miércoles, 3 de diciembre de 2014

Dos fantasmas.

Si va a escribir, que no sea otro poema sobre amores que dejaron de existir. Ni sobre aquellos lejanos días en los que él parecía amarle. 
  
  No se torture narrando cómo le hizo sentir escuchar su voz por primera vez, cómo las sonrisas tontas de él eran capaces de transformar su grisáceo corazón. La única ocasión en que le obsequió una melodía. Cuando la protegió, cuando le dijo que la quería. Cuando creyó acariciar la felicidad. El lado amable del romance.
  
  Piensa en su rostro, en sus ojos crueles y oscuros. En sus versos marchitos. Piensa en el recuerdo amargo de su vaga y falsa despedida. Él no se atrevió a confesar que su presencia no se marcharía jamás. Que continuaría en su camino, atacándola entre sueños y mala poesía. La misma poesía barata que le gustaba gastar en usted. 
  
  Se cegó ante una promesa, y cumplió sin querer el juramento de seguir amándolo frente a cualquier consecuencia. Permanece en el infierno que él le creó. 
  
  No escriba nunca más sobre la luz. La ilusión de que las cosas cambiarían con la llegada de él. ¿Cuántas damas más habrán quedado enganchadas en el poder ilusorio que aquel joven despedía? Es probable que no sea su culpa. No sabe lo sencillo que es quererlo. Qué fácil enamorarse. No lo sabe, ni sabrá. 
  
  Porque usted sabe que era más que compartir su tiempo con él. Recuerde cómo su alrededor se desencajaba. Solo con la certeza de que un momento pensaría en usted. Pensaría en ti. Y con palabras simples que decía, eras capaz de embellecerlo todo. Era capaz. Con él todo siempre fue sonrisas, mariposas, enamoramiento vacilante. Y frágil. Tal vez demasiado frágil.
  
  Aún hoy ignora que misterios él oculta. A pesar de lo ya acontecido, sigue teniendo control sobre usted. Con una palabra o dos. Con un silencio grato, con su presencia. 
  
  Deja que yo lo describa mientras continúas fingiendo. Deje que yo lo escriba. Oculte que aún recuerda. Que siente. 
  
  Los dos fantasmas viven en cada espacio de sus palabras. En su esencia, en las cicatrices, en sus libros de horror.

Para qué quiere ojos que no ven
No lo puede tener
Y no lo olvida
Ni lo hará.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Corazón torturado

¿Cuántas veces más intentaré describir? Las mismas que fallaré. Sé que solo existen momentos, y sé que hay grandes intervalos de vacío. Incluso de calma. Pero también llegan de pronto las remembranzas del amor por escribirte a ti. Cuando estabas aquí, provocándome dolor, era cuando más existía. El desamor que dejaste en mí también te hacía más real.

  Las ilusiones devastadas eran mi razón, porque fuera de ti no encontraba nada más. Eres el recuerdo más cruel y hermoso. Te estoy anhelando, enganchada a un pasado que no me pertenece. Nuestra historia fue tan corta que demasiado extraordinario se volvió el adiós. Por lo menos para mí…

  No puedo evitar el recordarte. La época en la creí tenerte fue el punto máximo que alcanzaré de alegría. Estaba completa, a pesar de la oscuridad que dominaba en mí. Cómo explicar que fuiste la pequeña luz que me obsequió esperanza para afrontar a la vida…

  Tú, las estrellas en mi alma, me hacías brillar. No entiendo por qué me dejaste tan apagada. ¿Por qué te era tan difícil mantener aquí una de tus resplandecientes estrellas? Me bastaba una para aceptar que te fueras. Siempre fuiste egoísta, y sabiéndolo te amé con mi fe de niña.

  Tu espectro vive entre las paredes de mi habitación. Cuando creo que me he salvado me vuelve a mostrar las vivencias que de ser hermosas, hoy son parte de mi perene infierno.

http://www.youtube.com/watch?v=nyMZUoix39M&spfreload=10

miércoles, 29 de octubre de 2014

No me esperes.

En estas semanas las cosas no han estado nada bien. A veces ocupo este espacio más como un diario. Un diario de vivencias tristes. Hoy es uno de esos días. Ni siquiera los libros, ni siquiera los miles de amables aromas. Nada de eso me cambia, nada me obsequia un final feliz. Y créeme que ahora mismo no me negaría a un fin. Sea como este sea, la verdad es que ya no me importa. No quiero vivir en neutro eternamente…

  Y ellos no paran de decirme que no hay tiempo para esperar. Que aunque inútilmente, las horas pasan también para mí. Que debo vivir, vivir. Aunque delante solo divise un gran vacío, un hueco que se asemeja a mi corazón. Eso si es que tengo uno. No hay tiempo, los relojes avanzan. Las personas gritan a mi alrededor. Las siento como un zumbido irritante que no acaba nunca.

  La muerte nos respira al oído. Aunque no tenga voz siempre demuestra de algún modo que está entre nosotros. Que tan de pronto ataca.

  No hay tiempo para poetizar perennemente mis desdichas.

lunes, 20 de octubre de 2014

Viajera.








Exploro sin salir de mi cama maltrecha. Sonrío sin la necesidad de observar más rostros imitándome. Es que a veces las fantasías alcanzan más allá de lo físico. En ocasiones se es más feliz en la sencillez del sueño. Soy una viajera en busca de poesía, soy una enferma mental que aún cree que el espíritu se eleva fuera cuando medita, cuando acepto cerrar los párpados sin más. Descansan mis ojos a pesar de la luz. A pesar de la luz.

 

El miedo en lugar de detenerme, me impulsa. Reconozco ciudades destruidas, traspaso habitaciones lóbregas. Escucho con nitidez el gruñido de un ser sin rostro. No puedo quejarme cuando al escapar de las ruinas hallo solo paraísos. Reinos plagados de colores, de formas, la ausencia de dolor. Las risas sinceras, las alas. Destello.

  La realidad siempre pesa más, sin embargo; disfruto. ¿Quién cómo yo que al escribir se transporta? ¿Quién con la dicha de conocer el mundo que le habita? Unos pocos. Me digo: "Solo escucha el piano, y su manera de descubrirte sus secretos". Me haces fuerte, grande Inexistencia.


Maravillosa entelequia. He escrito tanto sobre ti, que te conozco quizá un poco más que a mí. Te adoro como a una amante eterna, musa brillante. Soy una andante de mundos incoherentes, de indefinidas fragancias, de alegres infortunios. De palabras que no existen. Soy yo, contigo. Soy yo, que en la irrealidad me vuelvo verdadera.

Somos, mi única. Siempre somos.

sábado, 11 de octubre de 2014

Una muñeca cae.

Siguen cumpliendo mis sueños por mí, yo estoy tan atada a esta miseria que no soy capaz de avanzar. No hay nada para mí más allá de estas paredes. Paredes que en rosa esconden demasiado dolor.

  Estamos solos, solos y atrapados. Víctimas de un pasado cruelmente presente. Nuestros días son inciertos. La desesperanza es la reina, la diosa del castillo del terror. No entiendo cuantas veces más, voy descubriendo que la oscuridad tiene niveles grotescos. Y que ahí solo son bienvenidos los malaventurados.

  Lo único que desconozco es hasta que punto mi cuerpo tolerará la sofocación de cien problemas.

  Suena para mí, presume tu más villana sonrisa.Trágate mi carne, tritura mis huesos, llévame a el gran quizá. Haz de mí lo que quieras, excepto mantenerme aquí.

  El infierno es en la tierra. El reino de las sombras vive en mi alma. Siempre recibe sustento, y jamás se debilita. Lo siento como nunca he logrado sentir nada más.

  El filo libera, una muñeca cae. Tiñe de rojizo los vestidos. Mancha hoy, suspira como el poeta romántico. El filo libera, una muñeca cae. Tiñe de rojizo los vestidos. Mancha hoy, suspira como el poeta romántico. El filo libera, una muñeca cae. Tiñe de rojizo los vestidos. Mancha hoy, suspira como el poeta romántico. El filo libera, una muñeca cae. Tiñe de rojizo los vestidos. Mancha hoy, suspira como el poeta romántico.

  El filo tiñe de rojo mis vestidos, mancha y mi muñeca cae. Suspiro por última vez.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

El fantasma que se deja fotografiar

Necesito hablar de esto, mi cerebro me suplica liberar al monstruo que aún se alimenta de mí. Siguen avanzando los años, y su recuerdo hermoso no deja de reírse a carcajadas de mi imbécil vulnerabilidad. Sé que a estas alturas debería haber roto cualquier conexión que me atrajera a él. Después de cien poemas no he superado esa dulzura que irradian sus ojos oscuros, ni la maldad infantil que ocultan sus labios.

  Sus labios expuestos ante una cámara que lo hace todo eterno. Una cámara que no reconozco, pero que cada noche me acerca a él, tanto, que creo aspirar su fino aroma.
 
  Esta es una de tantas noches en que le observo, critico su actitud ocultando el amor que anhela salir en forma de palabras. Soy una fanática callada, que lo adora sin alardear de ello. En eso me convertí desde que el final nos estrechó la mano con desdén. Sus fotografías son mi tormento y mi escape. Creo mil historias de su vida y le veo con detalle, como la desquiciada enferma. La loca. Suspiro ante los cambios de sus facciones, sí, suspiro.
 
