viernes, 9 de marzo de 2012

Una conversación con el abuelo.


El otro día platicaba con mi abuelo, después de pasarle sus cigarros y prepararle su taza de café con dos cucharadas de azúcar. Nos acomodamos en las sillas del patio trasero.
-Abuelo, ¿Crees en el amor? – le pregunté sonriéndole.
-¡Qué pregunta hija! – Rió él – A mis ochenta y tantos años no he encontrado la respuesta a esa pregunta. Hija, el amor es un misterio, así como la muerte.
-No suena como un misterio que den ganas de revelar – susurré.
-Tal vez – respondió con mirada dulce y enternecedora.
Observamos en silencio el amanecer, admiramos la salida del sol y disfrutábamos de la melodía que los pájaros y la cuchara del café formaban. Mi abuelo encendió su cigarro con pulcritud y cierto atisbo de melancolía.
-Yo amé a tu abuela – dijo al fin – Desde el primer instante en que la vi entrar al salón de clases supe que íbamos a estar juntos. Y no creas – rió – me costó mucho tiempo conquistarla, ella no era chica de flores y chocolates, por el contrario, ella aspiraba a mejores cosas y acepté con tristeza que quizás ella era demasiado maravillosa para mí. Pero cuando dejé de cortejarla ella se acercó a mí, dijo que me admiraba por ser sincero con mis intenciones y después me dijo que era un idiota por haberme rendido tan fácil. Le conté qué sentí cuando le conocí, las cartas que le escribí y que nunca le envié. Nos hicimos mejores amigos. ¿Sabes, hija? Es la primera clave del amor, una pareja para que funcione tiene que entenderse y la mejor forma es siendo amigos primero y darse cuenta si vale la pena pasar por todas las penurias del amor. Tómalo en cuenta.
-Claro que sí, abuelo – suspiré - ¿Qué ocurrió después?
- Sí, lo que imaginas hija, después de dos años de amistad nos hicimos novios. Tomando en cuenta que me hizo declarármele frente a todos en nuestra graduación de la preparatoria. Muchos me odiaron y envidiaron. Y desde entonces nunca me separé de tu abuela, hasta que ella murió – sonrió con amargura.
-¿¡Tanto tiempo estuvieron juntos!? – Grité sorprendida y emocionada la mismo tiempo.
-Así es – rió mi abuelo de forma traviesa.
-Entonces, ¿por qué dudas de…?
-No dudo que exista el amor – me aseguró – pero dudo que dure para siempre. Siento que cuando muera no podré encontrarla o que ella me haya olvidado.
-¡Ay abuelo! – Me exasperé un poco – Si tú aún sientes que la amas y la recuerdas con amor cada día de tu vida, la mantendrás viva en tu memoria y por ende su amor perdurará. Porque cuando tú no estés abuelo, yo recordaré su afecto, lo pondré en práctica y se lo heredaré a mis hijos y mis hijos a sus hijos, y así sucesivamente. El amor siempre se sentirá.
-¿Por qué me cuestionas entonces si ya lo sabes? – Sonrió él.
-No lo sabía hasta ahora – tomé su cigarro, lo apagué y arrojé al basurero.
-Es cierto – aceptó mi abuelo dándole un sorbo a su café – el amor se transforma…
-Pero dura para siempre – Finalicé sus palabras y continuamos deleitándonos con la luz del día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario