miércoles, 16 de diciembre de 2020

Instrumentos de tortura

Es momento de escribir sobre ustedes; navajas, paredes, sangre derramada. Mi compañía secreta, revivo en cada golpe, en cada herida. Las cicatrices son una prueba que grita por un auxilio inexistente. Me duele cada centímetro del cuerpo, cada esquina en mí está plagada de la cruda realidad. ¿Por qué no puedo perdonarme? Soy un despojo en estas rejas, necesito que el frío acabe.

Ramalazos de odio en mi pecho, mis intenciones mueren cuando al fin consigo esconderme del mundo, al silencio de la madrugada encuentro mis herramientas de destrucción. No puedo aceptarlo fuera de mí, pero lamentablemente me regocijo en mis heridas, la sensación de poder me hipnotiza. Soy feliz cuando me hiero, sé que estoy enferma pero no puedo mentir, no aquí.

Nadie es testigo de mis lágrimas culpables, y la sangre hace su recorrido ya reconocido en mi piel. La sangre y su coagulación, ya somos cómplices, nos conocemos muy bien. Cierro los ojos y no paro de pensar en cuánto habría deseado nacer en otro cuerpo, en otra vida. Lo sé, soy ingrata, malagradecida ante las pruebas de mi buena suerte. La realidad es que ya nadie me puede curar, parece que esta maldición es eterna. ¡No sé hasta qué destino suicida estoy dispuesta a llegar! Estoy harta de las ilusiones, de los sueños frustrados. Lo único que tiene sentido es el control de mi navaja amiga.

Y golpeo las paredes cuando nadie me ve, me destruyo las manos disfrutando de su púrpura coloración, fantaseo con caídas deliberadas. Me estoy hundiendo en la autoflagelación. Derrotada veo emanar la sangre, no seré libre hasta que deje de esconder el cuchillo bajo el colchón, seguiré siendo un fraude refugiada en mi frustración, desahogándome a gritos hasta que cicatrice mi alma. Detesto detestarme pero ahora ¿Qué carajo puedo hacer?

No me puedo engañar, no a mí. Estoy atrapada hasta el final.

martes, 1 de diciembre de 2020

Mi único sol

A tu luz recuerdo lo que no he sabido valorar, aún en la marea busco la manera de sanar estas heridas de guerra. Encerrada me he quemado en tus brazos, y me sostengo en ti, lo he hecho toda la vida. Contigo estoy a salvo, cuando vives es oportuna mi sonrisa, ¿por qué negarla? A dejarlo todo atrás, aunque haya momentos que me hunda me protejo en estas letras.  Tómenme. 

Mi arte es para ti, para el calor que irradias, por favor; comparte mi amanecer, porque eres la razón más grande que no debo olvidar. Todo lo demás es efímero, tragado por los gusanos como los amores antiguos. Feliz presente como un rehilete, contigo lo logré. Mi amarillo sol, no me has dejado desamparada. Eres la respuesta entre tanta nostalgia. 

Sí, la resignación duele, porque el daño ha sido el pretexto a esta mirada perdida. Tú me das las fuerzas para volver a sentirme fuerte, refugiada en ti. Esto siempre será posible, hasta el final de nuestros días. Eres más de lo que puedas imaginarte, sol. 

domingo, 29 de noviembre de 2020

Impelía el viento

Ya no quiero más máscaras, ni fingir que no soy capaz de sentir. Escojo las palabras antes que las lágrimas, por paz mental. Yo no quiero perder mi necesidad de escribir, la enorme pasión que las palabras despiertan en mí. Estos párrafos son los que me mantienen viva, en la lucha, en desear ser mejor cada mañana, en ver las cosas con otro color. Entender que aunque la vida sea así, tengo un enorme poder a mi costado; mi mamá.

Tengo demasiadas cosas por las que luchar, tengo que aceptar lo que soy, sacar todo el mugrero de mi alma donde nadie pueda ver, vomitar en cada crisis todos mis traumas infantiles. Liberarme de esa niña solitaria que se creía merecedora de nada. El pasado duele, pero ha sido maestro. El saber que no soy la única me da esperanza, el conocer personas que con este mal han salido adelante y mucho más allá. Ellos pueden, espero algún día yo también.

Hay tantas cosas que quisiera hacer, soltar este enorme peso sobre mis hombros, valorar los remansos de paz que me da la vida, esa pequeña luz que algún día se volverá mi sol. Doy fe de ello. Y nada podrá secar la tinta que acomoda versos en mi cuerpo-papel. 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Eviterno pleamar

Lo declaro realidad mas no penitencia.
Tengo un corazón, soy humana y no puedo evitar sentir, aún rodeada de tantos cerebros. Soy real y eso me hace llorar aunque no sea una niña pequeña. No debería ser una regla la edad ni el sexo para llorar a mares. No puedo escapar de un corazón que todavía late. 