  Reconozco el daño que me provoco ante cada fotografía, sé que es una insensatez; pero no lo puedo evitar. Ignoro cuanto tiempo más… cuanto. Musa cruel.

lunes, 15 de septiembre de 2014

A los quince años...

…Creía. En el amor, en la fe, en la alegría, y en que las cosas saldrían siempre bien. Estaba en la posición exacta, mis mejillas se sonrojaban, confiaba y a él… a él lo adoraba ciegamente. Me doy cuenta de que las experiencias negativas son las que más marcan. Me sentía en plenitud, estaba segura de que con solo una sonrisa podía lograr que las personas mirasen más allá de mí. Pensaba que al confesarles mis ilusiones iban a brindarme calidez y aceptación. Mi ingenuidad no encontraba un límite, soñaba con que mis palabras moviesen al mundo entero. Todos podíamos alcanzar el cielo al unirnos, todos podíamos ser buenos. Oh.

  Me enamoré por primera vez, sentí el calor que emanaba de mi pecho. A él le obsequié todas mis palabras de amor, a él le entregué una esperanza de niña. Dejé que me sostuviera sin pensar que algún día me podía dejar caer sin más. Cometí el error de imaginar que mi seguridad y alegría podían dependerle sin traspié. No puedo culparlo, éramos adolescentes. Y a él también la vida lo cambiaría. Lo transformaría. Y sé que así fue.

  Los años alejaron al primer amor. El tiempo me expuso lo mezquino que el mundo podía llegar a ser, me aclaró que nada puede ser perpetuo, me señaló las risas burdas de una deleznable sociedad. El tiempo me hizo abandonar aquella ternura, que juro, me caracterizaba. Todos se van, las personas mienten, a nadie le importa. Lo peor es que me he vuelto exactamente igual. Peleo y desconfío, soy cruel y esquiva. ¿Esta es la lección de la vida? ¿La misión acaso?

  Solo pienso en todo lo que perdemos al madurar. Me siento tranquila, pero no logro ser plena en medio de este caótico lugar.

  Ojalá las cosas no tuvieran que acabar así.

martes, 9 de septiembre de 2014

Un septiembre diferente.

Tengo la intención de renovarme, tengo la energía hoy para intentar cambiar mi rutina. Mi cuerpo está cansado de tanto esconderse en los rincones, de tanto escapar de la gente. No entiendo qué es lo que me impulsa esta noche, pero espero que esta fuerza permanezca el tiempo necesario para que yo cambie. No quiero continuar un camino tan siniestro, no quiero sentirme a gusto con la tristeza; ya no.

  Durante muchos años me he dedicado a burlarme de mis heridas en cada escrito, a resignarme a estar mal. Creía que esa era mi misión, pensaba que no tenía derecho a quejarme, que era lo que me tocaba. ¿Cuánto daño me habrán hecho las personas que dicen quererme para que terminara pensando así? ¿Cuánta inseguridad he sido capaz de guardarme? Si no me enfrento a la realidad ahora, me ahogaré en un engañoso mar de fantasías. 

  Voy a levantarme, voy a escapar de la habitación de los lamentos, voy a demostrarme a mí misma que valgo más que mis problemas, mis miedos, y que el maldito espejo. Me uniré a la vida que me espera, a la vida que nunca perdió la fe sobre mí, a las personas que sí merecen estar a mi lado. Mi astucia se encargará de desechar a los que solo han llegado a destruirme.  Puedo ser bastante intuitiva si me lo propongo. Todo se paga aquí. Todo lo bueno y todo lo malo.

  Puedo intentar una vez más, puedo confiar que el amor durará, puedo creer que soy importante, puedo atacar a la depresión con razones de suma alegría, puedo abandonar los vicios, puedo quererme tal y como soy. 

  El amanecer espera; la vida continúa, y yo avanzaré con ella.

https://www.youtube.com/watch?v=ih0x9NrQT2U

domingo, 31 de agosto de 2014

Los sonetos de la muerte.

I

    Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

    Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

    Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

    Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II

    Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...

    Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!

    Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

    Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...

III

    Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...

    Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

    ¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"

    Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

Gabriela Mistral.

martes, 26 de agosto de 2014

Como al despertar de los sueños.

Las débiles formas flotan a la deriva,
Cuyas risas apenas oídas hacen
Nuestra oscuridad brillante como el día;
En vano nos esforzamos, llorando,
Sobre el rastro luminoso de sus espíritus,
(Donde escaparon mientras dormíamos)
¡Llamando a los que hemos querido!

Como las estrellas, algún poder los divide
De un mundo de ambición y dolor;
Están allí, pero los oculta el diario resplandor,
Y en vano los buscamos.
Por un rato con la tristeza moramos
Sobre la belleza de aquel sueño,

Entonces giramos, y saludamos con alegría
El brillo de la luz matutina.

Cuando el poder de la memoria retuerce
Nuestro corazón solitario en lágrimas,
Formas débiles alrededor nos traen
Aquellos diáfanos días antiguos:
Miradas cariñosas y susurros,
De los que el soñador podría alardear,
Creciendo; hasta que el hechizo sea roto,
¡Olvidarnos que se han ido!

Pero cuando la oscuridad retrocede
Como la noche pesada;
Y la paz es robada de nuestras almas,
Como el alba de un día estival:
Las dulces formas débiles que solían bendecir,
Parecen robarnos también;
Los amamos, pero la dicha del sol
Los ocultó de nuestra vista.

Podría el día resplandecer por siempre,
Y el poder de la Memoria cesar,
Este mundo, un mundo de luz sería,
Y Nuestro corazón un mundo de paz:

Pero los sueños dichosos vuelven con la noche,
Morando sobre el pasado,
Y cada pena que nubla nuestra luz,
Nos recuerda el último.

Caroline Norton.

lunes, 25 de agosto de 2014

El final de la botella.

Una noche más aquí, a esta profunda y húmeda cueva atestada de lágrimas y maltrechos trozos de alegría. Las letras se aglomeran y se hieren unas a otras. Las visiones del ayer incendian en su más ingrata expresión. Respirar lastima, la reminiscencia llega a atacarme, me aclama que soy su víctima preferida.

  Alcohol, que me consuelas aún cuando me condenas; me acompañas a otra noche de vigilia. Vienes a transformarme con tu maldito beso con sabor a amargura. Te burlas de mí seduciéndome a caer. Calmas las heridas, las adormeces; haces desaparecer la realidad. Al día siguiente sé que escaparás para abandonarme al mundo que debo enfrentar. Al mundo que perdió la fe en mí, al mundo que no es capaz de volver a tomar en serio mis juramentos, al mundo que me regaló la imagen de su rechazo. Sé que volverás, embriaguez. Finges olvidarme pero no eres capaz de estar sin las energías que protegen mi cuerpo. Eres el espectro más temido, ¿por qué después no puedo recordar nada? No eres yo. No eres…

Al alcanzar la cúspide por fin llega el remordimiento. Abrazo mis rodillas y me odio por no ser capaz de enfrentar nada, por haber sido vencida tan sencillamente. No entiendo en sequedad como soy capaz de destruirme sola a base de cigarros, botellas, pastillas y falta de alimento. Pero cuando el demonio vuelve, lo sé, todo se ilumina: el final de la botella me lo dice.


Ruedan los dados, cubiletes, risas,
Mil sabandijas hacen un ebrio,
Miles de risas no te quitan la pena.

Al salir
Veo a mi sombra tambaleando
Como ninguna (Gozando como ninguna, el mortífero placer)

domingo, 24 de agosto de 2014

Un poco sobre "Doctor Sueño" de S. King.

Esta es la secuela de El resplandor, de Stephen King. Es un libro fascinante, que logró mezclar mis miedos con la agradable fantasía. Son pocas las veces en las que un libro me causa lágrimas de emoción, y esta novela es una de ellas.
 
  Dan Torrance me robó el cariño con su manera de sobrellevar el alcoholismo, su culpa del pasado se hizo mía y su entrada a Alcohólicos Anónimos me hizo reflejarme en él. Mi Danny de El resplandor creció. Erró cayendo al fondo, pero logro salir del pozo. Sacó de su irradiación lo mejor, incluso las cosas negativas las utilizó a su favor. Dan pasó de ser un alcohólico más a ser el dr Sueño. El acompañante de los moribundos, el que le regalaba a un alma que partía la paz necesaria para dejarse llevar.

  Al lograr sobrellevar al fin su pasado, mi querido Dan Torrance sacrificó la tranquilidad por salvar la vida de una niña con un resplandor colosal. Una luminosidad que un grupo de espectros le quería arrebatar. La pequeña Abra Stone además de tener un enorme poder, es una niña sumamente tierna. Y así como se ganó el corazón de Dan, a mí como lectora me lo robó también. Final hermoso; con recuerdos del pasado, muertes inminentes, miedo, ansia.
 
