viernes, 13 de abril de 2012

Esa noche entendí.

Estuve pensando las cosas, como me dijiste que lo hiciera. Sí, reorganicé mis prioridades, después de que mi cabeza contuviera un enjambre de pensamientos ininteligibles. Subí en aquel autobús sin rumbo fijo y deliberadamente me perdí. Tomé la cajetilla de cigarros y la arrojé a los desperdicios, respiré hondo, tanto como mis pulmones agotados me lo permitieron. Supe dejarme llevar por el cálido roce del viento, escuché el canto nocturno de un grillo, lo disfrute y palpé mi tristeza, mi alegría, mi fortaleza. Divisé de pronto, una luz frente a mí, casi cegadora, me hizo sonreír, y abracé la sensación que ésta me causaba. Fue mágico, realmente mágico.
Pensé en ti, en ellos, en toda vida que pudo tocar la mía, reflexioné. Supe la verdad, revelé el misterio de tantas cosas surgidas de la nada, ¡lo supe! Ese jodido piano dijo más, que todas las palabras del mundo puestas juntas. Y pude darme cuenta, me deslumbró. Uh uh uh uh, cantó ella. Entonces él me dijo que todo estaría bien, y yo lo creí.
Y esa noche, todo lo que quise hallé.


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