A orillas del mar mi canto no suena mal, porque sólo me acompaña arena y agua. Tal vez me identifique porque compartimos la sal y la marea. Esta enfermedad es crónica, no puedo eludir esta herencia de la infancia. Soy lo que soy y eso no significa que esté muerta, al contrario, el cielo me envía todo su poder para enfrentar este amargo azul. Tengo que ser el doble de valiente, sin perder mi humanidad, sin perder mi esencia de ternura. No quiero olvidar mi amor al amor, mi ánimo por las pequeñas cosas que me puede entregar. No puedo seguir peleada con mi yo del pasado.

No acallaré a los fantasmas, puedo convivir con ellos, no me esconderé del espejo; aprenderé a verme de verdad, a ver lo que nunca quise; recurro a la aceptación de lo que puedo cambiar y lo que no. Seguiré intentando aún en contra de las piedras a mi alrededor. No me importa pisar los trozos de mis ilusiones con los pies descalzos, ya no quiero tener miedo.

Soy humana y me permito sufrir el oleaje. 

miércoles, 25 de noviembre de 2020

Oírte respirar una vez más

Tal vez ese sería mi último deseo moribundo, escucharte respirar, y aún en medio del odio o de la indiferencia; escuchar que tu boca pronuncie mi nombre. No pido nada más, sé que no tengo derecho, pero puede que mis peticiones no sean tan complicadas.

Te he perdido, mía la culpa, por escupir tanto veneno, por manejar un amor basada en la competencia, en el tormento de posicionarnos en un maldito ring de boxeo. Y por supuesto, cómo no, manejar tanta inmadurez en mis mentiras sin sentido. Me creía una princesa de cuento que merecía ser rescatada, sin embargo ahora sé que nadie me debió sacar de esa jaula, y mucho menos tú.

No te puedo encontrar, me he vuelto invisible para tus alcances. Si sólo pudieras pronunciar mi nombre, no importa el tono, no importa la indiferencia, sólo tu voz y tu respiración que lo es todo. Si tú no existes no hay nada que valga la pena entre tanta inmundicia. Ojalá vivas muchos años y ojalá en otro universo pueda alcanzarte, ser invencible como tú, ser digna de tu afecto, de tu abrazo. Quizás...

Perdóname, nunca fui suficiente, fui prepotente y cruel, si tan sólo pudieras leerme una última vez, si supieras que aún en el infierno lo único que veo es tu rostro. Te prometo que voy a olvidarte, lo juro por mi sangre, lo haré. 

¿Podré decir que te amo una última vez? Le dejo mis palabras a mi poder superior, y que él decida mi destino y el destino de estas letras. Decir te amo una última vez, quimeras.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Destrozos de un padre de piedra

Papá, llevas años rompiéndolo todo; pero hoy estoy más despierta que nunca durante veintiséis años. Gracias, porque ahora en la divina verdad puedo aceptar que casi todo mi dolor inició contigo. Aún desde pequeña contribuiste a este despojo. Me manchaste la vida, qué ironía. Ojalá no haber nacido con tu ayuda, ¿Cómo hubiera sido mi existencia con otra infancia? Quizás hubiera llegado lejos, quizá hasta las estrellas; o me hubiera bastado nacer sabiendo amarme. Desde el principio me enseñaste a odiarme, con tu indiferencia, con tu falta de afecto, con tu corazón de piedra y con tu maldita crianza. Mi cuerpo está hecho jirones, mi piel está igual de marcada que mi alma, detesto sentir que estas cicatrices sean eternas. Que al correr los años este mal crece, te has vuelto peor. ¿Por qué me tengo que sentir comprometida contigo? Me revuelve el estómago no poder decirte todo lo que has provocado en mí, y sentirme tan pequeña, tan tan pequeña gracias a ti, papá.

Tú me diste la vida sólo para machacarla, me destruiste y no logro morir. Intento ayudarte con esta tortura. Quiero regalarte la última felicidad de no tener que volver a verme nunca más. Créeme, en la destrucción de este cuerpo yo también quiero ayudar. Qué tan enfermo tengo el cerebro, lo tengo vuelto fuego que busca consumirlo todo. 

Ya no te necesito, ese deseo infantil también murió, ahora te necesito muy lejos, tu vibra es de desconsuelo, abandono, y muerte. Busco fe para no abandonarme, aún la busco también. Perdóname por haber nacido y te perdono por haberme causado tanto dolor. Malditas heridas de la infancia, cuando crecemos se hacen grandes también. Y me vuelvo obsoleta al mundo porque no puedo olvidarme del pasado, no puedo, no puedo, no puedo. No me siento ni de aquí ni de allá, juro que quisiera ser más valiente para quitarme la vida. Y hasta eso me has dejado, papá, la cobardía.