  Después de haber leído El resplandor tenía un poco de recelo. No quería decepcionarme al leer Doctor Sueño. No pudo ser más que una tontería, pues ahora no me puedo arrepentir de la emoción que este libro me causo. No puedo dejar de lado a todos los personajes. Es una historia que va más allá de terror superficial. Es más que solo horror, Stephen King es más que eso.

sábado, 23 de agosto de 2014

Trastorno obsesivo-compulsivo

El horario que me he impuesto es estricto. Si no despierto a la hora acordada, el cuerpo me tiembla. No sé quién movió mi libro favorito, pero creo que no podré sentirme tranquila hasta no volver a colocarlo a mi gusto. Mis procesos son exactos, y mi hermano se exaspera a cada momento. Al abrir los ojos debo levantarme de la cama del modo adecuado, lavo mis manos durante diez minutos sin parar, me adentro a la regadera y no la abandono hasta que pueda volver a sentirme cómoda en mí. Sé cuando alguien ha tocado lo que me pertenece; enfurezco. La paranoia me hace frotarme los labios con la mano hasta lacerar. Tengo que revisar dos veces si ordené la ropa en las reparticiones impuestas, después de un largo rato sigo pensando en ello. Es un horror bajar a la cocina para darme cuenta de que lo han arruinado todo: la mesa está sucia, los platos regados incluso de forma aberrante en el suelo. Veo polvo, mucho polvo. No puedo irme de casa, no puedo, hasta que las cosas regresen a su lugar.

  Nunca olvido comprobar si las puertas y las ventanas están cerradas al ir a dormir. Si no hago las cosas por mi cuenta, el mundo se me caerá a pedazos. Otra vez movieron los muebles, las cosas no están alineadas. Todo tiene que verse perfecto, todo debe estar bien nuevamente.

  Asquea la comida pensando en las manos en las que pudiese haber pasado por error, náuseas dan los utensilios si antes no los limpié yo. No estoy loca, no estoy loca, ¿cerré la puerta? ¿Organicé las cosas? ¿Organicé mi vida? No estoy loca, los demás sí lo están.

  Lo están.

viernes, 22 de agosto de 2014

¿De qué escribís ahora, eh?

Escuchas canciones de Alex Ubago por el recuerdo de la primera vez que te enamoraste. Fumas un cigarro disforme que con suerte hallaste, y no tienes como excusa a nadie para escribir sobre amor o sobre dolor. Tu mente está en blanco, es difícil elegir entre simplezas. Y es tan sencillo para ti hoy dejar ir a la inspiración. Prefieres ver fotografías y esbozar sonrisas forzadas a unos amigos no tan amigos. En lugar de acercarte al ordenador a plasmar el vacío, intentas llenarlo con el desorden-orden-desorden. Qué bien engañas, mujer.

  Juegas al tonto, los sigues como si lo que hicieran fuera maravilloso, lloras exageradamente por una nota de voz de un amigo. ¿Por qué? “Me conmueves, es todo” Ya no escribas más; Corina, ya no sirves para esto. Quizás antes tampoco, pero te defendías. Había coherencia y un tópico. ¿Y ahora qué quieres decir? Que te sientes ordinaria, que te sientes cómoda en un bajo perfil. Que finges apasionarte por tonterías. Todo es inútil.

  Parece que en la indiferencia y la normalidad eres más feliz. ¿Es que eres masoquista? ¿Es que eres? ¿Qué eres sin la melancolía? No quiero volver a comer nunca más, cada cosa es nauseabunda a su manera. Nadie te entiende ¿por qué publicarlo? Para no abandonar. ¿A quién? A nadie. So imbécil.

Coronas de flores, tatuajes en la espalda, galaxias, críticas, anorexia, bulimia, belleza, perfección, más tatuajes, cigarros electrónicos, teléfonos inteligentes, videoblogs, música independiente, cine de arte, poesía, novelas, hadas bipolares, adolescentes deprimidas, somníferos, somníferos, somníferos, somníferos. Escribe, no escribas, escribe, no escribas. Sebastian Larsson, mi pianista. Amo escribir, amo las letras; lo juro. No te vuelvas a marchar.

Un fantasma te lee, un espectro sonríe, una mujer que tecleó “amor” está aquí por error. Compañeros de vida; ellos y las palabras. No importa mentir a los demás si podré volver a encontrarme a mí misma en este mundo angosto. Así con incoherencias, con tonterías, con altibajos, con lectores o sin ellos. Así me gusto, aquí. Estos párrafos son un espejo que no me devuelve inseguridad.

viernes, 1 de agosto de 2014

01/08/14

¿Cuántos recuerdos más habrá que desechar? Cielo santo, obséquiame un espacio de salida a este amargo encierro.

jueves, 31 de julio de 2014

A veces sí vuelven las palabras

La persona que más va a sufrir es la que aparenta frialdad y fortaleza. Finge, pero sufre callado. No tengo mucho qué decir, pero mi cabeza en el insomnio me ha recomendado retomar mi mala escritura. A mi espíritu mis palabras le parecen las más bellas, para él mi forma de transportar es única e irreemplazable; y estoy segura que con eso es suficiente para acallar a mis pobres miedos. Basta con decir que he alcanzado mi utopía de dolor, que he descubierto que nadie es necesario para nadie, que en el amor las palabras son escurridizas, inútiles, baratas. Que en el romance las acciones son un poder eterno. Por ello cuando él nos dejó lloré con amargura durante años, porque lo que hacía (mos) era forjar algo increíble. Algo que se destruyó con otro algo no planeado. Puta vida colmada de algos.

  ¡Brillante el logro del descubrimiento de un engaño! Aplaudo a las lágrimas el volver a escribir como antes. La soledad también apasiona al pseudo escritor, el romanticismo de mi coraje también me reconforta. Me devuelvo a la tranquilidad del cómodo desazón. Otra vez me acomodo en mi tormento. Los fantasmas me saludan como a una antigua amiga. Las letras me reciben como si jamás las hubiese abandonado, como si nunca las hubiese rechazado. El piano me da la bienvenida con su mejor obra...

  Papel y tinta para describirte en el poema número cien sobre ti, la sombra se aproxima a mí; me espía. Lo único que quiero es traducir a los demonios para que por treinta minutos me dejen en paz, ¡para que se larguen a buscar más cuerpos débiles a los cuales atrapar! Solo treinta minutos, lo ruego. Un poco de paz para la miseria. 

  Sigo aquí, vida. Aún mi cabello es azabache y rizado, todavía mis dedos torpes fallan al teclear, mi mirada sigue siendo café, mis ojeras no se han podido borrar, mis libros siguen ordenados tal como los dejaste, no he cerrado las páginas del cuento que escribiste en mi honor. Te sigo describiendo en poemas, en trabajos escolares, en historias, en aromas, en mi almohada, en mis sueños, en mi rostro, en mí. Vives en mí, estás dentro, estás atrapado, estás, estás, estás. Y aunque te corra jamás te irás.

jueves, 17 de julio de 2014

La misma mierda del pasado.

Reprodúceme mientras lees

Han pasado muchas cosas desde la última vez que me atreví a escribir. Vivo asustada por mi realidad y pierdo las ansias de luchar. ¿Alguna vez tuve alas? 

  Toda mi vida se ha basado en mentiras, en estetizarlo todo. Mis tristes libros no me salvan del todo, a veces tengo que huir sola, a veces debo cerrar los ojos y dejarme llevar por mi piano eterno. No puedo olvidar, todo mi proceso descrito en mil poemas me resulta hoy vano e inmundo. Dejé que las sombras lograran enterrar el único método que me quedaba para hablar sobre mis miedos de forma precisa. Ahora escribir hiere, traducir el pánico en prosa es casi imposible. Pero no puedo parar, me gusta lastimarme, me acostumbré a odiarme. 

  Mis vivencias me han traído hasta aquí, el monstruo miserable me ha paseado por rostros imborrables, me ha obsequiado a los fantasmas, me ha ilusionado con espejismos de amor y protección. Páginas viejas me empeño a leer, quisiera volverme ficcion, y burlar a mis verdugos para siempre. Hay tanto rencor en mi alma, no sé cómo llamarle a esta oscura nada.

  La gente se ha cansado de leer la misma mierda de cada día. Mis letras siguen relatando añoranza, tristeza, lágrimas. Mi cerebro repite letras de sufrimiento, mi existencia se encierra en el mismo círculo vicioso de mis años atrás.

domingo, 13 de julio de 2014

Sé feliz tú

21/dic/2010

Estoy cansada de depender de ti, ¡basta!

  Lo único que puedo hacer desde aquí es pedirle al cielo que encuentres aquella mujer que colme tus días de felicidad. Deseo que tus penas se apacigüen. Serás siempre mi eterno. Ángeles de fantasía, cuiden sus pasos.

  Con todas las fuerzas de mi alma te entrego mi suerte y mis sueños. Añoro que tu existencia siempre sea de protección. Sin embargo... ¿Acaso alguien te querrá cómo yo? Te dejo ir aunque a cada momento aparezca tu imagen nublando mis ojos, a pesar de que el dolor me impida caminar. 

jueves, 10 de julio de 2014

Lluvia de imaginación

Se cumplieron tres años desde el momento en que lo conocí, aprendiendo a distinguirlo de entre toda la gente a su alrededor. Acepto que me sentí cautivada, había algo en él que aún hoy no sé explicar en palabras pero que me ha sumido en un mundo de letras y fantasías. Misery.

  En mi mundo invento la vida que deseé a su lado, lo que el tiempo truncó. Pienso en él, le pienso, duele, le pienso. Lo necesito de vuelta, con todas las alegrías y decepciones que de modo involuntario me ha provocado. Ya me olvidó, yo lo sé. Sin embargo en mi irrealidad cuento los días, sigo marcando nuestras "fechas especiales" Loca. Mi idiotizado corazón tiene la idea de que nada ha cambiado, de que los meses no han pasado. El reloj se congeló. 
  
  Morimos juntos, alegres por habernos amado. Nos miramos profundamente, sonreímos. Siento el calor de su suave mano marcada por los años. Me besa y ambos cerramos los ojos, dejándonos llevar con alegría por el ángel negro. 

miércoles, 9 de julio de 2014

La distancia

Nota mi doliente intento de crear (mala) poesía, que no te limite mi representación monstruosa exigiendo una palabra. Aspiro a que reveles lo que necesito saber, para expresarte mis trastornos hacia ti. 

Te amo con mi suavizada fe de niña, con la comparación de la profundidad de un vasto mar. Te adoro con la inocencia que me definió al reconocer por primera vez el romance.  Te anhelo con la sinceridad que escapa de mis ojos y de mi aliento.

  Por cada suspiro brotado de mí, te quiero...
Por cada una de mis risas tontas.

  Me ahoga tu ausencia, hay fuego en mis venas, suplico a la luna tu presencia. Eres solo otra parte de mi alma.

  No es complicado descifrar el fervor de una mujer que ama. Otro día que te tengo en quimeras, otra realidad observándote de lejos. Desde la distancia que el destino marcó entre nosotros. Mi infierno de palabras es confuso otra vez...

  Por ti.

martes, 8 de julio de 2014

Reacción poética

Me mantengo en este silencio que me impuse, levanto las manos en señal de rendición; ya todo se acabó. Apenas sobrevivo.

  Admito, la cobardía ha sido un amigo fiel, y la fuerza indiferente me ha dado la espalda. Un rictus en mi rostro, alivio es melancolía silenciosa. Aire despiadado, frío. Temores encienden su fuego que abrasa, tristeza me apaga las luces del alma, lágrimas ahogan mi pesar interminable. Mi inspiración se frustra, es inestable.

Alma dulcemente exhausta, mente putrefacta, labios carcomidos.
Olvido recordado, muerte consumada.

miércoles, 2 de julio de 2014

El cristal del poeta


A una persona que se dedica a describir sentimientos en palabras se le mide por las veces que ha sufrido. Del otro lado del cristal que protege al poeta hay caos, odio y un infinito dolor. Todo lo que ve lo transforma en inspiración. Las personas fuera no entienden por qué el encierro, solo él.

  Vidas asquerosas o dichosas, todo lo escribe él a su antojo. La melancolía lo alimenta, la desdicha y el desamor lo embriagan, no sabe separarse de la tinta y el papel. Tras su cristal por siempre. Misery, tras tu cristal.

  Ya no hay más cadenas en las cuales aferrarse, el color rojo en el alma lo domina. La compañía triste de sus demonios lo esperan.

  Dentro de la jaula de cristal el poeta disfruta, se burla de los que viven afuera, controla las historias de las personas que se acercan a verlo. Traza drama, dibuja la muerte, la decepción.

martes, 1 de julio de 2014

Una invitación

Este blog lleva existiendo desde el 2010. Ha tenido lectores maravillosos y comentarios increíbles. Y quiero agradecer a toda esa gente, aunque probablemente ya no alcance a leer esto. ¿Por qué lo digo? El blog ha decaído mucho este año, las estadísticas no me engañan. Es culpa mía y de las circunstancias.

  Seguiré subiendo poemas e historias. Más por mí misma que para algún lector. Pero ahora también estoy en Wattpad; una página en la que gente de todo tipo puede escribir. He tenido un recibimiento muy lindo y quisiera dedicarme más de lleno a las obras que suba allá. 

  Si quieres leer mis obras, pueden seguirme aquí


  Ahí subo poemarios e historias cortas. Pronto subiré allá "Cuatro años hacia delante" con su merecida edición. ¡Gracias! 

sábado, 28 de junio de 2014

¿Un final diferente?


Fue terrible escuchar ese sonido. El de su caída. Como en las películas sucedía en cámara lenta. Todas las energías con las que había disfrutado de mi vida se esfumaron. Sentía que en mi cuerpo el shock se hundía con saña. Lágrimas ardían furiosas en mí, parecía que los gritos que inundaron el silencio no eran míos. Sin embargo lo eran, lo eran...


— ¿A dónde vamos, Daniel? — pregunté sin mucho interés. Estando con él, no me importaba en lo más mínimo en donde estuviéramos.
— Quiero celebrar nuestros dos años de matrimonio de una manera inolvidable. Necesito demostrarte lo feliz que me has hecho en este tiempo, no hay momento que no celebre que te hayas enamorado de mí.
— Eres demasiado romántico — suspiré. — Espero que sigas siendo así cuando Natalia empiece a hacerse notar en mi vientre.
— Cuando eso pase estaré tan cerca de ti, que te hartarás — rió acariciando mi poco abultado estómago.

  Nos dirigimos hacia la carretera, me encantaba propinarle tiernos besos en el cuello mientras él manejaba algo nervioso por mis caricias. Detuvo el auto en seco y atrapó mi cabello entre sus manos, me beso con furia envolviéndome en su cuerpo.

— ¿Podrías controlarte un poco? Al menos hasta que lleguemos — me preguntó con una sonrisa burlona.
— De acuerdo — me resigné enojada cruzando los brazos. Él se echó a reír.

  Llegamos a una clase de bosque que la verdad me daba un poco de miedo. Estaba a punto de preguntarle si de verdad creía prudente que estuviéramos en medio de la nada, hasta que unas pequeñas luces llamaron mi atención. Mientras nos acercábamos mi asombro crecía. Las luces nos guiaron a una pequeña mesita colmada de velas, comida y vino. Todo ahí se iluminaba de forma acogedora, mi temor se desvaneció. Me ruboricé.

— Oh — expresé casi sin aliento — esto es hermoso, me siento atrapada en una fantasía. Te amo profundamente.
— Y yo te amo a ti, Paula. Eres mi musa, y quiero que estés conmigo siempre. — respondió mi esposo.
— Nunca nada nos va a separar. Nuestra hija llegará a nuestras vidas a unirnos con más fuerza — le acaricié la mejilla y lo besé.

  Resta decir que vivimos una velada inolvidable; hablamos por horas de cómo nos conocimos, de la reacción de nuestros padres, de cuando me propuso el casarnos, etcétera. Conversar con él era incluso más fácil que respirar. Me necesitaba tanto como yo a él. Por fin iba a tener esa familia que tanto deseaba.

— Paula, cierra los ojos — dijo de pronto.
— ¿Por qué?
— Confía.

  Cerré los ojos como me indico, sentí rápidamente su mano rozar la mía. Me puse nerviosa al sentir el contacto frío de lo que suponía era un brazalete. No pude evitar abrir los ojos ante esto, mi muñeca estaba adornada por una hermosa pulsera que tenía nuestras iniciales grabadas. La admiré con deleite por un minuto.

— Gracias, mi vida. Esto es bellísimo...

  Lo abracé aspirando el delicioso aroma adherido a él. Me colgué de su cuello y apreté mi boca contra la suya. Trasmitiendo lo que no podía con palabras.

...

— Sube al auto, cariño.
— Solo recojo esto y... — se detuvo Daniel. Estaba terminando de recoger las cosas para dirigirnos a casa. Eran las seis de la mañana.
— ¿Mi amor?

  Sentí que alguien ajeno posaba su mano en mis hombros. Me separé como si hubiese sido fuego. Giré la cabeza con angustia y observé a un hombre robusto de gran tamaño. Su cara estaba cubierta por una máscara de payaso que nunca voy a olvidar.

— Bájate del auto — me ordenó con rudeza el desconocido.
— ¡A ella no la toquen! — escuché el grito de mi marido. Lo busqué con la mirada, venía hacia nosotros con el rostro cubierto de sangre. Un hombre delgado lo seguía por detrás, con un arma en la mano.

  Bajé del auto con rapidez. Daniel decía una y otra vez que todo iba a estar bien, que no iba a dejar que nada me pasara.

— ¿Nunca te atreviste a decirle nada? — habló el payaso — Eres un cobarde, mierda.
— Tu esposa sí que es bonita — se acercó a mí su compañero, besándome el cuello. Me mantuve rígida.
— No los escuches, preciosa, no los escuches — rogó Daniel.
— Por favor no me hagan daño, estoy embarazada... — me atreví a decir.
— Oh, qué lindo. El monstruo embarazó a la princesa — dijo el payaso.
— ¿De qué carajo están hablando?
— Perdóname, mi amor. Oh dios, por favor perdóname Paula. Te amo.
— Tu esposo no es lo que tú crees, y hoy venimos a cobrar venganza. Daniel, Estefanía te manda saludos.

  El hombre con máscara de payaso apuntó un arma hacía mí, cerré los ojos, era mi fin. ¿Qué maldita culpa tenía Natalia de esto? Oí un disparo sin sentir nada. ¿Así era como debía sentirse? Abrí los párpados y observé a los dos hombres huyendo ante mi mirada de extrañeza...

