La
chica de cabellos rizados, aún con lágrimas en los ojos, selló su corazón al
terminar de escribir esa carta extraña de despedida. Ella no quería aceptárselo
a sí misma, pero estaba esperando que algo o alguien la salvasen de ese final
tan dramático, liberarse. Pero en el fondo sabía, nada evitaría su…suicidio. La
chica colocó el celular sobre un estante donde cualquiera pudiese verlo y
volvió a recostarse en la tina, retomó el objeto punzocortante. Rozó su muñeca
izquierda con el cuchillo, recién se dio cuenta de que tenía mucho miedo al
dolor que pudiese sentir. Irónico y estúpido, pensó.
-Me permito recordarte que el dolor de
respirar es peor al físico que ahora sentirás. Solo será por unos momentos y
después, serás lo que siempre quisiste ser, un alma libre de ese cuerpo –
Opinó la voz con un toque burlón.
-Tienes
razón – aceptó la chica de cabellos rizados – no puedo ser una maldita cobarde
hasta para acabar con mi asquerosa existencia –suspiró
Ella
volvió a sumergirse en el agua para infundirse valor, ¡no podía seguir
retrasando las cosas! ¡Cualquier cosa que le deparara era mucho mejor que estar
ahí! Sabía después de todo, que no existía un “más allá”. Así que probablemente
eso no le preocupaba en lo más mínimo. Salió del agua, mantuvo el cuchillo sobre
su vientre por unos minutos. Permaneció estática, como si lo único presente ahí
fuera su cuerpo y no ella en realidad, su mirada se mantuvo fija hacia la nada, ya no habían lágrimas, ni sollozos.
Tomó firme el objeto y con un movimiento seco, realizó un corte horizontal muy
profundo en su muñeca izquierda, los chorros de sangre rojo intenso empezaron a
brotar demasiado rápido, cambiando por completo el color del agua. Ella sin
horrorizarse y con el mismo movimiento seco, efectuó el proceso pero ahora en
su muñeca derecha, de igual manera, la sangre hizo acto de presencia en una
cascada carmesí. La chica de cabellos rizados lanzó el cuchillo ensangrentado
al suelo, hundió sus dos brazos en el agua que adquirió un escarlata aún más
oscuro. Aspiró con mucha dificultad, el dolor
no fue tan grande, al menos no como el sufrimiento que ella ya hubiese
atravesado anteriormente. La respiración cada vez se hacía más pausada, más
perezosa, los párpados empezaron a pesarle increíblemente, la chica no se
rebeló y cedió ante los cambios de su cuerpo casi inerte. Al cerrar los ojos
por completo, se dejó llevar en medio de una sonrisa, por la fantasía, estaba
quedándose dormida para siempre. Poco a poco, dejó de sentir el agua mojando su
piel, dejó de escuchar el canto de los pájaros en la ventana, dejó de poner
atención hasta a su propia respiración, dejó de sentirse a sí misma. Y
entonces, Elisa escapó de su cuerpo, para atravesar a un sueño pacífico e
interminable, lejos del desprecio de la gente, de los problemas, de la
depresión. Y al rescatarse del mundo, todas las alegrías se acumularon en su
espíritu desencadenado, para explotar entre centelleos y risas. Acabando con
todo.
La
chica de cabellos rizados, murió, sin que nadie pudiese hacer nada.
¿Qué
pasó después?
Aún
puedo escuchar el llanto arrepentido y sincero de ciertas personas.
Y
aquella voz fantasma y gutural…sigue nadando entre cuerpos débiles,
convenciéndoles de buscar la salida más rápida.