sábado, 28 de abril de 2012

Una madrugada bajo la lluvia.




La lluvia caía a cántaros, ¿lo recuerdas? Abrí la puerta y te vi, sonriéndome despreocupado ante la vida, tan lleno de paz en tu mirada, esa calma que con solo verte me trasmitías, cariño mío. Me colgué en tu cuello, aferrándote a mi cuerpo. Pude decir: “Llegaste”.

  No puedo describir ese beso que nos dimos con la fría lluvia recorriéndonos la piel ya erizada, esa desesperación con la que juntamos nuestras bocas como si no existiera un mañana. Tomaste mi mano, me pediste que nos fugáramos. Te miré una vez más, mientras las lágrimas desfilaban por mi rostro. “No puedo” te dije, “ahora estoy con él.”

  Entonces sentí mi garganta arder con dolor. Diste un paso atrás y yo bajé la mirada. Me senté, echándome a llorar, “Perdóname, ya no podemos volver atrás”. “¿Lo amas?” preguntaste. “No lo amo, no lo amo, ¡pero eso no puede cambiar nada!” Te besé una vez más, con la misma urgencia que en el principio y te dije “Quédate esta noche aquí” Me miraste, te sentaste a mi lado, me obligaste a acurrucarme en tu pecho. Permanecimos así por un largo tiempo, aunque yo quería que durara para siempre, para toda la jodida eternidad. “Voy a extrañarte, nunca te voy a olvidar” dije y tú evitaste mi mirada. En un acto reflejo, me apretaste más a ti. Luego tuviste que decir adiós. Yo no supe abandonar el infierno, e irme contigo.

  Espero que seas feliz, mi vida, y que obtengas todo lo que no conseguiste conmigo. Siempre te amaré, cariño.

1 comentario:

  1. ¡JO-DER! Me mataste con eso, de verdad, hasta hiciste que me pusiera a llorar ;-;. Simplemente AMO como escribes *-*.

    ResponderEliminar