  Daniel.

  Bajé la vista y noté el cuerpo de mi esposo en el suelo.
  Muerto.

Otro sueño en el balcón (Después de la tragedia)

Otra vez en este sueño. La escena es la misma, estoy en un balcón; debajo se oye el murmullo del agua. La luna me ve directamente al rostro, volviéndome pálida. La noche me comienza a envolver en un sempiterno espejismo. La única que cambió fui yo; mis mejillas están surcadas por lágrimas que de forma melancólica escapan de mis ojos. Lloro por un amor no olvidado, cargo un corazón agrietado. Lo peor de todo es que Nicolás ya no está conmigo, me encuentro sola. El eco de mis sollozos aterroriza, mis rodillas sangran. Gimo y suspiro buscando la paz que se me arrebató. Lo único que hallo es dolor, una agonía que me traga y después me vomita. Perdí todo cuando apenas lo había ganado. Huí aquí, pero me equivoqué creyendo que este sueño patético me iba a salvar.

  Nicolás me había abandonado, no había cumplido con su palabra.

  Escucho un pesado caminar aproximándose a mi persona. Con dificultad trato de abrir los ojos que acuosos me lo impiden. Asumo a parpadear un par de veces hasta que vislumbro a mi salvador.

— Creí que me habías dejado — Tartamudeo con alegría. Le transmito una ternura distorsionada a él, a Nicolás. 
— Quizás tarde, pero cumplí mi palabra. Aquí estoy para ti, para protegerte de la realidad.
— Lo sé — respondo.

  Un minuto.

  Me lanzo sobre él, apretándome contra su pecho. Vuelvo a mi agónica canción hecha de suspiros. Nicolás se mantiene en silencio, yo siento que las piezas de mi roto corazón se unen. Lo beso en la mejilla, él hace lo mismo. Me consuela quedamente. Lloro con exageración, grito. ¿Por qué? ¿Por qué?

  Termino de llorar, trato de calmarme pues Nicolás comienza a asustarse.
— ¿Qué ha pasado? — Pregunta con delicadeza.
— ¡Es él! — Sollozo — ¡Él y su recuerdo otra vez! — Lo vuelvo a abrazar casi asfixiándolo. — Su fantasma me persigue, ya no quiero quererlo más...
— ¿De quién hablas?
— De quien me ha roto el corazón.
— No llores más, pequeña mía. Eres una persona fuerte, pasará pronto.
— Todo el tiempo pienso en él — suspiro.
— No necesitas de él, no necesitas de nadie si eres capaz de romper esa coraza y vivir. Deja que el recuerdo muera. Yo te cuido, te protejo. — me besa en los labios, abatido.
— Eres la razón por la que aguanto el dolor, por ti soy capaz de fingir sonrisas frente a los demás.  — me recargo en su pecho y sonrío con sinceridad. Sé que con él a mi lado ahora no caeré. Lo amo.

  Acaricio la piel de mi acompañante y despierto...

jueves, 26 de junio de 2014

En medio del bosque

La muerte está detrás de mí, no me atrevo a voltear para confirmarlo pero la siento. Me acosa aprovechándose de mi soledad en este bosque colosal que oculta fantasmas y sombras. El bosque burlón protege sus horrores pero a mí me abandona. 

  Procuro no correr para no provocar más a la muerte, me gana la inseguridad. El aire frío congela mis labios, mi piel palidece, mi cabello despeinado se deja cubrir por el brillo de una luna gris. Una guitarra llora melodías dramáticas. Siento en carne viva el desazón de una decepción. Tú me enviaste aquí, me has matado, y aún así sigues dañándome.

  Por un momento la muerte se aleja regalándome un atisbo de alivio. Frente mío se lanza una luz que ciega. Me arrodillo sintiendo la humedad del suelo. Me dejo arrastrar por una fantasía que mezcla monstruos con imágenes de ti. Tus ojos profundos mares que en instantes se oscurecen. Tus labios divinos haciéndose arena. Tu cuerpo volviéndose piedra.

  Quiero dejar de necesitarte para enfrentarlo todo y escapar de aquí.

jueves, 19 de junio de 2014

Conversación de un sueño I

Abrí los ojos con ansia, supe casi de inmediato donde me encontraba. Estaba dentro del mismo sueño de todas mis noches. Un lugar al que muchas veces había acudido con desesperación. Como siempre, lucía una noche iluminada por las estrellas y la hermosa luna llena. Me encontraba en un balcón invadido por las hojas de los árboles. Estaba tan alto que me mareé.  Sentía que podía tocar el cielo.

  A escasos pasos de mí se encontraba un hombre de alta estatura, cabello rizado y con postura a la defensiva, era él. La persona que siempre aparecía. En mis sueños anteriores nunca estaba a mi alcance y por una extraña razón yo no daba los pasos necesarios para acercarme; temía molestarlo. Por eso en los sueños anteriores siempre me quedaba en mi sitio, observándolo mientras él dirigía su vista hacia el horizonte, como si yo no existiera.

  Pero esa noche era distinta, lo sentía. Sustraje valor de cada parte de mi cuerpo; tomando en cuenta que todo era parte de mi imaginación. Con una mano en el pecho me acerque a él y como pude llame su atención. Él estaba recargado en el balcón, repentinamente giró su vista hacia mi rostro. Trate de sonreírle pero mis labios se congelaron. Él me seguía mirando extrañado, esperando a que yo dijera una palabra. Como no lo hice se volvió y continuó mirando al horizonte, con indiferencia.

  Me tragué el miedo y con un suspiro lleve mi cuerpo hacia su lado, con la misma indiferencia me postré ahí. Lo imité colocando mi vista en la misma dirección en la que él veía. Después de varios minutos inhalé todo el aire que pude y comencé a hablar.

— Siempre estás aquí  Pronuncié angustiada sin voltearlo a ver. Él puso los ojos como platos y abrió la boca.
— Es el único lugar en el que puedo sentir que sigo siendo yo. — Tragó saliva.
 ¿A qué te refieres? ¡Si estás en mis sueños! Míos.  Me irrité.
— No comprendo nada de lo que dices. Ni siquiera sé quien eres tú. — Contestó.
— Mi nombre es Misery y todas las noches vengo aquí a observarte desde lejos.
— ¿En serio? Acosadora.
— Cállate — lo pellizqué. — No es a propósito. Inevitablemente al dormir acabo por soñarme aquí, contigo todo el tiempo.
 ¿Y por qué hasta ahora te acercaste a mí?  Dijo tratando de entender y rascándose la cabeza.
— Creo que tenía miedo, no de ti. Sino a tu reacción.
— Ah. Yo jamás te había visto — Entrecerró los ojos  No temas, no soy una mala persona. Suspiró.

  Esperé a que dijera algo más, pero se calló y durante un rato no dijo nada más. Yo estaba histérica, intrigada por preguntarle muchas cosas. Pero mi boca no decía nada, era como si alguien me dominara a mantener las palabras a raya.

— ¿Sabes? — Me asustó con su voz rasposa  Cuando vengo aquí me pongo a pensar en muchas cosas. Sobre mi vida, sobre mi familia y sobre mi carrera. Me siento satisfecho con lo que he cultivado y agradecido por lo que he cosechado. Pero hay algo, algo que falta. Como un vacío. ¿nunca te has sentido así?
— Humm  — Carraspeé  Muchas veces, como si todo lo que he hecho no fuera suficiente. No sé a que se deba, puede que ya haya perdido la cabeza.
— Claro  Sonrió — Me pasa igual. La gente me observa y me juzga diciendo cosas como: "¿Qué más puedes pedir? Tienes todo. Y las mujeres llueven a ti como miles de hojas en otoño. Tienes el dinero suficiente para mantenerte. Tu vida es perfecta". Bueno, tal vez soy un egoísta y deseo algo más que eso. Lo único que me llena temporalmente es componer música, supongo.
— No creo que seas egoísta  Acaricié su hombro  Yo creo que a todas las personas nos pasa alguna vez. Son momentos, pero pasará.
— Espero que tengas razón. ¿A ti qué te llevó hasta aquí?
 Eh  No sabía que responderle, la historia de mi vida era un poco complicada.  No encajo mucho con la gente. Soy introvertida, no confío en nadie.
— ¿Por qué confías en mi entonces? 
— No lo sé, debe ser porque no eres real — ironicé.
— Oh ¿sigues con la idea de que este es tu sueño? — Habló con un enojo fingido — Tú te metiste en él. Sin embargo me agradas.
— Tú me gustas — Repliqué secamente — Pero de lejos me parecía que eras frívolo y amargo.
— Ya he oído eso antes. Todo eso es solo una coraza. Cuido de mí— sonrió.

  Inspiré profundo y me quedé en silencio. Me sentía muy complacida por su compañía. Pero sentí una opresión en el pecho cuando recordé que este solo era un sueño más y que pronto despertaría, esfumándose todo en un instante.

