viernes, 26 de octubre de 2012

Cuatro años hacia delante IX


Después de aquel beso que nos dimos, me separé de él y dediqué un tiempo a mirar en sus profundos ojos, logré encontrar el reflejo de su alegría, me sentí repentinamente fresca y mi corazón no dejaba de golpetear contra mi pecho. Me di cuenta de que Eduardo era mi salvación, claro, era mi mejor amigo; él que siempre estuvo aun cuando no se lo pedía, que fue mi alma gemela y además, a pesar de haberme ido sin explicaciones, me perdonó.
-Te quiero Eduardo, te quiero muchísimo – solté sin más.
-Yo te amo, es más, te he amado siempre – me respondió – y deseo ser quien te ayude a olvidar el pasado, quiero formar un futuro contigo, dame la oportunidad de demostrarte lo importante que eres para mí.
-¿Cómo? – Me extrañé con una sonrisa - ¿yo soy la chica de la que me hablaste hace tanto tiempo?
-No puedo creer que lo haya disimulado tan bien – se sonrojó – claro que lo eres.
-No entiendo por qué fui tan ciega – resoplé – estuve soñando con mi gran amor y hasta ahora vengo a darme cuenta de que siempre lo tuve frente a mí, lo peor de todo es que lo abandoné…
-No digas más – me calló – eso ya no importa porque estás aquí, estás conmigo y no con él.
-No con él – repetí – tienes razón, estoy contigo, no con él – dije repetidamente como una niña de cinco años.
-Así es – se rió Eduardo – estás conmigo, estás aquí frente a mí – me besó – y por fin pude sacar todo este sentir de mi pecho – otro beso – quiero protegerte siempre. No te vayas otra vez, por favor no lo hagas…
-Eduardo…
-Me siento seguro y cálido cuando estás aquí – comenzó a cantar sorprendiéndome con su melodiosa voz – Y nada me sale mal. Estoy curado cuando estoy a tu lado, estoy muy bien – a este punto me rodeó con sus brazos, cerré los ojos y me dejé llevar por la hermosa canción que me trasmitía amor puro – Estoy curado cuando estamos juntos, y me siento feliz pero solo si tú quieres que lo esté. Sabes que siempre cuidaré de ti…Me siento seguro cuando te tengo cerca – finalizó y suspiré.
- ¿En qué piensas? – me preguntó.
-Demasiadas ideas arremolinadas en mi cabeza – reí – pero sobretodo pienso que este es el día más feliz de mi…
Comenzó a sonar el timbre de su casa y yo me paré en seco, Eduardo gruñó algo que no entendí muy bien y se dirigió a la puerta, por su puesto tenían que ser Ángela y Cecilia, entorpeciendo mi momento con mi mejor amigo.
-¡Qué demonios haces tú aquí? – escuché gritar a Eduardo con una furia que no le conocía, hasta ahora. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario