse cuenta de que era yo, inmediatamente me alejó y corrió a buscarte. Jamás quisiste escucharlo, y en pocos días ya te habías ido de la ciudad.

“El primer año fue el peor, puedo jurártelo, todos temían que fuese a suicidarse y él solo se reía. Sus facciones y actitudes se transformaron, de ser una persona llena de luz se volvió en una sombra que solo deambulaba por las calles en la madrugada. Su familia buscó ayuda y poco a poco logró recuperarse. Pero los días oscuros no acabaron, los cigarros y las drogas. Verás, cuando me di cuenta del mal que había causado en su salud mental, ya era demasiado tarde.

Pero él es tan bondadoso, que al pasar de los años por fin logré que me perdonara, nos hicimos buenos amigos. Pero no había un solo maldito día que no pensara en ti, que no se preguntara si estabas bien, si la vida te sonreía, si te acordabas de él.

Todo esto me hizo sentir miserable, porque sabía que aquello era solamente mi culpa. Luego supo que volverías y carajo, parece que le regresó la vida. Me mantuve al margen para no causar problemas, por supuesto. Y ahora vino hasta aquí a decirte que te amaba, que todo había sido un error que se podía reparar.”

— Por favor, basta. Detente ya — comencé a llorar.
— No puedes negarte a la verdad — me insistió Phany — Ian te ama, y nadie más podrá quererte así. Te ruego que no te vayas y lo busques, antes de que sea tarde.
— ¿Tarde?
— Tengo tanto miedo de que vuelva a caer — lloriqueó — Yo sé que lo amas, por favor no lo dejes ir. El amor entre ustedes es puro y estoy segura de que es para siempre. Sé que los cuatro años que pasaron no han modificado eso, porque puedo ver el mismo brillo en tus ojos que he visto en él cuando me habla de ti.

lunes, 10 de junio de 2013

A él

Fue algo extraña la forma en que entraste a mi vida, debo decir, pero creo que esa misma extrañez es lo que ha hecho que nuestro amor se haga más fuerte, que las adversidades no nos venzan, que cada día que hablemos nos sea importante. Nos ayudó a valorar las palabras, y aquellas pequeñas cosas que en otras circunstancias no serían nada; nos hizo fuertes para soportar distancias, ausencias, angustias y silencios. No puedo negar el miedo que me acosa, pero puedo decirte que ese mismo miedo me hace amarte y disfrutarte más. Planear una vida no es fácil, sin embargo no hemos dejado de hacerlo. No tenemos una remota idea de lo que nos depara el futuro, pero sabemos que nos va a encontrar juntos, y esos sueños trascenderán a la máxima expresión de belleza que la realidad puede ofrecernos. Tenernos. Intentaría escribir un poema con versos ideales, trataría de escribirte cada día una canción. Compensemos las discusiones con besos desesperados, abrazos inacabables, sonrisas y caricias.  Puedo decir una y mil cosas, mas nunca serán suficientes, puedo señalar que un beso de tus labios me transformará. Sé decirte que te amo, porque es la única cosa que me sale bien. Pudiera cometer cientos de errores, y aún así sé: en la medida que he de amarte, nadie puede superarme.

http://youtu.be/axH961PascM

viernes, 7 de junio de 2013

Cuatro años hacia delante XIX

— Gracias — dije respirando entrecortadamente — tú eres muy bueno, sí, muy bueno. Eres muy bueno… — dije somnolienta y, por segunda ocasión, todo se volvió oscuro. Apenas si escuché a Eduardo gritando mi nombre repetidas veces.



—Pequeña, ¿estás bien? — oí la voz preocupada de mi amigo.
— ¿Eh? ¿Qué pasó? — pregunté tratando de vencer la pesadez de mis párpados.
— Sufriste un desmayo.
— Vaya, ya me está gustando — me reí.
— Sabes que no es gracioso — me dijo serio — no es normal, deberías ir al médico.
— Oh, por favor, cualquier cosa menos eso. Estoy perfectamente — me levanté demasiado rápido y perdí el equilibrio. Por supuesto, Eduardo me sostuvo con agilidad.
—Gracias.
— Ahora dime, ¿qué pasó con Ian?