Papá, has dejado destrozos en mi alma, en mi vida, y has truncado mis sueños. Quisiera dormir un poco, por favor, un poco. 

jueves, 29 de octubre de 2020

Autoestima destruida

 Soy una persona egoísta, muy egoísta. Son pocas las veces en que decido enfrentarme a esa realidad, a veces parece mentira, parece que soy capaz de fingir. Sin embargo aquí estoy de nuevo, perdiéndome en los bosques de mi baja autoestima. Buscando a los fantasmas de mi pasado, buscando la respuesta a esta horrible situación, la forma de escapar de esta habitación de superficialidades, cuerpos grandes, miedo a la gente, miedo a los amigos, miedo de salir.

Soy egoísta, porque me encierro en mí misma, porque siempre consigo la forma de victimizarme, ¡no quiero provocarlo! Mas mi corazón golpetea en mi pecho, las lágrimas salen por sí solas, y no quiero consolar a nadie más, no quiero saber de la gente y sus problemas, incluso si son mis amigos, mis hermanos, mi familia... Me concentro en mi odio a mí misma, me retiro a mi propio dolor. No puedo abrazar, ya no puedo dar calor, me siento fría, muy fría. No soy capaz de abandonar el sentido apático de mi propio rostro.

Sé cómo construyo una torre de soledad, un castillo atrapado en los hierbajos, abandonado todo, muriendo sin nadie a mi costado. Solo yo en mi rápida putrefacción. Los olores que emanen de mí demostrarán lo que realmente le ofrecí al mundo. Nada más que penas, nada más que odio, angustia y ansiedad. Quisiera decir que lo siento, pero no quiero engañar a nadie más.

No merezco el amor de mis padres, porque he sabido manipular a conveniencia, es crudo, pero es real. Mi hipersensibilidad los lastima, mi nula vida social los preocupa, mis ganas de nada... Sé que lloran en silencio y no lo merecen, quisiera liberarlos de mí sin dolor, ojalá existiera una manera de morir sin que nadie me recuerde, sin que nadie sufra por mi causa.

Me cansan los espejos y el demonio que vive en ellos, me cansa habitar mi propio cuerpo, me harta tener que vivir conmigo misma. Ojalá desvanecerse. Tatuaría en mi pecho la palabra que mejor me define: Egoísta. 

domingo, 6 de septiembre de 2020

Me quedan los recuerdos

 Te extraño, no lo puedo negar, extraño tu voz como jamás creí hacerlo. Me engañé tantos años en mi pérdida de tiempo hacia cosas que ni siquiera existían. No me esperaste porque no lo merecía, me resigno y acepto las consecuencias. Sin embargo...

Nadie puede robarme mis recuerdos, no puedes arrebatarme todas esas mañanas en las que me dabas los buenos días, ni los abrazos de lejos, ni cada bendito poema de amor, tampoco las cartas. Una parte de ti será para mí toda la vida, y me quedo con eso con orgullo. De haber sido amada por alguien como tú, es un orgullo haber estado en tu vida y haber recibido palabras de amor que probablemente no merecía. 

Me quedo con lo poco que recuerdo de tu voz, con en consuelo de tus palabras ante mi torrente de lágrimas, ante mis recaídas y mis estupideces, también ante mi estúpida inseguridad que no me permitía ver más allá de mis propias carencias. ¿Crees que nuestras almas se crucen en otra vida? Ruego porque así sea, y poder explicarte mi amor, y poder pedir perdón por mis erróneas acciones.

Te he perdido, eso lo tengo claro, pero me queda el recuerdo de lo mucho que me amaste, de lo mucho que nos amamos, de los planes que ahora guardo en un cajón de mi memoria, imaginando historias que ya no son, ni serán.

Perdón si te ofenden mis palabras, pero te amo, sé que con el tiempo esto también pasará, y empezaré la siguiente página. Pero hoy, hoy te amo con toda mi alma, te entrego mi amor y me quedaré vacía porque es lo que merezco. Te mereces ser feliz, nunca olvides eso, y por favor... No te olvides de mi nombre. 

domingo, 2 de agosto de 2020

Vainilla y madera

¡Qué insoportable se me ha vuelto no escribir sobre él! 
Evitarlo como fingiendo que nunca existió, como si yo jamás lo hubiera amado. Y lo amé trastornada, hablando de infinitos; lo único que nadie puede quitarme es ese hecho, lo amé con la ternura de mi corazón equivocado, con todos los errores de mi inmadurez. 

