jueves, 15 de marzo de 2012

La libertad de mi espíritu.


Me gusta la libertad, me gusta ser quién soy. Y nunca quiero temer por cosas superficiales e intrascendentes. Me gusta llorar y al final de todo darme cuenta de lo feliz que puedo ser si yo me lo propongo. Quiero vivir mi vida y tener amigos a mi alrededor, pocos, muchos, ¿eso importa realmente? Quiero disfrutar de mi juventud, así como me deleité con mi niñez, y así hacerlo con mi madurez y mi vejez, después con mi muerte. Quiero morir en paz conmigo misma, sabiendo que aporté algo a la humanidad, ¡Cualquier cosa! Quiero gritarle al mundo mi menester y convertirlo en algo más que un secreto indefenso. Quiero tener todo lo que jamás imaginé, quiero afrontar las consecuencias de mis actos, quiero olvidarme de esta maldita inseguridad acosadora, quiero brillar como las estrellas y de ser posible, ser una de ellas. Deseo recorrer la luna y todo lo que esté más allá de mi planeta, aunque sea en sueños. Quiero viajar, leer, escuchar, sentir, amar, odiar, quiero que todo lo bueno y lo malo marquen mi vida antes del final. No quiero sentir miedo, decepción, vencimiento, cansancio, no quiero dormir, pero sí quiero fantasear. No quiero monotonía, agotamiento, depresión interminable, negrura infinita, no quiero una metamorfosis de oscuridad. No quiero perderme en el camino, no quiero dejar de luchar. Quiero ser fuerte, sin necesitar nada que no sea mi propio pensamiento, mi cerebro. Edana, Andrómeda.

Quiero demostrar mi cariño, sin reproches, sin acusaciones, sin un juez.
Y quiero ser feliz. No una felicidad desmedida de una hora, un día, un mes, un año.
Quiero ser feliz completamente.
Mi nirvana.

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