Me solté de él y me acomodé en una silla, suspiré y procedí a relatarle la misma historia que Ian – perspicazmente - me había inventado. Después de que terminé, ambos nos quedamos en silencio por varios minutos, hasta que me harté y decidí abrir la boca.

— Así que ya no tenemos por qué preocuparnos más, Ian me prometió que no volvería a molestarme jamás — sonreí, o al menos eso pretendí.
— Chaparra, tal vez lo que Ian te dijo sea verdad…
— ¡Dios! ¡Tú! — me irrité.
— Nena, Phany siempre fue así, pero tú no lo notaste, a mí nunca me agradó su presencia. Era una mala persona.
— Eso no justifica a Ian
— Pero por supuesto que lo hace — me sonrió tiernamente — Él te explicó el modo en que Phany terminó en su cama, y eso es posible.
— ¿Cómo? ¿No se dio cuenta de que el cuerpo asqueroso que lo estaba tocando no era el mío? Por favor…
—¡Es posible! Los hombres adormilados somos más idiotas que de costumbre.
— ¿Por qué te pones de su parte? — chillé.
— No me pongo de parte de nadie — rió tranquilo — pero si analizas bien las cosas, puede que durante estos años, Ian haya vivido en tu odio injustamente.
— Qué importa, lo lamento por él; porque yo estoy contigo ahora.
— No tienes por qué…
— ¡No vamos a discutir eso! Por favor, solo apóyame, te necesito.
— Tranquila pequeña, yo no iré a ningún lado. Te amo.

Después de eso tuve que repetir una vez más la historia de Ian, pero ahora con Cecilia y Ángela. Por supuesto, Ángela se puso totalmente de parte de él. Cecilia me apoyó. Supongo que con eso tenía suficiente, no había fuerza humana que me hiciera cambiar de opinión, por más que aún amara al estúpido de Ian con locura.

Los días desfilaron, parecía que la visita de Ian solo había sido un sueño borroso; pronto todos se olvidarían de aquella experiencia, o eso esperaba. Eduardo estaba más amoroso que nunca, los detalles que tenía me parecían maravillosos; él era romántico por excelencia, y apenas lo estaba descubriendo. A pesar de que era muy distinto a Ian, se había ganado una parte importante en mi corazón. De alguna manera me había demostrado que el amor no solo eran los juegos bruscos e ideas frágiles que Ian me enseñaba. Era algo más profundo, no había modo de explicarlo.

Y por fin llegó el día de mi partida, estaba muy excitada y nerviosa. Lo mejor era que Cecilia y Ángela me acompañarían en esta locura. Lo peor era que Eduardo no estaría con nosotros, y extrañarlo era lo que más dolería.
Estábamos en casa de mi mejor amigo, Cecilia y Ángela no dejaban de gritar como un par de tontas, y yo había acabado con mis uñas. La sala estaba rodeada de maletas. Eduardo nos miraba sin dejar de reírse.

— Ya cálmense — sonrió — todo va a salir excelente.
— Hermanito, ¡cómo te voy a extrañar! — expresó Cecilia con lágrimas en los ojos.
— Ven a mis brazos, tontita — lloró Eduardo.

Sonreí con dulzura al verlos abrazados así, no había algo más hermoso que la protección y complicidad que ambos se tenían.

— Bueno — carraspeó Ángela — Déjame darle un abrazo a este bombón.
Eduardo soltó a Cecilia y abrazó a Ángela.
— Cuídalas mucho — alcanzó a decir — tú eres la única sensata de este grupo de niñas.
— Oye, ¡te oí! — dije pellizcándolo.
— Los dejamos solos un rato — dijo Ángel a arrastrando a Cecilia.
—Voy a extrañar a ese par — me sonrió Eduardo.
— ¿Y a mí no? — hice un puchero.
— Cómo me preguntas eso — acarició mi mejilla — si esta niña boba es la que más me hará falta.
— Te extrañaré tanto — lloré — Cuando decidí hacer este viaje, solo pensé en liberarme de todo, que no me haría falta nada. Sin embargo, separarme de ti me dejara un gran vacío.
— No te preocupes por mí, pequeña. Aquí te esperaré siempre.
—¿Lo prometes?
— Te lo prometo.