— ¿Cómo te llamas? — pregunté.
— Soy Nicolás.
— Tienes un nombre precioso.
— Es el sueño más realista que he tenido en mi vida. ¿Es normal?  Preguntó sobresaltándome.
— No lo sé, a estas alturas ya no estoy segura si soy yo la que sueña. Pero es el sueño bizarro más lindo que he tenido  Lo volteé a ver con una amplia sonrisa y tomé su pálida mano, con timidez la acaricié. Demostrándole que podía confiar en mí. Él me aceptó amablemente.
— No quiero que esto termine  Me ruboricé.
Yo tampoco. Quisiera quedarme aquí para siempre, contigo.

  Continuamos disfrutando de ese sueño, con una luna y unas estrellas eternas. Todo era demasiado real; podía oír la melodía que los grillos formaban, la calmada respiración del hombre que se encontraba justo a mí lado, y la sensación de desmayo cuando su piel rozaba la mía. Él era bellísimo. Lo abracé con fuerza y él correspondió mi abrazo. Mis mejillas ardían, sabía que mi sueño estaba por finalizar. Con ese abrazo me sentí igual que una pequeña niña, por primera vez sentí que los pedazos de mi corazón se unían.

— Tengo que irme ya — Dijo y me soltó, regalándome otro beso.
— ¿Te volveré a ver?  Pregunté preocupada.
— Siempre podrás encontrarme aquí.

  Se alejó, quise correr y retenerlo pero mis pies no me respondían. Intenté gritarle pero de mi garganta no salía sonido alguno, traté de alzar los brazos pero estos tampoco me respondían. Mi vista se nubló. Apreté los párpados y un minuto después logré abrirlos.

viernes, 13 de junio de 2014

Cuatro años hacia delante FINAL.

Versión Ella

Pronto, Ella; llegarás. Vas a alcanzarlo y te sentirás como una estúpida por las ideas vagas que cruzaron por tu cabeza. Lo besarás y juntos reirán por su melodramática historia. No pasa nada, no pasa nada. Me repetí lo mismo hasta hartarme, hasta que finalmente pudimos escapar del tumulto. Phany iba detrás de mí, escuché que me gritaba, pero por alguna razón extraña no llegaba a comprender lo que sus labios me decían. Yo no estaba donde ella, yo estaba con Ian. Mi mente, mi espíritu, mi corazón; estaban con él.

— ¡Ella espérame! ¿Adónde piensas ir si la única que te puede guiar con él soy yo? — me sonrió.
— No podemos perder más el tiempo… — dije tratando de no llorar. — Por favor llévame con él. Tengo una corazonada, un mal augurio. Siento un nudo en la garganta que por más que lucho no puedo deshacer.
— Vamos — asintió dirigiéndose a un taxi. La seguí de inmediato. Le indicó la dirección al taxista y el respondió con un gesto de mano.

Parecía que mis pies se controlaban solos, me traicionaban moviéndose al ritmo de la mala música del automóvil.  Caí en la mala costumbre de morderme los labios hasta que sentí el sabor salado de mi sangre. Intentaba convencerme de que mi paranoia no era más que un efecto de la sugestión por el relato de Phany, pero mi corazón me gritaba angustiado que debía correr antes de que Ian hiciera algo malo. 


Por fin llegamos, Ian vivía en el último piso de un imponente edificio. Debo decir que el lugar no era muy bonito, me resultaba hostil; frío. Impaciente seguí a Phany hacia donde ella me indicaba.

— ¿Por qué tienes sus llaves? — inquirí
— Espero que no empieces a pensar mal ahora mismo — bufó—  las tengo y ya. Ian es mi mejor amigo, y vengo cada vez que necesita con quien charlar.
— Ok.

Al llegar a la puerta mi corazón palpitó tan frenéticamente que sentí miedo. La vista se me volvió borrosa. Por favor no te desmayes ahora, pensé.  Phany me miró y me abrazó para infundirme valor. Colocó la llave, la hizo girar e inmediatamente la puerta cedió. Desde fuera todo se veía oscuro, demasiado silencioso.

— ¿Ian? — Phany buscó la respuesta de su amigo. Nada. Ni un sonido. — Ian ¿estás en casa?

Encendí las luces y entré sin el menor respeto. El lugar era un desastre, veía cuadros rotos, botellas de licor vacías y abandonadas bajo los sillones. Una taza de café frío, comida invadida por un nauseabundo olor a podrido, pinceles y hojas arrugadas.

— ¡Ian! ¿Qué demonios…? ¡Dios mío! — gritó Phany de pronto, causándome escalofríos. Me dirigí hacia donde estaba ella.

Tenía una cara de estupefacción y moví mis ojos hacia donde estaba mirando. Lo que hallé me provocó ganas de salir corriendo. Ian estaba en el balcón, mantenía sus ojos cerrados. Su ropa estaba malgastada y rota, mantenía una postura extraña. A su lado había dos cajas de cigarros vacías, cenizas regadas y una botella. Podía decir sin temor a errar, que llevaba así unos cuantos días.

— Vete — susurró Ian — por favor no intentes detenerme.
— Ian, vamos — sollozó Phany — alguien quiere verte.
— No des un paso más, Phany.
— Ian, mi amor; estoy aquí. Todo va a estar bien a partir de ahora. — rompí la distancia acariciando su hombro. Él se estremeció y tuve pánico de que cayera por ello. Abrió los ojos con suavidad, volteó hacia mí. Se irguió y me atacó con su mirada oscura, escudriñándome.  Le sonreí sintiendo lágrimas calientes caer de mis ojos.
— ¿De verdad pensabas dejarme sola? — le dije con voz queda. — ¿En serio planeabas que yo viviera en un mundo en el que no existes?
— Ella… ¿de verdad eres tú? ¿O es otro de mis inestables sueños? No me hagas más daño, por favor, ya no mientas… — se agachó con decepción causándome ternura y una sensación de opresión en el pecho.
— No creo que tus sueños sean tan vívidos como esto — solté y me acerqué a sus labios.

Lo besé con furia. Al principio no me correspondió, pero después me tomó de la cintura. Como pude lo arrastré lejos del balcón y seguí besándolo.  Mis lágrimas se mezclaron con las suyas mientras su lengua traviesa jugaba con la mía. Acarició mi espalda, aspiró del perfume de mi cabello, hasta que sentí su sonrisa en nuestro interminable beso. Me separé de él para mirarlo.

— Soy yo, mi amor. Soy Ella, estoy aquí contigo — pronuncié sosteniendo su rostro entre mis manos.
— Dime lo que quiero escuchar  — rogó.
— Te amo, Ian. Te amo, mi vida, mi cariño. Siempre te he amado y nunca dejaré de hacerlo.
— Repítelo.
— Te amo, corazón mío.
— Mi Ella — me dio un corto beso — nunca dijiste te amo en ninguno de mis sueños — reímos.
— ¿Tú me amas? ¿Lograrás perdonarme?
— Perdóname tú a mí por no haberte dicho lo que estaba pasando a tiempo. Por no confiar en ti por el irónico miedo de que no confiaras en mí. Y Ella, tu pregunta es muy tonta; te amo, siempre lo has sabido.
— Eres el amor de mi vida. — sonreí deleitándome otra vez con la suavidad de sus labios.

Después de un largo rato de besos, nos dimos cuenta de que Phany se había ido. Ian aceptó darse una ducha después de mis largas insistencias, prometiéndole que no me iría. Mientras él lo hacía yo me dediqué a limpiar el desastre que había hecho de su hogar. Me juré que lo obligaría a dejar el cigarro de una buena vez.

— Ya no tengas asco de besarme — me interrumpió Ian — estoy como nuevo.
— Idiota — me acerqué a él y lo abracé. Después de un largo minuto, me animé a decirle: — ¿De verdad ibas a suicidarte?
— Sí…
— Nunca vuelvas a asustarme así — instintivamente lo abracé con más fuerza.
— ¿Prometes estar conmigo para siempre?
— Lo prometo — sonreí.
— Jamás volveré a hacerlo — me tranquilizó. — Eres mi antidepresivo.
— ¿Se supone que debo sentirme bien por eso? — lo pellizqué.
— Pues sí, supongo.
Lo volví a mirar al rostro, perdiéndome un rato en sus facciones; hasta dirigirme a sus ojos.
— Tus ojos son el universo — declaré. — no comprendo cómo hice para vivir cuatro años sin ellos.
— El universo casi se desvanece sin ti.
— Pero estamos aquí — me alegré.
— Para siempre, princesa.  Nuestro amor es infinito.
— Como el universo que te habita.
— Te amo.
— Yo te amo más.


— Mi amor, ¿cómo fue que ocurrió este milagro? — me preguntó Ian después de que terminamos de ordenar.
— ¿Qué milagro?
— Estaba seguro de que jamás iba a convencerte, que me habías olvidado y estabas enamorada de Eduardo. Sin embargo abrí los ojos y apareciste diciendo que me amas, ¡y acompañada con Phany!
— Es extraño — me reí. — es decir, cómo sucedieron las cosas. Pareciera que dios o lo que sea, así lo quería. Estábamos a punto de irnos lejos, cuando Phany apareció en la puerta de la casa de Eduardo. Al principio ya te imaginarás cómo me puse, pero después accedí a hablar con ella. Mi terquedad al fin desapareció y me dejé guiar por mi corazón, quien me decía que tú jamás habrías sido capaz de engañarme, pues me amabas.
— Eres hermosa — dijo —eres la mujer más hermosa de este y de todos los universos habidos.
— Te amo tonto — me sonrojé — lo que me sorprende es el cambio radical de Phany. Nunca creí que ella sería capaz de hacer esto por nosotros.
— Como ser humano se equivocó, lo importante es que se dio cuenta y no causó aún más daño. Es una excelente amiga.
— ¿Me quieres poner celosa? — me irrité.
— Sí — dijo cínico y me besó — Niña torpe, eres la única dueña de mi corazón y de mi cuerpo.
— ¿Ah sí? — respondí coqueta.