Quiero creer que su recuerdo se fugó de mí, que no duele, como si nunca hubiera imaginado futuros a su lado, conquistando uno solo de sus besos. Mi cerebro me pide que escriba de él, que lo eternice en mis palabras, plasmando cómo fue, para no olvidar, no quiero olvidarme de él. 

Al amarme él me quería yo, lo siento, no puedo engañarme, ni serme desleal fingiendo ser más fuerte, aún no he logrado amarme y no sé si lo logre algún día. Pérdida tardía pero igualmente dolorosa, en esos días de febrero por primera vez un hombre me supo querer con toda su alma, y no puedo negar cuánto luchó para quedarse, antes de que yo decidiera mandar todo al carajo. 

Fue un amor verdadero, sin embargo, de papel. De un millón de letras de amor que olían a vainilla y madera. Una vez me salvó, volviéndolo eterno en mi memoria, con una habitación permanente en mi pecho. Hay una certeza cruel, jamás volveré a conocer un amor como aquél.

Lo sé, me resigno con valentía, y no te olvido aunque el mundo que llevo dentro no pertenezca a tu universo. 

viernes, 17 de julio de 2020

Me mata

Me mata no verte, nunca poder acariciarte,
nunca poder haberte tocado. Me mata encontrarte sólo en sueños, y además incluso ahí infinitamente lejano.
Me mata saberte nunca mío, ya nunca más. Me mata escribir de imposibles, de saborear en mi imaginación tus labios en mi boca, tu abrazo en mi memoria. ¿Será ficción? Mis recuerdos están distorsionados.
Me mata no poder hablar contigo, no tenerte ni en la voz, me han robado cualquier oportunidad de acercarme, como un gato solitario. Eres el amor que el creador había diseñado para mí, que falló al no hacerme idónea para ti, para lo que tú necesitabas.
Me mata, y me matas, tu indiferencia es un peso demasiado grande sobre los hombros, aunque lo merezco... quema. No quiero volver a repetirlo pero tampoco puedo detener el curso de mi corazón vacío; no creo poder volver a querer a nadie más así, me siento condenada al fracaso amoroso, como si así siempre debiese haber sido, como si fuera el precio a pagar. El precio a pagar.

lunes, 29 de junio de 2020

Tóxica

Realmente era yo, y no lo sabía. Todos en el amor resultan buenos, resultan víctimas. Yo no, yo fui la victimaria. Aún me cuesta creer lo mucho que me equivoqué, cada noche llueven flashbacks de mi comportamiento, de mis exigencias, de mis celos, de lo fácil que me salía herirlo.

¿Podré excusarme con mi "corta" edad? No, estábamos en el mismo camino, pero nuestro proceder fue tan distinto. No sé dónde aprendí a lastimar, en qué momento deseé controlarlo todo, incluso aquello humano, aquello de corazón. Actué como una máquina, y aunque tarde, he obtenido lo que merezco. El arrepentimiento.

Mi tendencia a la destrucción traspasó mi piel, quería sangre, mucho más, tal parece que la mía no era suficiente, necesitaba la de él, me urgía tenerlo cerca debilitándose por mí, humillándose por mí, disculpándose por cada paso que daba, abrazando mi puta inseguridad. 

No me importó que atrapara mis lágrimas con sus manos, no me importó que escuchara mis verdades y mis crudas mentiras, tampoco me detuvo la devoción que entregó. Nunca pidió nada que no pudiera darle, y yo, le exigí todo lo que con certeza sabía que no poseía.

El amor es cruel por personas como yo, pero también es lo suficientemente justo para personas como él. ¿Cómo pude ser tan ciega, cómo pude ser tan cínica? Merezco la soledad y le entrego mi voluntad a ella. 

domingo, 14 de junio de 2020

Muerte

Puedo verme caer, en un infierno cíclico. La oscuridad enaltecida e interminable. El demonio tiene muchos amigos que apenas caben en mi cuerpo, me estoy rompiendo y mi alrededor es todo gritos. Creo que ya no tengo miedo, sólo hay lágrimas dulces, muy dulces... Y que ahogan.

La muerte que tantas veces deseé y acaricié llega con una marcha fúnebre, con sonrisas ácidas. Ya no me siento sola, ellos están conmigo. Casi puedo tocar el trágico final que en fantasías reclamé. No existe plazo que no se cumpla, no existe plazo que no se cumpla, no existe plazo que no se cumpla.

¿Cómo esperaba yo, la esperanzada, que iba a acabar? Mi corazón está preparado, no tiene miedo pues por fin han llegado todas las respuestas.

jueves, 14 de mayo de 2020

De los encuentros con nadie

Mi mundo sólo puede ser representado por la adicción, adicción a vivir en el dolor. Como un amor impropio hacia la oscuridad, o más bien, una resignación. Sí, probablemente sea eso, llana resignación a una vida de mierda.