Ambos nos abrazamos y yo acaricié su nuca con suavidad. Fuera de cualquier cosa, el proceso de despedida resultaba aun más doloroso de lo que imaginaba.



Nos reunimos con Ángela y Cecilia. Los cuatro nos miramos, y en medio de algunas lágrimas mal disimuladas, nos dirigimos a la salida. Nos vimos interrumpidos por el timbre de la casa.

—¿Quién molesta ahora?
— Debe ser algo de tu trabajo, ve, aún estamos con tiempo.

Observé el fastidio de Eduardo al decidirse a abrir la puerta. Todos estábamos expectantes para saber quién interrumpía nuestra extraña despedida.

Cuando reconocí a la persona que había llegado, reuní todas mis fuerzas con la única intención de asesinar.

http://youtu.be/mX95Pcf79Ko

jueves, 6 de junio de 2013

Amigo, ¿querrías escucharme?

Hola, aún tengo la esperanza de que me leas, y sabes que me dirijo a ti. Sé es extraño que te busque, seguramente has pensado que yo ya no te necesitaría más, y con razones de sobra. Quiero decirte que necesito de tu ayuda, tal vez es demasiado pedir porque yo nunca he hecho nada por ti, pero en estos momentos no encuentro a quien más recurrir. Es que estoy muy sola, me quedé totalmente sola; por perseguir un sueño que jamás trascendería a mi realidad, no medí que todo acabaría, y que cuando abriera los ojos, todos los amigos a los que había ignorado me habrían abandonado, se habrían cansado de esperarme. Y no los culpo.
Amigo, te necesito, aún no sé exactamente por qué. Quizás solo anhelo que me escuches, que me brindes tu apoyo, que me hagas recordar aquello que yo era; mis tonterías y las risas, los dibujos y la preparatoria. Ayúdame a recordar eso, porque siento que me voy a caer, que lo único que busco es suicidarme. Encontrar una maldita escopeta y acabar con todo.
No quiero asustarte, pero no puedo evitar sentirlo así, todo va terriblemente mal y ya no sé qué hacer, te necesito aquí a mi lado, necesito recuperar aquella vieja persona que tenía amigos verdaderos que la apreciaban tal y como era, que la apoyaban y hacían un esfuerzo por escuchar sus penas.
Sé que tú y yo nunca fuimos grandes amigos, pero al sentirme así solo pude acordarme de ti, de lo que me hacías sentir, lo acepto. Pero más allá de eso, quiero que sepas que me muero, que me abraces, que me detengas. Por favor, no quiero cometer una estupidez otra vez, sé que todo esto es consecuencia de mis inconscientes actos, pero ya no puedo remediarlo, no puedo con esto sola. Amigo, desesperadamente, ruego porque aún me leas, porque veas estas letras que plasmo con lágrimas en los ojos y con una puta navaja al lado mío. Sálvame, por favor.
Ya no tengo nada por lo que luchar, no tengo una razón para avanzar el camino y dejar de escribir las ganas que tengo de suicidarme. Suicidar, parece una palabra hermosa.

miércoles, 5 de junio de 2013

Sus versos

Mejor vivamos en esos poemas que escribes, cuando los leo me siento amada; en ese mismo instante todo parece perfecto. Pero al terminarlo, todo vuelve a estar mal. Sí, ya lo decidí; viviremos para siempre en un poema, que nada ni nadie más puede importar cuando estamos así.