Ian volvió a besarme apartando con cuidado el cabello que caía sobre mi rostro. Me observó con dulzura para después tomarme de la mano y guiarme hasta su habitación. Mi cuerpo empezó a temblar de ansias, de timidez, y de un infinito deseo.  Por fin estaba en casa, después de tanto dolor había llegado mi felicidad. Repito, estaba en mi hogar; Ian. No importaba en qué lugar estuviera si él estaba conmigo. Si él me amaba yo era capaz de vencer cada batalla que la vida me daba. Mi existencia por fin formaba una razón.

Me recosté en la cama dejando que Ian se acomodara con suavidad sobre mí, me regaló húmedos besos en mis mejillas, en mi frente, en mi nariz, y finalmente en mi boca. Se detuvo ahí por un largo tiempo, saboreé con mi lengua la forma de sus labios, cerré mis ojos en aquella mágica unión. Sus besos lo eran todo. Lentamente liberó mi boca para atacar mi cuello, le respondí con hondos suspiros indicándole lo bien que me estaba haciendo sentir. Desabotonó con gracia mi blusa gris, yo terminé de quitármela atenta a la mirada de mi novio. Me sonrió hipnotizado, colmándome de su amor. Acarició con ambas manos mi cintura, recorriéndola con éxtasis. Me despojó de mi sostén azul admirándome.

— No los veas así — sonreí tapándome.
— Eres un ángel, Ella. — respondió retirándome las manos. Recorrió el contorno de mis senos y volví a recostarme. Cerré los ojos disfrutando del contacto, notando como formaba círculos en mis pezones al mismo tiempo que los besaba.

No soporté más y solté un gemido. Me enganché a su espalda mientras el tocaba cada esquina de mi cuerpo. Excitada le quité la camisa, ahora era mi turno de embelesarme con su hermosura. Ian no parecía humano, no sabía si mi corazón iba ser capaz de aguantar tanto amor. Él me quitó el pantalón y se quitó el suyo. Intentó deshacerse de mi ropa interior con los dientes, en vano.

— Esto es más difícil de lo que pensé — susurró enojado.
— Tendrás que hacerlo de la manera tradicional — dije soltando una carcajada.

Con sus manos varoniles me quitó la ropa interior, después liberó su miembro con alivio. Lo miré y sonreí con mis lágrimas encharcándome el rostro.

— Mi amor, ¿qué pasa? ¿Me detengo? — preguntó preocupado.
— No— negué rápidamente. — Me parece un sueño que finalmente estemos aquí. No  hay nada que más desee que sentirte dentro mío otra vez.
— Te amo, Ella.
— Y yo te amo a ti, Ian.

Él se acomodó entre mis piernas, tocó con suavidad la humedad de mi sexo, yo me arqueé de placer. Poco a poco entró en mí, obsequiándome quedos gemidos. De mí no puedo decir lo mismo, pues empecé a gritar extasiada. Repetí su nombre mientras él aceleraba el ritmo. En medio de gritos, nuestros nombres y nuestro sudor mezclado; alcanzamos el orgasmo.


Amanecí envuelta entre sus brazos. Era suya, él era mío. ¿Existía mayor dicha que aquello? Me dediqué varios minutos a observarlo dormido, me fascinaba su respiración acompasada, de quien está relajado por completo, en paz. Con la yema de un dedo masajeé sus mejillas, toqué sus labios. No pude resistir y lo besé. Como era de esperarse, se despertó.

— Buenos días, mi vida — dijo adormilado.
— Buenos días, dormilón.
— ¿Cuánto llevas despierta? Se supone que debo llevarte el desayuno a la cama — fingió desconsuelo.
— Solo unos cuantos minutos — reí — estás a tiempo. Anda, levántate.
— ¿Es trampa ordenar comida china?
— Sí.
— Compadécete de mí, ayer acabaste conmigo — rogó.
— ¿Será? No es así como debe ser.
— Te lo compensaré.
— De acuerdo — acepté besándolo con picardía.

Ian tomó el teléfono y ordenó la comida. Nos sentamos a esperar.
— Ian…
— Dime, princesa.
— Les prometí a los chicos volver…
— ¿Solo viniste a ilusionarme y después dejarme?
— ¡No tonto! Pero no sé qué hacer, hice una promesa.
— Pues vete — soltó en seco dándome la espalda. Me asusté, no podía dar crédito a lo que estaba escuchando.
— ¡Eres un patán! — grité colérica.

Me vestí rápidamente y decidí irme del departamento propinando una buena patada a la puerta. Ian me jaló del brazo deteniendo mi plan.

— Suéltame — lloré.
— Eres una niña muy torpe — sonrió.
— Déjame en paz, ¿no era esto lo que querías?
— Mi amor, ¿crees en verdad que soy tan estúpido para dejarte ir después de todo lo que pasó? Te amo, Ella. Y tengo algo para ti.
— ¿Solo bromeabas? — sollocé.
— ¿Me perdonas? — Puso una cara que no pude resistir.
— Ok. ¿Qué tienes para mí? — lo abracé.

Se dirigió a su habitación. Sonó el timbre y yo fui a recibir la comida. Al ingresar de vuelta al departamento, Ian me miraba. Dejé la comida sobre la mesa y me acerqué a él. Tomó mis manos mirándome a los ojos. Me dijo que me amaba, repitió lo importante que yo era en su vida.

— He estado esperando cuatro años para este momento tan cliché — dijo agachándose. Abrí los ojos sorprendida, sabía lo que estaba por decir. Sofoqué un grito.
— Ella, ¿te casas conmigo?
— Yo… uh, oh dios… — derramé lágrimas nuevamente, pero ahora de alegría.
— Solo di que sí
— Sí, ¡sí sí sí!

Ian se rió de mí, abrió la caja aterciopelada que tenía sobre su mano y de ella sacó un flamante y hermoso anillo. Lo colocó en mi dedo. Se levantó y me besó, llenándome de nuevo de su exquisito néctar.

— Nos casaremos después de tus viajes. Bueno… de nuestros viajes.
— ¿Irás con nosotros? — grité dando un salto.
— Iré siempre a donde tú vayas, y seré feliz con lo que a ti te haga feliz. — respondió.
— No sabes cuánto te amo, Ian.
— Nunca más que yo.

Nos dirigimos de vuelta a hacer el amor; a colmarnos de nuestros cuerpos, a vencer el dolor de cuatro años atrás, para retomar el camino de nuestro amor. Reunimos los pedazos de nuestros corazones para devolvernos la fe.

FIN.

lunes, 2 de junio de 2014

Imposible ausencia (Guión)

La joven Ausencia se encontraba agitada, apenas llegó a su inesperado testino. (Se escuchan las voces del gentío de fondo).

— Hola, buenas tardes — Saludó Ausencia al cuidador de la entrada. (Le saluda con una voz chillona y agitada)
— Buenas tardes, soy Caronte. ¿En qué puedo ayudarle? — respondió él. (Con voz ruda, tonalidad de fastidio o de aburrimiento)
— ¡Necesito pasar al otro lado! — gritó Ausencia de pronto. (Desesperación y angustia plasmadas en su voz. Bufido de Caronte)
— Su nombre, por favor — pidió Caronte.
— Soy Ausencia. (Se escucha el carraspeo de Caronte y el sonido de papeles siendo manipulados)
— Lo siento, su nombre no está en la lista.
— ¡Eso no puede ser! ¡Tengo que estar en esa lista! — gritó Ausencia con quejidos de frustración. (Su voz se vuelve a acelerar, se escucha un golpe seco)
— Solo cumplo con las reglas, y si su nombre no está en la lista, no podrá pasar al otro lado. — respondió Caronte de manera tajante.
— Tengo que cruzar, he hecho algo muy malo y debo escapar. (Ausencia comienza a llorar muy sonoramente)
— Señorita, le he dicho que no puedo hacer nada, de verdad. (La voz de Caronte se suaviza)
— Voy a cruzar aunque no me lo permita (la voz de Ausencia baja de tono)
— ¡Señorita Ausencia! ¡No haga eso! ¡Deje de hacerse daño! — gritó Caronte. (De fondo se oye un chirrido extraño.
— Voy a cruzar, voy a cruzar, voy a cruzar al más allá — finalizó Ausencia. (Su voz se vuelve frenética, ella se desploma) 
Ausencia cruza al otro lado.

martes, 27 de mayo de 2014

Cuatro años hacia delante | Penúltimo capítulo

— Me voy con Phany. — anuncié a mis amigos.
— ¿Perdón? — dijo Cecilia.
— Eduardo — la ignoré dirigiéndome a mi amigo sin atreverme a mirarlo a los ojos. — Tú tenías razón. Por favor no me odies, no quiero perderte…
— Preciosa, te amo. Y siempre estaré cuando me necesites. Si tu felicidad es al lado de Ian yo no tengo por qué impedírtelo. Con tu alegría lo tengo todo, te lo juro. Estaré aquí si quieres volver a mí porque Ian es un idiota — ambos reímos.
— Eres un caballero, Eduardo. Estoy segura de que la persona que necesitas está más cerca de lo que imaginamos. Gracias por todo, no creas que te abandono, siempre serás mi mejor amigo, mi apoyo. Te quiero.
— Lo único que a nosotros nos importa es que no sufras — intervino Ángela — ¡Ve por él! Nosotros estaremos aquí esperándolos. 
— ¿De verdad? — lloré.
— Es una promesa — respondió Cecilia.
— Su viaje no se cancela, se pospone. Yo las cuido Ella. — sonrió Eduardo. — Phany, cuídala por favor.
— No tienes que decirlo. Voy a reconstruir todo lo que por egoísmo arruiné. Perdónenme todos, de corazón lo siento mucho.