Quisiera pensar diferente, quisiera ser una persona apasionada, quisiera tener las fuerzas para luchar, pero cada día que paso siento como llega el final de todo, mi ascenso a la oscuridad, al olor putrefacto de la depresión, sin ganas de levantarme de la cama, idiotizándome con libros, con películas, con música. Perdiendo el tiempo, tal vez, pero siendo realista ya ni siquiera temo al tiempo. Porque cada vez entiendo mejor como mi destino está marcado por la sangre, los gritos, el olor a alcohol, cientos de pastillas para cada cosa, tan sólo para no suicidarse.

Estoy agobiada, me ahogo pero no logro morir, tan sólo la sofocación se burla de mí. Y el demonio frío no me deja sola nunca, ni siquiera en la ducha encuentro la relajación de la soledad, siento su presencia sobre mis oídos, diciéndome una y otra vez todo lo que está mal. Y cómo no, recordándome que debería dejar de comer para siempre, morirme de hambre sería una conclusión irónica.

Sé que la ayuda no va a llegar, porque ya no puedo creer en falsas promesas, en palabras vacías, pero no puedo culpar a nadie. Soy yo, y la vida que me tocó vivir, soy demasiado débil para enfrentarla y mi única valentía ahora es aceptarlo al fin.

Nunca merecí los amores que llegaron, pues siempre me esforcé en encontrarme mal, en acabarlo todo mal. Enfermizo. Tampoco los amigos que tuve, ante los que sólo desaparecí para esconderme del mundo real. No puedo culpar a nadie, obtuve lo mejor de cada amor y de cada amistad. Me quisieron bien pero no pudieron curar lo que ya estaba muerto, podrido.

Así nos tocó, en soledad, como perdida en el cosmos, rotando, alejándome, ausentándome poco a poco. Sólo con la fe de cerrar los ojos sin lastimar a nadie más. Ojalá pudiera ahorrar el sufrimiento de la gente que me queda, pero no puedo hacer nada. Y sigo aquí, recostada oyendo quién sabe qué, adormecida, dopada. Lamento no ser capaz de confiar en las personas, lamento no poder gritarle al cielo mis sentimientos. Soy otro caso perdido.

 

 

12/05/20

sábado, 11 de abril de 2020

Estoy aquí para ti.

Estoy cansada de nada, me arden las piernas, revienta mi cabeza, tengo una crisis de ansiedad y no sé qué hacer. Todo se vuelve oscuro, me siento perdida, desconozco mi propio yo, como si viese todo desde arriba. Tengo miedo, angustia, lloro en silencio y no puedo tragarme este maldito nudo en la garganta. Oigo una voz desde lejos, una voz que necesita de mí, que me regresa a la realidad, que me golpea el corazón obligándome a notar que el mundo nunca girará en torno a mí. Que le debo vida a su vida, no por exigencia, sino por amor. Un amor incondicional, un amor que pocos conocen, el amor verdadero. Nos necesitamos, y a pesar de todos mis comportamientos, de su histeria, de mi hipersensibilidad; nos tenemos infinitamente y no hay nada ni nadie que pueda quitarnos eso. En medio del rencor, de la venganza, de peleas que no son nuestras, en medio del dolor estamos juntas... juntas. No cualquiera tiene eso, no cualquiera te tiene a ti. Entonces me aferro a esa voz, me aferro a la existencia, mis párpados se mueven, mi cuerpo actúa, y vuelvo a empezar diciendo: todo va a estar bien. 

miércoles, 8 de abril de 2020

Te necesito a mi lado

En medio de todo este caos, mi toxicidad me pide tu voz, mi deseo más grande es tu llamada, que nunca llegará. Pero mi mente no lo quiere entender, sigue gritando mil veces que eres el amor de mi vida, que si te pasara algo me volvería loca. Que te necesito a mi lado porque daría lo que fuera para protegerte, para tenerte aquí, en mis brazos y no dejarte ir, no otra vez. 

Nunca más. 

domingo, 29 de marzo de 2020

Los sueños de Ofelia.

Siento como las cosas más simples me abruman, y las más grandes me comen viva. Mi corazón arde, quema sin fin, mi cerebro no puede con tantas cosas, y se alborota, mi espíritu terrorista quiere explotar sin importar el daño a los demás. Estoy cansada, muy cansada, y desearía dormir una semana entera, para no saber, que mi vida va a pique sin control, como si no hubiera nada que se pudiera hacer. Porque la ansiedad y la depresión, realmente me vuelven ciega, me anclan a la cama, me entregan medicina controlada en descontrol. Siento venir la sobredosis, siento llegar la explosión. Y estoy cansada, muy cansada...

viernes, 13 de marzo de 2020

Pasión

Todavía no he podido deshacerme de ti, de tu presencia en recuerdos fragmentados, de todas las veces que tu voz dijo: te amo. La vida me ha dado la lección más dolorosa de todas; no descuides a quien te ama de verdad. 