Lo sabías

Vos que nunca fuiste nada, pero que por una extraña razón representabas todo. Sí,  te diste cuenta, me había enamorado de ti. No esperaba que me correspondieras, por supuesto. Apenas nos conocíamos y compartíamos un par de cosas, eramos amigos, pero tampoco nos hablábamos demasiado. Pasábamos buenos ratos, compartíamos historias graciosas. Nos burlábamos un poco de la vida.
Vos y yo siempre fuimos distintos, sobra decir la edad, la ciudad, la madurez. Pero de cualquier manera - y Dulce lo sabía - me había enamorado como una niña que acerca un dedo al fuego sin saber que se quemará. Ella lo sabía porque me dedicaba a hablarle de ti, y por dentro se partía de la risa, y también se alegraba de que estaba superando el pasado. De que quizás, me había recuperado, y que las crisis tontas no volverían jamás. Ya no tendría que escuchar cómo extrañaba aquellos días.
Yo sabía que vos lo sabías, es que era demasiado obvio, los poemas que escribía. Deberías ser un tonto para no haberlo notado. Pero sé que fingías demencia, no me querías del modo en que yo deseaba. Y en verdad no importaba, porque sin ser nada me hacías sentirlo todo. Además, qué importaba, yo quería saborear el momento. Verte reír y dejarme llevar por aquella música que brotaba. Y cuando me robé esa melodía y me derretí por completo. Oh vamos, realmente sabías que yo te admiraba, que me enojaba cuando no me hablabas. Que inventaba excusas para decirte "HOLA". Lo sabías, y me alegro que jamás hayas dicho nada. Era feliz con esa amistad extraña en donde se escondía un inmenso amor.
Pero te agradezco desde el corazón, me ayudaste a superar algo que imaginaba que jamás pasaría a segundo plano. Gracias por dejarme quererte. Gracias.

Cuatro años hacia delante XVIII

Estaba en el hotel y me preparaba para volver a Guadalajara. Mi teléfono celular comenzó a sonar y sin ganas me dispuse a responder.

— Hola Phany



— Cuéntame todo, ¿lo lograste? ¡Dime que sí! — respondió agitada Phany del otro lado del teléfono.
— Phany… — suspiré.
— ¡Habla, carajo!
— Ella, ella no me creyó — lloré por primera vez.
— Pero Ian… ¿Le explicaste? ¿Le dijiste todo tal y como era? ¿Incluyendo el hecho de que yo era una maldita piruja? — se molestó.
— Le dije todo y además, ella me dijo que ama a Eduardo.
— ¿Eduardo? — ¿de qué Eduardo hablamos?
— ¡Su mejor amigo, Phany!
— ¿Eduardo está viviendo allí? — dijo por completo sorprendida.
— Sí. Phany, ella me dijo que lo ama y yo — se me quebró la voz por un instante — yo no puedo luchar contra eso.
— Yo no puedo creer lo que me estás diciendo, yo la conozco. Estoy segura de que lo dijo por tonta y orgullosa. O por razones totalmente erradas. Pero ella, dios, ella debe amarte a ti.
— ¿Qué parte del “Me mandó al demonio, no quiere saber nada de mí; prefirió a Eduardo” no entiendes, Phany?
— Ojalá un día puedas perdonarme.
— Phany, no te tortures más con eso, yo ya te perdoné hace mucho tiempo.
— Es que fui una maldita perra, no sé cómo pude hacerle eso a mi mejor amiga — lloriqueó — todo por un capricho adolescente.
— Tú lo has dicho — comenté — un capricho adolescente. A esa edad todos cometemos muchos errores. Lo importante es que ahora sabes que estuvo mal, y eres mi mejor amiga. Te quiero, Phany. No te tortures más con el pasado.
— Pero por mi culpa perdiste al amor de tu vida…
— Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos. Ya no podemos intentar nada más. Y yo me recuperaré de todo esto, te lo prometo. Tal vez algún día pueda querer a alguien una mínima parte de lo que amo a ella ¿sabes? Quizás dentro de lo posible, pueda hasta olvidarla.
— Te quiero mucho, Ian. Yo estaré contigo.
— Gracias Phany. Ahora, de regreso a Guadalajara.
— ¿Tan pronto?
— Ya no tengo nada que hacer aquí.
— Cuídate mucho, te esperaré.
— Adiós.

Era gracioso. Justamente la persona que me separó de mi novia, era la que ahora me brindaría su apoyo para recuperarme. ¿Cuántas cosas extrañas pueden suceder en tan solo cuatro años? Ahora había que dejar la lucha, tenía que regresar. Me hubiera gustado verla por última vez, pero le había prometido no volver a molestarla jamás.

Vamos Ian, no hay nada por hacer.

