Después de
aquel beso que nos dimos, me separé de él y dediqué un tiempo a mirar en sus
profundos ojos, logré encontrar el reflejo de su alegría, me sentí
repentinamente fresca y mi corazón no dejaba de golpetear contra mi pecho. Me
di cuenta de que Eduardo era mi salvación, claro, era mi mejor amigo; él que
siempre estuvo aun cuando no se lo pedía, que fue mi alma gemela y además, a
pesar de haberme ido sin explicaciones, me perdonó.
-Te quiero
Eduardo, te quiero muchísimo – solté sin más.
-Yo te
amo, es más, te he amado siempre – me respondió – y deseo ser quien te ayude a
olvidar el pasado, quiero formar un futuro contigo, dame la oportunidad de demostrarte
lo importante que eres para mí.
-¿Cómo? – Me
extrañé con una sonrisa - ¿yo soy la chica de la que me hablaste hace tanto
tiempo?
-No puedo
creer que lo haya disimulado tan bien – se sonrojó – claro que lo eres.
-No
entiendo por qué fui tan ciega – resoplé – estuve soñando con mi gran amor y
hasta ahora vengo a darme cuenta de que siempre lo tuve frente a mí, lo peor de
todo es que lo abandoné…
-No digas
más – me calló – eso ya no importa porque estás aquí, estás conmigo y no con
él.
-No con él
– repetí – tienes razón, estoy contigo, no con él – dije repetidamente como una
niña de cinco años.
-Así es –
se rió Eduardo – estás conmigo, estás aquí frente a mí – me besó – y por fin
pude sacar todo este sentir de mi pecho – otro beso – quiero protegerte
siempre. No te vayas otra vez, por favor no lo hagas…
-Eduardo…
-Me siento seguro y cálido cuando estás aquí –
comenzó a cantar sorprendiéndome con su melodiosa voz – Y nada me sale mal. Estoy curado cuando
estoy a tu lado, estoy muy bien – a este punto me rodeó con sus brazos,
cerré los ojos y me dejé llevar por la hermosa canción que me trasmitía amor
puro – Estoy curado cuando estamos
juntos, y me siento feliz pero solo si tú quieres que lo esté. Sabes que
siempre cuidaré de ti…Me siento seguro cuando te tengo cerca – finalizó y
suspiré.
- ¿En qué
piensas? – me preguntó.
-Demasiadas
ideas arremolinadas en mi cabeza – reí – pero sobretodo pienso que este es el
día más feliz de mi…
Comenzó a
sonar el timbre de su casa y yo me paré en seco, Eduardo gruñó algo que no
entendí muy bien y se dirigió a la puerta, por su puesto tenían que ser Ángela
y Cecilia, entorpeciendo mi momento con mi mejor amigo.
-¡Qué
demonios haces tú aquí? – escuché gritar a Eduardo con una furia que no le
conocía, hasta ahora.
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