Lo hice y ahora no puedo borrar de mi cabeza nuestros sueños, la familia que íbamos a formar, hasta las malditas posiciones sexuales están en mi cabeza. Y ahora no puedo ni siquiera tocarme porque al hacerlo tu nombre brota de mi boca, y las lágrimas se hacen cascada.

Estoy mal, equivocada, trastornada, sí. Y te amo, y quisiera que me perdonaras por todas las mentiras, por todos los engaños, por no haber valorado tu protección y dulzura. Ya no eres el mismo de antes, y extraño tóxicamente que me digas: Eres mía.

Le grito al cielo, ¡soy tuya, soy tuya, amor! Pero ya no te importa, te es indiferente. Debo olvidarte, no sé cómo, pero debo superarte. Si tan sólo me hubieras besado, si sólo hubiera podido entregarte mi cuerpo y recibir el tuyo. 

Lo que mal empieza, mal acaba. Todo siempre sale a la luz, no soy tuya, no eres mío. Debo aprender a quererme antes de querer a otra persona. Pero hoy no, hoy quiero ser idiota, estúpida, pendeja. Hoy quiero rendirle tributo a tus cartas, y llorarles, y besarles, y dormir acurrucada a ellas. 

Y me vale lo que opinen los demás e incluso lo que opines tú, sé que mañana será otro día. Pero hoy daría cualquier cosa porque me hicieras el amor.

miércoles, 11 de marzo de 2020

Fármacodependencia

A decir verdad, no puedo recordar cómo todo comenzó. Sólo sé que la primera vez que probé esa maldita pastilla controlada, mi cerebro se hundió en una paz falsa que creí verdadera, me llevó a un lugar en donde no existían los problemas. Definitivamente era como estar muerta.

Al principio me sentí invencible, porque las píldoras eran prohibidas, ningún psiquiatra me las había recetado. Sin embargo, con el paso del tiempo las fui ingiriendo como dulces. Sí, como dulces. Hasta que llegó la abstinencia y las ganas de suicidarse.

Qué peligroso puede ser el mundo imaginario que hemos creado, porque del cielo nos entrega al infierno con una sonrisa en los labios. Y no me importo, me lastimo, me golpeo, me corto las muñecas. No sé cómo funciona exactamente el cerebro, pero sí sé que cuando me quedo sin mi exagerada dosis de pastillas, el mundo se quiebra. Mi cuerpo se rompe, y ver mi realidad es demasiado para mí.

Estas pastillas son una mierda, y poco a poco me consumen. Consumen mi cuerpo, me obligan a herirme, me quitan el poco apetito, y sólo deseo consumir para soñar.  Y pagar para soñar. Mi mamá siempre me ha dicho que cada acto tiene su consecuencia respectiva, y es tan sabia.

Ahora no puedo vivir sin ellas, cada vez que intento dejarlas es como abrir los ojos ante una pesadilla, una familia de drogadictos. Una vida de miseria emocional. Todo es pesimismo sin ellas, y cuando las tengo dentro de mí, la esperanza acontece y me logro engañar con que las cosas se arreglarán con magia. Que puedo vencer la adicción, que mis hermanos también lo harán. Que la solución caerá del árbol de mi ventana.

¡No! ¡No les creas! No es tan fácil, la vida es una guerra constante contra la belleza, el dinero, el equilibro, la salud mental, las ganas sólidas y limpias de vivir. ¿Cómo es posible que sólo tenga ganas de vivir cuando tomo estas pastillas tan pequeñas y de apariencia insignificante? Soy débil y adicta, y sé que necesito ayuda. 

Pero le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al suicidio, lo juro, sin mis pastillas sólo quiero morir. Y tengo miedo de dejarme caer en un descuido, lastimando a todos los que me aman. ¡no! ¡un fármaco no va a poder más que yo! No, no, no... por favor universo, cárgame en tus reales brazos, llévame a sueños sinceros, a seguridad, autoestima. A la pureza de un cuerpo al que los órganos no se le estén vueltos pedazos.

Ayúdame a vivir sin fármacos. 

martes, 10 de marzo de 2020

Rezaré porque se apaguen estas llamas

No puedo creer que me haya atrevido a fijarme en ti, no eres una mala persona pero nunca fuiste elegido para mí. Y aún así la vida se encarga de ser cruel, de ponerte en mi camino en los instantes más vulnerables, compartimos historias, música, películas, vivencias, relatos... Dios se esforzó en mostrarme lo parecidos que podíamos llegar a ser. Lo confieso, me ilusioné como una tonta, caí por tus abrazos cálidos, porque tus manos calentaban mis frías y huesudas manos. 