Versión de Ella*

Llegué agitada a la casa de Eduardo, sentía que me rompería en mil pedazos si no lo veía, si no escuchaba su voz para que me reconfortara. Necesitaba esa paz que podía transmitirme, rogaba que me demostrara que había tomado la decisión correcta y que ahora todo marcharía bien. ¿Todo estaría bien, correcto?
Toqué con impaciencia y él inmediatamente abrió. Sus ojos oscuros me miraron con curiosidad, me dejé llevar por los sentimientos y exploté. Me arrojé a sus brazos y comencé a llorar de verdad.

— Chiquita, no me asustes así ¿qué pasó? — me separó de él para mirarme. — vamos pequeña, entra a la casa.
Abrazados nos dirigimos hacia la cocina, sirvió un vaso con agua y me lo ofreció, lo bebí con rapidez.

— Gracias — dije respirando entrecortadamente — tú eres muy bueno, sí, muy bueno. Eres muy bueno… — dije somnolienta y, por segunda ocasión, todo se volvió oscuro. Apenas si escuché a Eduardo gritando mi nombre repetidas veces.

martes, 4 de junio de 2013

Solo basta que observes las estrellas

Te quiero tanto. Tú lo sientes, ¿verdad? No está en las palabras, no tiene nada que ver con decirlo, con buscarle nombres. Dime que lo sientes, que no te lo explicas pero que lo sientes, ahora.

— Julio Cortázar.

Cuatro años hacia delante XVII

Sentí que un dolor subía a mi garganta, presentí que no volvería a verla más.

Fin del flashback



— Y bueno, eso fue lo que sucedió; no podía dejar que tuvieras esa impresión de mí. Amor, te juro que jamás quise que pasara, y si no dije nada de lo que Phany pretendía era precisamente para no dañarte. Todo lo que te dije fue real, todos los planes que forjamos, las promesas, las canciones, aquel día en que nos escapamos. ¿Recuerdas algo de todo aquello que vivimos? Podemos reanudarlo, podemos volver. El amor sigue intacto, yo lo sé…
— Lo siento Ian, pero no puedo creerte. Eso que has dicho es demasiado irreal, me parece una excusa enorme. Tal vez tú y Phany siempre se entendieron bien, y fui una estúpida al no darme cuenta. Me destruiste por completo, me acabaste.
— Yo te adoraba, ¡yo te amo! Debes sentirlo aún — Ian tomó mi mano y la colocó en su pecho. Parecía que había una guerra dentro de su corazón y me estremecí como nunca.
— Ian — dije soltándolo, sin demostrar sentimiento alguno — me he quedado a escucharte hasta el final, he cumplido mi parte. Ahora solo te pido que te vayas de mi vida, que no vuelvas a buscarme. Escúchame bien, en algún momento te quise mucho y claro que no olvidaré todo lo bueno que brindaste a mi vida, ni siquiera te guardo rencor. Ya no más.
— Por favor…
— Ian, estoy enamorada de Eduardo y, lo siento, eso no va a cambiar.

Él me miró a los ojos con rudeza, como tratando de encontrar la verdad en mi mirada. Bufó y después se acercó a besarme, yo le correspondí.

— Cuídate, mi amor. — Ian se levantó y se fue. Se largó dejándome un enorme vacío.

¿Qué había pasado?

Me eché a llorar como una niña pequeña, Ian no regresaría. Le había escupido en la cara, lo había mandando al diablo. ¡Le mentí!
Claro que lo amaba todavía, era obvio que lo necesitaba, que quería huir a cualquier parte mientras lo tuviese tomado de mi mano, que jamás iba a poder querer a Eduardo del modo en que lo quería a él. Pero que al arriesgarme, iba a causar un daño terrible.

Versión Ian*

Había hecho todo lo que estaba en mis manos, había viajado, le había explicado cada detalle. Le dije cuanto la amaba, y ella no me creyó. Supongo que había llegado el momento de dejarla ir y comenzar a buscarme a mí.

Estaba en el hotel y me preparaba para volver a Guadalajara. Mi teléfono celular comenzó a sonar y sin ganas me dispuse a responder.

