sábado, 3 de julio de 2010

Alma sin paraíso.


Y como todas las noches me asomo desde mi tumba para ver si alguna pena se acerca a acosar a mi alma entristecida, busco entre las sombras y les pregunto a las demás almas perdidas si alguien a venido a buscarme. Todas me dan la negativa. Y es cuando recuerdo que morí por ti, me convertí en un cadáver pudriéndose entre la tierra del cementerio para que vivieras. Prometiste que todos los días de tu vida vendrías a verme y a dejarme hermosas rosas. Las últimas que dejaste están tan marchitas que dejaron de ser carmesí a un negro cenizo. Mis lágrimas no son más que restos de una persona que un día vivió. Mis labios están secos, mis ojos son grises. Mi corazón está mutilado en su gran parte. No hay descanso eterno para mi alma, esta condenada a estar entre el cielo, la tierra y el infierno. Pero aunque sea esta pobre alma en pena, sigo con la esperanza de que te asomas a mi ataúd y me des esa sonrisa y ese beso que tanto anhelo para poder descansar. Aun recuerdo aquellos días en los que yo ¡Estaba viva! Y mi amor por ti era tan inmenso como la luna lejana y blanca y me mirabas con esos ojos y me ahogaba y más me enamoraba. Dijiste que tenía que morir para que estuviésemos juntos. TÚ LO DIJISTE y después un paraíso se abriría paso entre nosotros para volvernos infinitamente más felices de lo que ya eramos. Morí amor, morí por ti, querido, todo lo hice por ti. Me deje llevar por las alas de la muerte, a sabiendas de una promesa que se acercaría pronto ¡Volverías por mí! Han pasado los años, los malditos años arrasando y llevándose todo lo que pueden de mí, dejándome vacía. Encadenándome a la depresión de existir sin ser vista, en soledad enterrada en está tumba. Observando a las demás almas en pena ya rendidas, sucumbidas ante la desesperanza. Y yo alma sin paraíso aterrada y obligada a guardar fuerzas para cuando el venga por mí, porque se que lo hará. Y me librara de la pena y de la melancolía porque ya nada me queda...más cuento los días, las horas, los segundos...Por el momento en el que él aparezca con las manos llenas de rosas rojas y con la sonrisa iluminada que prometió. Aguardando pacientemente, cantando todas las noches, causando temor a la población...Algunas veces paseando amablemente por el cementerio y lloro lágrimas de arena blanca...Para después volverme hacia mi tumba acostada soñando y soñando con tu regreso. Sintiendo el olor de las malditas rosas que espero, sobre mi nariz deformada. Mis huesos lucen a la luz de la luna. Cabizbaja espero, espero y espero lo que nunca llegará.

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