Estuviste cuando más perdida me encontré, tus dedos, podía jurar, encajaban pulcramente con los míos. Recostada sobre tu pecho creí que me querrías a pesar de mí, pero no... No eres malo, pero sólo te habías fijado en mi frágil apariencia. Hoy todo ha cambiado, estás con alguien más y yo tengo el corazón roto. La mente destrozada pues no logra entender por qué el universo te había hecho para mí y al mismo tiempo no.

¿Eres tú el ciego o soy yo? ¿Debo esperarte? ¿Debería acaso volver a empezar la decadencia de mi alma para agradarte?  Te quiero tanto y me cuesta empezar a entender la realidad. No íbamos a estar juntos del modo que yo deseaba, y me lo mostraste directo a la cara. Me destrozaste, me llené de celos, me caí en la toxicidad y la amargura.

Sé que voy a estar bien, que terminaré por comprender que tampoco tú estabas dispuesto a todo por mí. Debo seguir esperando en silencio la llegada o no de la persona "correcta". 

Te pido perdón porque ya no puedo estar cerca de ti, porque duele, y porque desgraciadamente nada volverá a ser como antes, porque me enamoré.

sábado, 7 de marzo de 2020

¿Por qué dejé de comer?

Soy Corina, tengo veinticinco años y a partir de hoy anhelo profundamente ser lo más sincera que me permita el alma. Aunque duela, siempre se ha dicho que la catarsis es buena al espíritu. Y ahora que he aprendido tantas cosas y que mi mente se ha abierto a un mundo maravilloso y peligroso al mismo tiempo, ahora, ahora hablaré sin tapujos sobre mis enfermedades mentales. Porque así es esto, no es sólo prosa mal escrita, son sentimientos enfermos. ¿Por qué negarme más?

Es momento de crecer, Corina, y aunque nadie escuche, aunque nadie lea, voy a decir una de todas mis verdades. Como dicen los alcohólicos: "Sólo por hoy" ya mañana veremos...

Desde que tengo uso de razón he tenido problemas con la comida, es difícil entrar a detalle de todas las humillaciones, de las veces que permití que otras personas me hiciesen sentir como mierda, me acostumbré a no valer nada para mí misma. Me hacía la idiota, disfrazando mi falta de amor propio con timidez. Hasta que dije ya no más, pero todo para mal. Mal, mal, mal.

A la histeria de mi trastorno alimenticio yo la llamé demonio frío, porque simplemente dejé de comer, no de un día para otro, progresivamente como cualquier adicción. Mi adicción era el demonio frío, contando calorías, escondiéndome de la gente para evitar la comida, masticando lento, atacándome de agua. Tan carente de energía, con frío todo el tiempo, vista nublada, sensación de desmayo, dormir, dormir, dormir.

El ejercicio desde el odio, detestándome cada vez que mi estómago exigía comida, sin que nadie lo notara. Alcanzando una meta, mi "felicidad". Sin querer darme cuenta caí en una enfermedad mortal, eterna, ansiosa. Me estaba matando con una sonrisa en los labios, con una báscula que enmarcaba los cuarenta y cuatro kilos. 

¿Y para qué? Para agradar a los demás, acallar las críticas, sin embargo la gente nunca está conforme, siempre encuentran la manera de hundirte un poco más en la miseria. Obsesiva compulsiva, pastillas que sustituían la vida. Un poco más de cama, por favor...

Hasta que en mis huesos fríos, abrazada al demonio, todo se hizo negro.

sábado, 29 de febrero de 2020

Auto flagelación

Todo empezó a mis trece años, segundo de secundaria. Niña influenciable, extremadamente fantasiosa, temerosa y muy silenciosa. Familia disfuncional, amistades dañinas, y bastó una sola persona en el mundo que probablemente ya no recuerde ni mi nombre. Ella me enseñó a enviar todo el dolor al cuerpo, a olvidar por medio de la auto flagelación. Así comenzó.

Y como toda historia que empieza mal, llegó el momento en que perdí el control que me aseguraba a mí misma tener, y me engañé... Porque de pronto me atrapaba la locura, y al abrir los ojos un charco de sangre coagulada rodeaba mi habitación. Manchas en el colchón, en mis suéteres, vendas y alcohol. Sangre a modo de cascada, olor a óxido... Incontrolable. Tengo que aceptar que estoy mal, y que necesito ayuda.