— Hola Phany.

domingo, 2 de junio de 2013

En la euforia de la espera

Volverá, como el sol alumbrará mi vida. Me sabrá a un sorbo de café del puro. Aspiraré con fruición el cítrico perfume impreso en su camisa. No hay tiempo de esperar, ni de hacer planes.
El tiempo ya no sigue la flecha, zigzaguea, avanza, o retrocede en el pesimismo de saber que todas las mañanas muere.

No trates de abordar el tren que conduce a ilusos, tampoco espíes por puertas como tributo del pecado. Afuera hay destrucción. Precarios altavoces interrumpen el sueño. La noche se detiene ante un café, un pianista; la noche del concierto. Llega la despedida inesperada.

No te derrumbes por la pena. Percibirás sonoridad de voces que no se llevó el tiempo, como el - te amo - que pronunció su boca.

Santiago


En estos últimos días he estado aún más solo, y el mundo que guardo dentro de mí me impide conocer las historias externas. ¿Alguien puede escucharme? Te aseguro que puedo escucharte a ti más allá de mis silencios. Puedes tomar de mi mano, si así lo deseas.

  Terriblemente deprimido, destrozado. Una caída interminable, tal vez nunca pueda superar toda esta mierda. Lleno de golpes, me caigo y desearía no tener que levantarme; en algún instante lograré cansarme. Necesito alguna fuerza que me regale de vuelta a la alegría.
  No entiendo por qué terminé aquí, quisiera recordar y dejar de estar distante. Tomo un lápiz y comienzo a escribir, puede que las letras me salven. Quiero volver a respirar, mejor escupo esas pastillas. Mi propia sombra se burla de mí, me engaña, juega conmigo.

  Pierdo el sentido, se me olvida cómo sonreír. Mis facciones se han deformado, no soy el hombre que debería ser, todo lo que deseé. Esta estúpida tristeza que ni en las noches se compadece de mí. ¿Puedes sacarme tú de aquí? Melancolía y frío. Se ha acabado para mí.

  Evito el contacto visual, no quiero hablar con nadie y a la vez anhelo que te acerques a mí. Ni yo puedo entenderme, no sé qué diablos le sucedió a mi cerebro, carezco de sueños. Jamás pedí esta vida, estas cartas, este rostro, este encierro, este constante abrir y cerrar de ojos. Ojos negros, labios agrietados.

  Empacaré las maletas.

sábado, 1 de junio de 2013

Cuatro años hacia delante XVI


Por fin llegué a la cafetería, pude atisbar inmediatamente a Ian, totalmente apartado. Aún así, él hizo una señal para que me acercara; y así lo hice. Sentí que a cada paso mi corazón se aceleraba más, parecía que Ian jamás dejaría de controlar cada reacción en mí. Sin tocarme siquiera.

— Hola — me saludó cortésmente.
— Hola, Ian — suspiré. — Bien, aquí estamos; finalmente solos, ahora puedes comenzar a hablar. Necesito irme pronto.
— Seguro Eduardito te espera ¿no? — sonrió fríamente.
— Sí.
— Mi amor, todo empezó en esa estúpida fiesta… — Ian comenzó su historia.

Flashback en versión de Ian 

Parecía que Phany jamás me dejaría en paz, no sabía cómo hacerle para alejarme de ella. Mi novia siempre la quería cerca, era como una maldita plaga. Y me sentía tan atrapado que ni siquiera tenía ánimos para nada. Mi novia lo notaba, pero yo no hacía nada para decirle la verdad. Es que lo que más temía era perderla, Phany era como una hermana para ella; mi pobre niña era jodidamente manipulable por ella. Así que mi peor equivocación fue mantenerla al margen de la situación. Lo que derivo al final de todo.
Creía que aquel día sería el mejor de mi vida. Mi novia finalmente se había entregado a mí, y yo me había entregado por completo a ella. Aquella noche hicimos el amor, supe que ella lo era todo. Que era la mujer de mi vida y que solo a su lado soñaba con formar una familia. Pensé en grande, estaba seguro de que todo saldría bien.

