-Lárgate
de mi casa ahora – Dijo en un susurro que se me antojó a desolación.
-¿Qué
sucede? – grité dirigiéndome la puerta. Eduardo me lanzó un gesto de tristeza
que no comprendía. Me asomé a ver de quien se trataba la visita, para exigirle
que dejara a mi mejor amigo en paz, pero cuando vi a esa persona todo se tornó
oscuro.
Al
abrir los ojos lo primero que vislumbré fue el rostro de Ian, su mirada solo
mostraba preocupación.
-¿Estás
bien? – me preguntó rápidamente.
-¿Qué
carajo haces aquí? – Lo empujé ignorando su pregunta – ¿acaso no te pedí que me
dejaras en paz?
-Lo…lo
siento – dijo con sorpresa – necesitaba hablar contigo.
-¿Cómo
supiste donde estaba?
-No
fue difícil – sonrió sin alegría.
-Eres
un idiota.
-Eduardo,
¿puedes dejarnos solos? – pidió Ian educadamente mientras me ayudaba a
levantarme.
-Sueñas
– se acercó mi amigo dispuesto a propinarle un puñetazo en la cara.
-Espera,
no – le ordené – ya se irá, te lo prometo – le dije acariciando su mejilla –
solo serán unos momentos – advertí dirigiendo una mirada desdeñosa al chico de
ojos negros.
-De
acuerdo, y solo porque tú me lo pides – me miró – daré una vuelta.
Eduardo
salió de inmediato dando un portazo, me sentí mal por haberle pedido salir de
su propia casa, pero ya tendría tiempo para resolverlo.
-Ahora
estamos solos – me dirigí a Ian - ¿De qué quieres hablar?
-Recuerdo
unas palabras que dijiste antes de irte – se acercó lentamente hacia mí y me
rodeó con un brazo – sé que las recuerdas tan bien como yo y…- se acercó aún
más – no estoy dispuesto a dejarte ir otra vez, llegó el momento de hacer las
cosas bien.
-¿Y
hasta ahora, después de tantos años quieres arreglar las cosas? – Me dirigí a
él tratando de no llorar – Es que eres idiota – murmuré – ya hablamos de eso y
ya te perdoné ¿Qué más quieres de mí?
-Quiero
volver a tener tu amor – me miró con angustia – nuestra separación solo fue una
serie de eventos desafortunados, te juro que yo nunca dejé de amarte.
-Mientes
– susurré – tú me engañaste con esa mujer – dije con dolor.
-Mira
– sacó de su bolsillo un papel arrugado y viejo - ¿recuerdas?
Reconocí
aquella nota inmediatamente y el pasado cayó sobre mí como un torrente.
Flashback
Ian y yo habíamos pasado un día
increíble, después de haber estado en convivencia con nuestro grupo de amigos
nos dirigimos a su casa. Por suerte, su familia estaba de viaje y mis papás
creían que yo estaría en casa de Ángela, así que podíamos hacer y deshacer sin
que nadie nos vigilara.
-Te amo – me abrazó por detrás y
comenzó a darme besos en el cuello.
-Yo te amo a ti, mi Ian – me volteé
parándome de puntitas para besarlo.
-Adoro cuando dices mi nombre, en tu
voz se escucha tan bien – sonrió.
-Eres todo para mí – sinceré
separándome de él y mirando fijamente su rostro, encontré en él amor verdadero,
sabía que me quería del mismo modo que yo lo hacía, no podía dudarlo más. Representaba
claramente en mi corazón que era el hombre de mi vida, que jamás podría amar a
otro como lo amaba a él.
-Quiero estar contigo para siempre –
dijo sonriéndome.
-Yo estaré para ti hasta que te
aburras de mí – reí acomodándome en un sillón.
-¡Jamás me aburriría de ti! – Gritó
sentándose a mi lado – en todo caso tú tendrás que aguantarme – ambos reímos.
Se abalanzó sobre mí y empezó a besarme
otra vez, la calidez de sus caricias me inundaba el corazón, tanto que quería
llorar de felicidad, no podía creer que mereciera tanta dicha. Me aferré a su
cuello mientras ambos jugábamos con nuestras lenguas. Él desabrochó los botones
de mi blusa con gran delicadeza y me propinaba besos desde el vientre hasta el
pecho.
-¿Quieres que siga? – Preguntó con
brillo en los ojos.
-Sí – contesté en un suspiro.
-No tengas miedo, seré cuidadoso –
sonrió – te amo.
-Te amo aún más – lo abracé.
Nos dirigimos a su habitación, ahora
yo me deshacía de su camisa hasta encontrarme con su torso desnudo, mi Ian
realmente era hermoso, y solo para mí. Los besos y caricias se intensificaban
cada vez más, y cuando finalmente ambos estábamos despojados de nuestra
indumentaria, él entró celosamente en mí, haciéndome sentir una mujer colmada
de dicha; de amor puro y de placer. Amaba a Ian, así que ese día me entregué a él como quien se lanza al vacío esperando
sobrevivir.
…
Al amanecer, ambos nos encontrábamos recostados
en su cama, envueltos en una fina
sábana. Él dormía, disfrutaba tanto observarlo mientras lo hacía, su respirar
acompasado solo demostraba una inmensa paz, misma que me trasmitía. Le di un
beso en los labios y me desperecé, no quería separarme de él, no después de
haber vivido el momento más maravilloso; pero había prometido a mis padres recoger
a mi hermano de una fiesta y regresarlo a casa.
Le dejé una pequeña nota a Ian que
decía:
“Hermoso,
gracias por una noche tan mágica. Salí a resolver unas cosas, pero regresaré lo
más pronto posible. Te amo.
Y ese regreso nunca sucedió, al menos
no para él.
Fin del flashback