Resolviéndolo todo, me fui con Phany para encontrarme con el amor de mi vida. Por fin volvería a besar sus labios sin sentir miedo, sin sentirme estúpida. Mi vida dejaría de ser un drama barato para convertiste en una hermosa realidad; estar al lado del hombre que amaba sin problemas, ni tragedias surgidas de la nada. Solo le pedía a dios que no fuera demasiado tarde, que no hubiera perdido el corazón de Ian para siempre. Si eso pasaba no sería capaz de soportarlo.

— ¿Phany?
— Dime, Ella.
— ¿Realmente Ian se puso tan mal por mi culpa?
— Más bien por mi culpa — corrigió — y sí, lo afectó mucho. Cuando se enteró de que te habías ido fue a buscarme. Vi al demonio en sus ojos, Ella. Le temí.
— ¿¡Te lastimó?!
— Oh no, los golpes que recibí ese día de él fueron meramente psicológicos. Lo merecía.
— Temo también ahora.
— ¿Por ti? Él jamás sería capaz de hacer nada malo en contra tuya. — dijo.
— No es eso. Temo por él. Siento un hueco extraño en mi pecho, no quiero que se haga daño.
— ¿Te refieres a…?
— Sí — susurré viendo cómo a mi acompañante se le ponía la carne de gallina.
— Tenemos que llegar ya.
— Aún nos quedan dos horas, ¡siento que voy a volverme loca aquí!

*Versión de Ian*

Este balcón es precioso, es uno de mis lugares preferidos. Me muestra una vista espectacular, desde aquí todos parecen un puñado de hormigas en el paisaje. Tan fáciles de aplastar, tan sencillos de destruir. Su vida se ve frágil a mi altura. El cielo me inunda cuando alzo la mirada, a veces parece que pudiera robarme un trozo de nube. Eso pensaba cuando era un niño, que podía alcanzar una nube y guardarla en un frasco para deleite mío. Ojalá fuera tan simple. Cuanto quisiera poder tocarlas, poder acariciarlas. Quiero dormir sobre las nubes para siempre. Deberían ser de algodón como en los cuentos infantiles. Yo debería ser un ave para escapar, para concentrarme en mi vuelo, para ser feliz. Sé que puedo si me lo propongo, sé que si me acerco un poco más lograré alcanzar mi cometido, solo tengo que estirar mis brazos, tengo que pararme de puntitas y cerrar los ojos. Lo demás vendrá solo, se acabará el dolor, se acabará el sonido molesto de los automóviles, el olor de la basura, las imágenes, los rostros de la gente. El rostro de Ella. Todo se reemplazará con el azul, un azul profundo. El aire me sostendrá, me crecerán las alas. No me equivoco, será real. Mi corazón me lo dice.

Te amo Ella.

lunes, 19 de mayo de 2014

Al príncipe y su llegada.


Mi nombre es Corina, tengo veinte años de edad. Soy emocionalmente inestable. Me gustan los peluches, el color rosa y los libros. No hay persona más vulnerable e insegura que yo. Escucho el piano para escribir mala poesía, bebo café mientras hago novelas que nunca acabo. Disfruto de los días soleados, pero también de la llovizna, y del olor de la tierra mojada. Tengo una fijación extravagante por las hadas, lanzo a mi boca demasiadas pastillas, y quizá pasan por mis labios demasiados cigarros. Aunque todo esto usted ya lo sabe, me gusta rememorar el milagro de su entrada a mi vida, de cómo se hizo tan esencial de a poco. De cómo me enamoró siendo solo usted. Protector, inseguro, celoso, tierno, romántico, detallista, apasionado, amoroso, distinto, mío. Por sobre todas las cosas, mío. Usted es mi esperanza, usted es mi ilusión. Me encanta ser quien soy cuando estoy a lado suyo, el no tener que callarme nada por miedo al rechazo, el no tener que fingir que algo me da gracia, que todo el tiempo soy feliz de forma absurda. Puedo pasar del cielo al infierno si toma mi mano, si sé en mi corazón que está y estará presente, que no nos dejaremos caer. Sabe que es el único que decidió quedarse en vez de olvidarme, que me ama conociendo todo de mí; incluso lo negativo. Se ha ganado a alguien que lo protegerá y amará para siempre, que le escribirá hasta el cansancio, llena de dulzura, de amor. Y yo me he ganado una luz, un verdadero compañero. Lo amo con toda la energía que hay en mi cuerpo, con mi corazón curado de fe. Lo amo, cariño, lo juro.

Que el final ya nos alcance

Querer no es dañar, amar no es una competencia de quién daña más. Provocas frustración, dudas, y anhelos de destruir. Cada día me pierdes más. Él me dijo, ¿cómo puedes? Batallé y no encontré la respuesta.

Amar no significa sufrir, y eso es lo que causas. No es que se acaben las palabras, es que las únicas palabras que se forman en mi cabeza al oír tu nombre son; desazón, lágrimas, desesperación, e incluso odio. Eso no es normal, no para mí. 

Cuando estoy enamorada solo soy capaz de encontrar cosas hermosas en el objeto de mi ilusión, me enloquezco, lo sé. No puedo dejar de describir las cualidades del ser al que amo. Me colmo de alegrías y frases cliché. Y me siento feliz. ¡Y ahora no me siento nada feliz! Escapo como criminal de ti, huyo de tus palabras hirientes, de tus transformaciones, de tu forma de estropear mis ganas de amarte. Porque la intención ahí está, lo juro.

Tengo que ausentarme, contar las horas para largarme y evitar tu presencia. Eso no es amor. No puedo decir que te amo, cuando espero impacientemente alejarme de ti. Y los momentos malos son más que los buenos. Ya son demasiadas culpas, demasiadas tonterías, demasiados intentos; no sé de qué modo hacerte comprender que día a día haces todo para que yo desee rendirme, para que yo no intente quererte más. No sé si rendirme o continuar, aún no descubro la decisión correcta.

Tal vez solo soy una extraña adoradora de la autodestrucción.

Mereces

Mereces un amor que te quiera despeinada, con todo y las razones que te levantan de prisa, con todo y los demonios que no te dejan dormir. Mereces un amor que te haga sentir segura, que pueda comerse al mundo si camina de tu mano, que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel. Mereces un amor que quiera bailar contigo, que visite el paraíso cada que mira tus ojos, y que no se aburra nunca de leer tus expresiones. Mereces un amor que te escuche cuando cantas, que te apoye en tus ridículos, que respete que eres libre, que te acompañe en tu vuelo, que no le asuste caer. Mereces un amor que se lleve las mentiras, que te traiga la ilusión, el café y la poesía.

— Estefanía Mitre

miércoles, 14 de mayo de 2014

Para que no lo olvides.

No pretendo que comprendas.

En ocasiones creemos que la persona a la que amamos conoce de memoria lo que sentimos hacia ella y que no es necesario recordárselo. Así es como se acaba el amor.
~

Siempre serás la persona que decidió salvarme en vez de olvidarme. Siempre tendré tu recuerdo entre mis sueños. Bonita forma de lograr idiotizarme sin tener que estar presente.
~

Ya no puedo más conmigo misma, creo que me fragmento en cada amanecer y siento cómo los libros dejan de ayudar. Organizo, destrozo, remuevo, organizo, limpio, ensucio, organizo, organjzo, organizo. Te extraño.
~

Abraza la almohada y cierra los ojos, crea monstruos en la imaginación de su cerebro angustiado. Grita por dentro, grita tan fuerte que sus ojos derraman, transportan lágrimas a sus sonrosadas mejillas. Se levanta, se despoja de su pantalón roto y de su blusa azul, se observa en el espejo, en la maravilla torpe de su desnudez. Se acaricia el vientre, y le busca. Se arrodilla, golpeando el espejo tres veces. Vuelve a mirar su reflejo y alucina su rostro desdibujado. Sus ojos grises, su nariz sangrando, sus labios agrietados. A su lado aparece una niña que ocupa sus facciones. Y ella estira sus labios en una enorme sonrisa de luz.
~

Gracias por estos años, por el apoyo en un poema o en varios. Me despido contenta, agradecida, enamorada de mi vida. Gracias, gracias, gracias.