Al amanecer, desperté buscándola entre las sábanas, llevándome una triste decepción al no encontrarla. Me tallé los ojos con pereza y me enderecé. Encontré una pequeña nota y me alegré.

“Hermoso, gracias por una noche tan mágica. Salí a resolver unas cosas, pero regresaré lo más pronto posible. Te amo.” 

Sonreí como un tonto y me volví a acomodar, esperaba pacientemente el regreso de la razón de mi alegría. Estaba sorprendido del grado en que yo podía amar, porque estaba dispuesto a entregarle todo, a dejarle mi corazón, a permitirle que me hiciera daño si así lo deseaba.

Cerré los ojos y me dejé llevar por las fantasías. Solo esperaba que mi princesa regresara para hacerle el amor hasta que nos agotáramos.

— Ya estoy aquí, mi amor — escuché un susurro en mi oído que apenas adormilado pude distinguir.

Sentí que la cama se hundía y algo de humedad en mi cuello. Sonreí complacido y dejé que ella me llenara de besos el cuello y los labios. Sentí su cuerpo desnudo, sabía que algo extraño sucedía pero le resté importancia. Apenas estaba consciente de lo que hacía, me sentía plenamente relajado. Acariciaba suavemente ese cuerpo, aquella lengua transitaba mi pecho y estaba bajando poco a poco. Cuando sentí esa boca sobre mi miembro, supe que no era mi novia la que se encontraba desnuda sobre mi cama.

— Pero, ¿qué carajos…? ¡Phany! — grité asustado alejándola de mi miembro y colocándome ropa. — Dios, si mi novia te ve aquí…
— No te preocupes, cariño — rió venenosa — ella se ha ido.
— ¿Se ha ido? ¿Co…?
— Mi amor, te ves tan tierno confundido.
— Phany, amo a mi novia, la amo. Entiéndelo de una puta vez.
— Lamento decirte que ahora tendrás que conformarte conmigo. Tu divina novia nos vio, y se fue. Eres libre para estar conmigo. Vamos, hasta te hice un favor. Esa no tiene chiste, ¿ya la viste? Es una idiota.
— Phany…no te golpeo solo porque eres una mujer, y te respeto. — Respiré —Con ella no te metas, mi niña es maravillosa, es hermosa, inteligente, amorosa y es un ser bondadoso y perfecto. Algo que tú jamás conocerás. Deja de meterte en mi vida. Escúchame, jamás estaría con una mujer como tú. Así fueras la última mujer en el mundo, preferiría volverme homosexual. — Finalicé y corrí hacia la búsqueda de mi princesa. Si realmente nos había visto, ella jamás me perdonaría.

Sentí que un dolor subía a mi garganta, presentí que no volvería a verla más. 


EXTRA

Descripción de los personajes principales “Cuatro años…”

Ian:

Ian es un hombre de veintidós años, de aspecto rebelde. De tez blanca. Su cabello de un color azabache es largo, pero no demasiado. Tiene barba. Acostumbra vestir pantalones de mezclilla rotos, camisas blancas y chamarras de color café o negro. Fuma como loco, es uno de sus mayores vicios. Ama escribir y dibujar. Es una persona bastante organizada en lo que hace. Cinéfilo. Es un hombre que se distrae con facilidad, a veces es egocéntrico y egoísta.

Ella:

Una mujer de veintidós años, de aspecto muy dulce. Tez blanca. Su cabello es de un color castaño, le llega hasta los hombros. Acostumbra utilizar faldas, vestidos cortos, shorts. Detesta el alcohol, ODIA que Ian fume. Le gusta tomar fotografías, lo que más desea de la vida, es viajar. Es muy sentimental, dramática hasta cierto punto, agradable para quien tiene el gusto de conocerla. Es muy sensible, pero también suele ser vengativa, cruel y desagradable.

Eduardo:

Hombre de veintidós años, muy reservado, de pocas palabras. De piel aceitunada. Su cabello de color azabache. Acostumbra utilizar cualquier tipo de ropa cómoda. Fuma de vez en cuando. Es una persona muy culta, muy seria, de conversaciones amenas y profundas. Un hombre caballeroso, amoroso, protector. Su sola presencia regala una enorme paz.