martes, 17 de abril de 2012

Recordando al primer amor.


Esta mañana estuve conversando con dos de mis mejores amigos, Luis Ángel y Dulce. Hablábamos del amor, de los tipos de cariño y cómo percibía cada uno su esencia. Entonces al decirles, recordé.

Él, el primer chico que entró a mi vida, el primer hombre que causó sensaciones casi infinitas, cayó sobre mí como una ola y supo atacarme con su cariño, amor, ternura. Me enterneció, me enseñó cosas que jamás creí que existieran. Y sobre todas las cosas, me hizo amarlo. ¡Lo que otros muchachos no lograron! Me hizo amarle de una manera descomunal. Fue maravilloso, porque me hizo feliz, me dedicó una alegría diferente, ¡mariposas en mi estómago! ¡Ganas de verlo ya! ¡Esa ilusión que causaba con sus palabras! Ese para siempre que nos prometimos, profundamente enamorados, inmaduros y enamorados. Me brindó protección, me hizo sentir amada en toda la extensión de la palabra, todo por vez primera. Cada acción de su parte era completamente nueva para mí. Él era todo mi universo, y aunque era una chiquilla, sabía que el amor que le tenía, no se repetiría en nadie más. Como otras personas han dicho, sinceramente solo se ama una vez, y él, mi amor primero, fue el objeto de mis esperanzas, mi musa y mi significado de la existencia. Sus ojos fueron mi cuna, sus labios mi guarida, su piel mi abrigo, sus besos mi vida entera, mi lujuria. Mi luz, el primero que me amó.
Y aún después de tantos años pasados...
El único que amé.

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