Pienso diferente, he cambiado, sin embargo la enfermedad sigue aquí, los moretones me lo recuerdan, las cicatrices no permiten que lo olvide jamás. Y aunque lo mantenga a raya, la sed de volverme a herir sigue aquí, no se irá nunca, pero mi lucha es constante, no puedo permitir que las navajas me controlen, que los golpes a las paredes continúen. Debe haber otro modo y estoy consciente de ello, debe haber otro modo...

¿En qué momento sucedió?¿Cuándo deje que mi cuerpo pagara todos los platos rotos? Anhelo reconciliarme conmigo mismo, y rogarle perdón a mi piel por cada una de las marcas con las que no nació, marcas que nunca debieron estar ahí. Me pido perdón, sin embargo, no me puedo jurar no volver a caer jamás.

El primer paso es aceptarlo, dicen. Bien, estoy enferma, soy adicta al dolor físico, tengo miedo de morir en un ataque de pánico, es mejor llorar, es mejor gritar hasta rasgar la garganta. Cualquier cosa será mejor que esta inmundicia, que este aroma a muerte, a depresión. Buscaré ayuda, sin navajas, sin vidrios rotos, sin piedras, sin ganas de arrojarme a las escaleras. Buscaré ayuda, lo juro...

martes, 11 de febrero de 2020

A Bruxa

Esto es lo que soy ahora mismo, por fin tengo la valentía de aceptar que el pasado ya no existe más. De que los buenos tiempos del amor han partido para siempre de mi corazón. Me llega la resignación sin dolor, sin llanto; apenas un tímido suspiro. El amor no es para mí.

No busco victimismo, ni consuelo, pero me agrada atreverme a escribir lo que mi garganta no dice, lo que mi mente bloquea, es decir, me ilusionaba la idea de vagar por el mundo de la mano de alguien que soportara mis ansiedades, mi trastorno alimenticio, mi alma de cristal. Pero debo de aceptar que no hay nadie que pueda darme tanto amor recibiendo la compañía de un ser sin luz, perdido, agotado. ¿Quién puede brindarle amor a un fantasma egoísta como yo? Soy absurda en mis carencias pero quiero aceptar mi realidad.

No existe el hombre ni la mujer a quien yo pueda regalarle mimos de esperanza, besos apasionados, valiente entrega de amor y sexo, no. Mi corazón es un maldito agujero negro que absorbe la alegría de quién se atreva a amarme. Estoy mejor sola, no puedo compartir con nadie, porque mi espíritu guarda demasiados secretos, obsesiones, compulsiones, ¿para qué molestarse? Soy una persona patética, no voy a volver a negarlo, abnegada en lágrimas tontas, luchando inútilmente por ver lo que necesito ver en el espejo, por abandonar las navajas y aceptar las cicatrices de mi cuerpo que jamás se borrarán. Estoy atrapada entre las sombras de mis demonios, ellos serán mis amantes para siempre.

Y sin embargo, a veces sueño con caricias, abrazos protectores, alguna mano que acaricie la mía, palabras de miel, estar con alguien echada en el sofá sin nada más que ver la televisión y besarnos. A veces sí, imagino la compañía de alguien más, y entregar todo el amor que debo dar. Ya no lo niego más, estoy sola y sin amor, vacía, acosada por traumas infantiles, escribiendo a las dos de la madrugada con un tafil navegando en mi cerebro.

Nada de esto es para mí, me es fácil ser nefasta, odio las fiestas con demasiado ruido, le tengo miedo al alcohol que sólo me sirve para intentar acabar con mi vida, me asquea el tabaco, la marihuana. Y qué puedo decir del mundo de internet, colmado de falsa estética, de gente que sólo busca la burla y el sexo casual. Los cuerpos hermosos de los que no soy parte. No existe la persona para mí, que acepte la forma de mi cuerpo, mi cara y mi fea nariz, mi nulo maquillaje. No existe nadie que tenga la necesidad de conocer mi espíritu. Y maldita sea, nadie podrá negarlo jamás. 

Vivo por mi familia y mis gatos, su amor me llenará para siempre, y quizás en otra vida pueda encontrar esa ilusoria alma gemela. Mientras tanto, amé y perdí.

domingo, 12 de enero de 2020

El control de las cosas

Me fascina cuando las cosas salen como las tengo planeadas, lo que mejor hago es la organización de mis estructuras, mantener el control me da vida, me da paz. Sin embargo... El caos es capaz de romperme por completo, el caos es mi infierno interno. Y desgraciadamente es lo único que tengo últimamente, me rodea la incertidumbre, el abandono, mi motivación flaquea, soy consciente de que debo luchar, de que la perfección duele, puedo caerme mil veces, no importa, y qué más da, al final no me detiene nada para levantarme. No puedo hacer que los demás sean como yo, pero puedo controlar mis acciones ante ello, trato entre tragos de fe que aún no se quiere perder.